Crítica escrita tras ver las dos primeras temporadas.
Esta serie representa una curiosa vuelta de tuerca a la guerra fría en los años 80.
Sus protagonistas son soviéticos infiltrados a semejanza de las actuales células durmientes, totalmente integrados en la vida cotidiana y en el sueño americano.
Se combinan las tramas de espionaje con las relaciones familiares. Para mi gusto hubiera estado mejor que le dieran más peso a las intrigas que a la interacción entre los personajes, pero con todo, no es una serie aburrida de las que hay tantas.
Destaca bastante Keri Russell, una aparente ama de casa que en realidad es capaz de cualquier cosa por cumplir sus misiones.
Entre los secundarios, está el vecino de la familia protagonista, interpretado por Noah Emmerich, que precisamente es agente del FBI. Esta situación causará más de un problema.
La ambientación es excelente. El vestuario, los coches y las casas reflejan perfectamente a la sociedad de esa época. Se agradece que no tengan artilugios espectaculares y tengan que apañarse con una tecnología que hoy ya vemos totalmente obsoleta.
El enfoque de la historia, que está hecha por americanos, es un poco predecible. Me refiero al cambio de mentalidad que tiene la pareja protagonista, porque aunque la serie no pone a los rusos como malvados absolutos, claramente tira para su tierra.
Echo en falta un poquito más de acción, que no abunda ni siquiera cuando trata de ponerse más emocionante.
Cada temporada tiene solo 13 episodios. Esto ayuda a que no se haga pesada, pues si fueran más largas, con el ritmo tan relativamente pausado que tienen los episodios, podría hacerse tediosa.
Es una serie que no pasará a la historia de la televisión, pero que se deja ver perfectamente. Hay series mucho peores (y aún así son más conocidas y tienen más éxito que esta).