"Tomates verdes fritos" no es una comedia ni un melodrama lacrimógeno. Tampoco es una película de intriga ni de drama social. Sin embargo, consigue reunir todos estos aspectos y funcionar al mismo tiempo. Aunque las vueltas al pasado y la voz de Ninny como narradora pueden resultar recursos fáciles y cómodos, se presentan como necesarios y no perjudican en absoluto al conjunto global de la historia.

En cuanto a los temas que trata el largometraje de Jon Avnet se podría decir que el principal es la toma de conciencia del valor personal de cada uno y la no conformidad, reflejado en como la anciana Idgie, nexo de unión entre el pasado y el presente, influye en la vida de dos mujeres: Ruth y Evelyn. Ambos personajes tienen problemas en sus respectivos matrimonios, y gracias a la ayuda de Idgie logran sobreponerse y solucionarlos. Pero hay más. Hay racismo, hay religión, hay vejez, feminismo, rebeldía, muerte, vida, amor… Y todo ello encarnado en cuatro personajes. Cuatro interpretaciones sobresalientes y dirigidas de manera sublime. La fuerte relación entre la Idgie del pasado y Ruth ya se nos anticipaba antes de la muerte de Buddy, cuando ambas se cogen de la mano. Miradas y rostros emotivos que lo dicen todo y que se contrastan con las escenas más divertidas y memorables de la película, en las que Evelyn parece sufrir ataques de locura que la transforman en una nueva mujer.

Quizá no sea una de las mejores películas de la historia del cine, y puede que a muchos deje indiferente, pues no es que tenga nada especialmente original. Pero "Tomates verdes fritos" es única porque lo tiene todo y todo en su sitio. Es simplemente encantadora.