Desde que se estableció el "found footage" como propuesta más o menos aceptada por el público, y por ende, más o menos vendible, se volvió vehículo posible para realizaciones independientes y/o de bajo presupuesto. En términos de entretenimiento, el género que más le funciona pareciera ser el terror (La Bruja de Blairwitch, Actividad Paranormal, etc) y el suspenso: "hemos encontrado una cinta misteriosa, ¿qué secretos esconderá?". En términos cinematográficos, también puede ser útil para contar historias mínimas, realistas, cercanas a los personajes y con atención en micro conflictos humanos, utilizando poco más que una cámara, un par de de amigos y dos pesos con cincuenta.

Frogman, justamente, utiliza el metraje encontrado y se sube al terror como vehículo de interés para contarnos la historia de tres amigos, un joven cineasta y un amor inconfeso. No profundiza mucho en nada, y queda a mitad de camino entre el mumblecore y el terror propiamente. No logra en ningún momento una atmósfera sugerente o momentos de zozobra, como así tampoco nos hace cómplices o testigos de complejidades mundanas o de la humanidad de sus personajes.

Sin embargo, transita bien las convenciones del género metraje encontrado, destacando su certero montaje que imprime buen ritmo en un demasiado prolijo y convencional guión. El resultado muestra más la aptitud de sus realizadores para completar una película barata y resultona, que la capacidad de generar interés, entretenimiento o emociones fuertes.