Después de la fabulosa serie Juego de Tronos, todo valía. Así que, como ya tenían cautivo al público y era la oportunidad de expandir sus pensamientos feministoides, contrataron a Irene Montero y le dieron una sarta de millones y unos guionistas mayordomos para que expusiera, en el fabuloso Reino de Poniente, todas las chuminadas feministas y anti-hombre: Mujeres al poder, hombres retrasados o al servicio de las mujeres, objetos para la cama, niños repelentes (no las niñas), peticiones de perdones todo el tiempo, y bla, bla, bla sobre todo. Siempre, en el set del castillo, durante interminables conversaciones tele-novelescas, para ver que mujer ocupara el trono, cuando a ti ya te importa tres cojones. Sin acción, sin violencia, sin tramas secundarias, sin personajes reales, sin dragones, nada (hasta las mujeres normales se habrán dormido). Llegué hasta el 8 pero ójala no la hubiera empezado.