¿Cuánto dolor emocional es capaz de soportar una persona? Una pregunta cuya respuesta se erige en la figura de Casey Affleck. Desgarrador, contenido y maravilloso en Manchester frente al mar, la película escrita y dirigida por Kenneth Lonergan.

Kenneth Lonergan no es muy prolífico en la dirección. Manchester frente al mar es su tercer trabajo desde que debutara detrás de las cámaras con Puedes contar conmigo. Y la senda de su opera prima es la que vuelve a explorar con su tercer largometraje -como Matthew Broderick, otra constante en su cine-. Otra vez la familia, las relaciones con la sangre y el pasado, pero en esta ocasión de una forma más bestial y arrolladora.

En el año 2000 se valía de Mark Ruffalo y Rory Culkin para ofrecernos una película emocionalmente preciosa. Diecisiete años después, Casey Affleck y Lucas Hedges cogen ese testigo, en una relación más madura, más hecha e igualmente más sentida. Unidos por la pérdida. Unidos por la supervivencia, lo cierto es que Lonergan escribe unos personajes maravillosos, con los que uno empatiza y a los que se quiere como si fueran nuestros.

La película, pues, se sustenta en un brillante guión y sus magníficos personajes. Pero su punto fuerte esta también en lo que no se cuenta, lo que no aparece en la pantalla pero sí en nuestra cabeza. En sus silencios, gestos y miradas. En esos poderosos flashback que son un valor añadido y una extraordinaria labor de montaje, rompiendo con la linealidad narrativa, y ejemplifican aquello de que somos recuerdos y sobre ellos gira la existencia.

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