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Voto de Miquel:
8
6.6
1,575
Drama
Manuel Tur y Andreu Ramallo tienen diez años cuando la Guerra Civil llega a la isla de Mallorca. Su primer encuentro con la crueldad de la guerra se produce al ver cómo fusilan al padre de un amigo frente a la tapia del cementerio. Transcurridos diez años, Manuel y Ramallo vuelven a encontrarse en un sanatorio para enfermos de tuberculosis, situación que afrontan de manera diferente: Ramallo procura olvidar la enfermedad mientras que ... [+]
9 de mayo de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film ambientado en Mallorca, realizado por Agustí Villaronga (Palma, 1953). Adapta la novela autobiográfica de Blai Bonet (1926-1997) “El mar” (1958), según guión de Antoni Aloy, Biel Mesquida y el propio Villaronga. Se rueda en Mallorca (Bunyola, Biniali, Petra, Sencelles, Sant Joan, Santa Eugènia y Banyalbufar) y en Cataluña (Hospital de malalties del tòrax de Terrassa). Nominado al Oso de oro, gana el Manfred Salzberg Award (Fest. Berlín) y es nominado a dos Goya (fotografía y actriz revelación). Producido por Isona Passola para Massa d’Or Produccions, se proyecta por primera vez en público el 14-V-2000 (Fest. Berlín).
La acción dramática tiene lugar en Argelús, localidad rural ficticia de Mallorca, en 1936-37 y en el sanatorio antituberculoso de Caubet (Bunyola, Mallorca) en agosto de 1947. Los caracteres principales se presentan definidos con corrección y complejidad. Andreu Ramallo (Casamajor) es un joven vitalista, activo y bisexual, que roba, trabaja como contrabandista de tabaco americano, café y antibióticos (penicilina y estreptomicina) y se dedica a la prostitución. Manuel Tur (Bergonzini), de aspecto pálido y ojos grandes, es introvertido, reflexivo, tímido y frágil. Admira la vitalidad y desenvoltura de Andreu. Para huir de sus traumas e inseguridades, se refugia en la religión y la piedad. Francisca (Torrens) se ha hecho monja, movida por sentimientos de culpa y deseos de redención. Desde niña se siente atraída por Andreu. Es lista, sensata, ocurrente, juiciosa, leal, generosa y comprensiva.
La obra explora los efectos de la violencia de los mayores en la mente y en el alma de los menores y sus consecuencias inmediatas y a medio y largo plazo. No se detiene en análisis psicológicos ni en explicaciones de las cadenas causales. Se limita a mostrar hechos que en la mente del espectador se relacionan y enlazan de maneras diferentes y con resultados dispares o, incluso, contradictorios. El relato se desarrolla con intensidad y de modo inquietante y turbador. Provoca en el espectador un aluvión de emociones y sentimientos que se despliegan en un abanico que va de la compasión a la angustia. Esta se refuerza con imágenes que la potencian y amplían, como las del pozo seco, las de interiores de cuevas y grutas, las del cementerio y de la cripta de enterramientos, etc. Añade referencias a uno de los temas constantes del realizador, el quebrantamiento de la inocencia de los menores a manos de la crueldad y la brutalidad de los mayores.
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La acción dramática tiene lugar en Argelús, localidad rural ficticia de Mallorca, en 1936-37 y en el sanatorio antituberculoso de Caubet (Bunyola, Mallorca) en agosto de 1947. Los caracteres principales se presentan definidos con corrección y complejidad. Andreu Ramallo (Casamajor) es un joven vitalista, activo y bisexual, que roba, trabaja como contrabandista de tabaco americano, café y antibióticos (penicilina y estreptomicina) y se dedica a la prostitución. Manuel Tur (Bergonzini), de aspecto pálido y ojos grandes, es introvertido, reflexivo, tímido y frágil. Admira la vitalidad y desenvoltura de Andreu. Para huir de sus traumas e inseguridades, se refugia en la religión y la piedad. Francisca (Torrens) se ha hecho monja, movida por sentimientos de culpa y deseos de redención. Desde niña se siente atraída por Andreu. Es lista, sensata, ocurrente, juiciosa, leal, generosa y comprensiva.
La obra explora los efectos de la violencia de los mayores en la mente y en el alma de los menores y sus consecuencias inmediatas y a medio y largo plazo. No se detiene en análisis psicológicos ni en explicaciones de las cadenas causales. Se limita a mostrar hechos que en la mente del espectador se relacionan y enlazan de maneras diferentes y con resultados dispares o, incluso, contradictorios. El relato se desarrolla con intensidad y de modo inquietante y turbador. Provoca en el espectador un aluvión de emociones y sentimientos que se despliegan en un abanico que va de la compasión a la angustia. Esta se refuerza con imágenes que la potencian y amplían, como las del pozo seco, las de interiores de cuevas y grutas, las del cementerio y de la cripta de enterramientos, etc. Añade referencias a uno de los temas constantes del realizador, el quebrantamiento de la inocencia de los menores a manos de la crueldad y la brutalidad de los mayores.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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La violencia se hace presente a lo largo de las diversas etapas de la historia. Se la ve a través de sus consecuencias físicas (heridas, sangre, manchas, golpes…), los medios con los que se aplica (mosquetones, pistolas, bendas, cuerdas, navajas, tijeras …), referencias simbólicas (lápidas, nichos, noche, fondo del mar, celuloide que se quema …), representación en imágenes (crucifijos, planos de detalle de los mismos …), objetos de tortura y penitencia (cilicio), noticias luctuosas (la muerte de Manolete, el 28-VIII-1947, que conmocionó al país), las obsesiones del chico por la Pasión y la crucifixión, etc. También se presentan, bastante atenuadas, escenas hirientes que la visualizan directamente o a través de los preparativos inmediatos que la preceden. En alguna ocasión la escena adopta los recursos tópicos y la estética bizarra de una secuencia de película de terror. En el film mueren 14 o 15 personas, tantas como en las películas clásicas de cine negro americano.
La narración es realista, sin obviar crudeza. En algunos momentos lleva el realismo a formas casi expresionistas, mientras en otros opta por soluciones hiperrealistas. Se complace en la presentación de expresiones que, aunque no lo parezcan, son realistas, como la visión exageradamente plácida de la vida de trabajo en Argelús, la contribución del bosque y del monte bajo a la visión seductora y confortable del paisaje, las imágenes imponentes de la costa y del mar, las sorprendentes escenas de amor, el desmesurado cromatismo natural de las marinas mediterráneas, la referencia oportuna y pertinente al contrabando, etc. Contrasta el universo sereno y paradisíaco de la isla, con el drama interior de unos jóvenes atrapados en una lucha sin tregua contra la enfermedad, los traumas de la infancia, los deseos de vivir, la represión sexual y emocional, las dificultades de integración social y laboral, los problemas de comprensión del mundo que les rodea y condiciona.
La banda sonora, de Javier Navarrete (“El laberinto del Fauno”, del Toro, 2006), de 55 minutos de duración, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Praga, comienza con intensidad y contundencia para dar paso a continuación a melodías descriptivas que aportan texturas dramáticas, trágicas, religiosas (música de órgano), de exaltación del paisaje, fatalistas, desoladoras, etc. El tema principal es lírico y melancólico. La fotografía, de Jaume Perecaula (“El niño de la luna”, 1989), colaborador habitual del realizador, crea composiciones de una visualidad atractiva, cautivadora y conmovedora, que sujeta la mirada. Abundan los pasajes oscuros, las imágenes opresivas, los ambientes siniestros, las sombras tenebrosas. El plano final aporta un toque de leve y hermosa ambigüedad.
La película es interesante por su vigor narrativo, su claro antibelicismo, la contundente denuncia que hace de la violencia, su opulencia realista y los trazos calculadamente exagerados con los que a veces la representa.
La violencia se hace presente a lo largo de las diversas etapas de la historia. Se la ve a través de sus consecuencias físicas (heridas, sangre, manchas, golpes…), los medios con los que se aplica (mosquetones, pistolas, bendas, cuerdas, navajas, tijeras …), referencias simbólicas (lápidas, nichos, noche, fondo del mar, celuloide que se quema …), representación en imágenes (crucifijos, planos de detalle de los mismos …), objetos de tortura y penitencia (cilicio), noticias luctuosas (la muerte de Manolete, el 28-VIII-1947, que conmocionó al país), las obsesiones del chico por la Pasión y la crucifixión, etc. También se presentan, bastante atenuadas, escenas hirientes que la visualizan directamente o a través de los preparativos inmediatos que la preceden. En alguna ocasión la escena adopta los recursos tópicos y la estética bizarra de una secuencia de película de terror. En el film mueren 14 o 15 personas, tantas como en las películas clásicas de cine negro americano.
La narración es realista, sin obviar crudeza. En algunos momentos lleva el realismo a formas casi expresionistas, mientras en otros opta por soluciones hiperrealistas. Se complace en la presentación de expresiones que, aunque no lo parezcan, son realistas, como la visión exageradamente plácida de la vida de trabajo en Argelús, la contribución del bosque y del monte bajo a la visión seductora y confortable del paisaje, las imágenes imponentes de la costa y del mar, las sorprendentes escenas de amor, el desmesurado cromatismo natural de las marinas mediterráneas, la referencia oportuna y pertinente al contrabando, etc. Contrasta el universo sereno y paradisíaco de la isla, con el drama interior de unos jóvenes atrapados en una lucha sin tregua contra la enfermedad, los traumas de la infancia, los deseos de vivir, la represión sexual y emocional, las dificultades de integración social y laboral, los problemas de comprensión del mundo que les rodea y condiciona.
La banda sonora, de Javier Navarrete (“El laberinto del Fauno”, del Toro, 2006), de 55 minutos de duración, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Praga, comienza con intensidad y contundencia para dar paso a continuación a melodías descriptivas que aportan texturas dramáticas, trágicas, religiosas (música de órgano), de exaltación del paisaje, fatalistas, desoladoras, etc. El tema principal es lírico y melancólico. La fotografía, de Jaume Perecaula (“El niño de la luna”, 1989), colaborador habitual del realizador, crea composiciones de una visualidad atractiva, cautivadora y conmovedora, que sujeta la mirada. Abundan los pasajes oscuros, las imágenes opresivas, los ambientes siniestros, las sombras tenebrosas. El plano final aporta un toque de leve y hermosa ambigüedad.
La película es interesante por su vigor narrativo, su claro antibelicismo, la contundente denuncia que hace de la violencia, su opulencia realista y los trazos calculadamente exagerados con los que a veces la representa.