Halloween mata, reza el título de esta película, como si fuera una cajetilla de tabaco. Si bien es cierto que la saga ha disertado largo y tendido sobre el mal, como concepto místico que trasciende el cuerpo, es la primera vez que se refiere a Halloween como fiesta productora de escarnios ¿es realmente la fiesta y no Michael Myers la que sega existencias? Disociable o no, el binomio que componen es sin duda poderoso: no sería lo mismo uno sin el otro.

Ahora bien, si Halloween mata ¿a quién mata? Hay algo de lo que heredó más tarde Viernes 13, sin duda: caerán los que mantengan relaciones sexuales, los que beban, los que hagan bromas pesadas, los que se droguen y los que no tengan un pasado traumático que revivir y una catarsis pendiente. Sin embargo, Halloween mata también a niños (los que Jason no tocaba) y también mata a gente que caen más o menos bien. Si tuviera que verlo de algún modo, hay casi una presencia creadora detrás del mal que consume Haddonfield y a sus habitantes, donde Myers no es más que un recadero con el salvoconducto de la violencia frente al intento de secularizarlo a través de la medicina (añoramos al Dr. Loomis). Al final queda un mal que no discrimina, un Halloween que mata a quien sea.

Pero, si Halloween mata ¿por qué mata? Un error de manual el mero cuestionar, porque el único motivo necesario para que Halloween mate es una oportunidad: la víctima ya viene suplida en la direccionalidad de su hacer. No obstante, el género ya ha incidido en las lecturas psicoanalíticas de sus asesinos, de modo que la estructura mítica del 'mal' a la que tanto se apela puede que tenga un refrendo físico: los traumas del niño (aunque esto parece solo interesar a Rob Zombie).

Lo único que queda por preguntar es ¿mata Halloween a Halloween en "Halloween mata"? La respuesta a esta torcida pregunta se resuelve viendo la película, contemplando la locura en un grado más o menos irrisorio, ya que es casi imposible tomársela en serio. Si el guión de esta saga viene firmado por Danny McBride, algo de humor tendrá que haber (al menos lo intentan). Si asumimos que Halloween es, en sí, la fuente del mal de la que mana Michael Myers, se entiende que en realidad no sea él el único elemento que destila 'maldad'. Por muy buenos que sean todos los que viven en su pequeña comunidad, o el trauma los ha vuelto locos potencialmente o es simplemente que esta festividad convoca algo en sus espíritus. Yo creo que un poco de ambas cosas.

No obstante, es de agradecer la de veces que uno tiene que dejarse de tanta metafísica inútil para llevarse las manos a la cabeza al ver lo torpes que pueden ser algunos personajes. Es curioso porque las armas demuestran ser más útiles contra ellos mismos que contra el propio Michael. Por otra parte, el número de bajas es tan elevado que se pierde la cuenta y uno hace caso omiso a las desproporcionadas barbaridades que hacen los personajes para ponerse en peligro.

A los que la critican negativamente se les puede dar toda la razón, pero decir que una película que ha llegado a su entrega número 12 o 13 ha agotado su fórmula tal vez sea un poco obvio, pues yo creo que la fórmula nació agotada. No obstante, por muy vacía que esté la cajetilla, la gente sigue fumando. Halloween mata, pero no hacemos caso.