Si no fuera por los tópicos y los clichés sobre la Rusia postzarista, diría que es una comedia brillante. Lástima que los guionistas y el genial Ernst Lubitsch hayan caído en esta trampa de las convenciones; posiblemente razonable a la luz del momento histórico en la que se grabó, pero que no soporta el tamiz del paso del tiempo, con el que todo se pondera. Subrayar que en aquella época, pensar que un ruso era una especie de soldado alienado contra el sistema capitalista era tan normal como para un hombre medieval decir que la tierra era plana o, sin ir más lejos, como en nuestros tiempos decir que todo árabe es un posible talibán.
Como comedia romántica la película tiene muchos elementos maravillosos, como por ejemplo, la química de los tres rusos (¿a nadie le recuerdan a tres hermanos muy conocidos?), la pareja protagonista –mención aparte a la Garbo, Dios me libre-, y numerosos sketches simpatiquísimos.
Sin embargo, como en estas obras maestras lo fácil en centrarse en lo bonito, en spoiler navegaré sobre las ciénagas.