Aunque precisamente al infierno no va nuestro entrañable protagonista, que va; esta vez el personaje encarnado tantas veces por Chaplin se encaja en un paraje donde también se pasan penurias y la piel se quema, pero de frío en vez de calor.

Estamos a principios de siglo, y corren malos tiempos para el bolsillo y el estómago; así que como tantos otros, y empujado por el hambre y la necesidad, nuestro hombrecillo decide partir con su inseparable bastón y su bombín hacia tierras del norte donde la fiebre del oro parece haberse desatado. Pero detrás del sueño dorado se esconden tierras heladas y parajes escarpados donde la vida se hace aún más difícil si cabe, pues en ellas acecha el hambre, el frío y el hombre; porque un hombre dominado por el ansia de riqueza y un estómago vacío, es de todo menos un hombre.

Acompañando a Charlot en su pequeña odisea no podremos evitar esa sonrisa característica que nos despiertan siempre sus historias, mezcla de felicidad y algo de nostalgia; es casi imposible no reír con sus ocurrencias, o no sorprenderse con su ingenio; y es tan complicado no emocionarse con sus tristezas y su soledad... pero no crean que hay demasiado espacio para las penas en La Quimera Del Oro, no; aquí se ríe mucho más que se llora, aunque a mí personalmente me pone melancólico el trasfondo de todo lo que engloba a este personajillo de andares peculiares. Y es que un personaje que a pesar de ser tan pícaro cuando toca salvar el pellejo, es tan cándido cuando toca vivir y amar, me enternece. Tanto que uno da gracias a que exista el cine.

8´75 de nota. Soberbia, aunque no es su mejor película, y eso ya es un dato a la hora de valorar la obra de este monstruo del cine; incluso tiene dos o tres gazapos que a primera vista resaltan bastante. ¿Pero qué importa eso cuando uno disfruta tanto, y encima con tan poco?.

Tan "primitiva" como humilde y mágica. El cine solo gateaba y ya tocaba el cielo; paradojas de la vida.

A disfrutarla que ya tardan.