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Voto de Miquel:
7
7 de marzo de 2011
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama romántico realizado por Richard Quine (“Un extraño en mi vida”, 1960). El guión, de John Patrick, se basa en la adaptación al teatro, hecha por Paul Osborn, de la novela “The World of Suzie Wong” (1957), del autor británico Richard Mason, que vierte en ella la experiencia de varios años de residencia en Hong Kong. Se rueda en Hong Kong y en los MGM-British Studios (Borehamwood, Inglaterra). Es nominado a dos Globos de oro (película drama y música original). Producido por Hugo Perceval para World Enterprises/Paramount, se presenta por primera vez en público el 10-XI-1960 (NYC, NY).
La acción dramática tiene lugar en 1960 en la entonces colonia británica de Hong Kong. El protagonista Robert Lomax (Holden), arquitecto americano, de unos 40 años, se ha tomado un año sabático para dedicarse a la pintura lejos de su país y posiblemente lejos de algunos de sus problemas. La protagonista, Suzie Wong (Kwan), es una joven y atractiva muchacha china, de unos 20 años, que trabaja como prostituta en un bar de contactos del barrio de Wan Chai. El film desarrolla una historia de amor entre dos personas muy dispares: son de etnias diferentes, desigual formación, edades distantes y culturas heterogéneas. Defiende que el amor verdadero entre dos seres humanos no conoce barreras ni obstáculos naturales. Critica los prejuicios étnicos y las actitudes hipócritas de quines piensan y actúan de manera diferente.
El relato trata de aprovechar la fascinación que ejerce Oriente sobre el mundo occidental desde tiempos remotos y que entre 1930 y 1960 da lugar a un conjunto numeroso de películas de ambientación china u oriental, como “El expreso de Shanghai” (Sternberg, 1932), “El embrujo de Shanghai” (Sternberg, 1941), “Las llaves del reino” (Stahl, 1944), “La colina del adiós” (King, 1955), “Sayonara” (Logan, 1956), “El albergue de la sexta felicidad” (Robson, 1958) y otras muchas. También trata de beneficiarse de la aceptación popular del amor que no conoce fronteras y que, contra viejos prejuicios, se da entre personas de diferentes edades, culturas, etnias, lengua, etc. Defiende la dignidad de la maternidad fuera del matrimonio y la igualdad de los hijos antes llamados legítimos y naturales. Las tesis liberales que la película sostiene en este y otros puntos sirven al realizador para denunciar la ambigüedad y las contradicciones que sostiene en estos casos una parte de la sociedad americana dominante.
La historia que se desarrolla es bastante comercial, trillada y complaciente. No hace falta un gran trabajo de análisis para descubrir la intencionalidad comercial de algunas de sus propuestas y la búsqueda del éxito popular por encima de cualesquiera otras intenciones. Se incorporan algunos pasajes destinados a conmover el sentimentalismo de parte del público mediante algunas escenas tan prolongadas que provocan irritación.
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La acción dramática tiene lugar en 1960 en la entonces colonia británica de Hong Kong. El protagonista Robert Lomax (Holden), arquitecto americano, de unos 40 años, se ha tomado un año sabático para dedicarse a la pintura lejos de su país y posiblemente lejos de algunos de sus problemas. La protagonista, Suzie Wong (Kwan), es una joven y atractiva muchacha china, de unos 20 años, que trabaja como prostituta en un bar de contactos del barrio de Wan Chai. El film desarrolla una historia de amor entre dos personas muy dispares: son de etnias diferentes, desigual formación, edades distantes y culturas heterogéneas. Defiende que el amor verdadero entre dos seres humanos no conoce barreras ni obstáculos naturales. Critica los prejuicios étnicos y las actitudes hipócritas de quines piensan y actúan de manera diferente.
El relato trata de aprovechar la fascinación que ejerce Oriente sobre el mundo occidental desde tiempos remotos y que entre 1930 y 1960 da lugar a un conjunto numeroso de películas de ambientación china u oriental, como “El expreso de Shanghai” (Sternberg, 1932), “El embrujo de Shanghai” (Sternberg, 1941), “Las llaves del reino” (Stahl, 1944), “La colina del adiós” (King, 1955), “Sayonara” (Logan, 1956), “El albergue de la sexta felicidad” (Robson, 1958) y otras muchas. También trata de beneficiarse de la aceptación popular del amor que no conoce fronteras y que, contra viejos prejuicios, se da entre personas de diferentes edades, culturas, etnias, lengua, etc. Defiende la dignidad de la maternidad fuera del matrimonio y la igualdad de los hijos antes llamados legítimos y naturales. Las tesis liberales que la película sostiene en este y otros puntos sirven al realizador para denunciar la ambigüedad y las contradicciones que sostiene en estos casos una parte de la sociedad americana dominante.
La historia que se desarrolla es bastante comercial, trillada y complaciente. No hace falta un gran trabajo de análisis para descubrir la intencionalidad comercial de algunas de sus propuestas y la búsqueda del éxito popular por encima de cualesquiera otras intenciones. Se incorporan algunos pasajes destinados a conmover el sentimentalismo de parte del público mediante algunas escenas tan prolongadas que provocan irritación.
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Los diálogos, traducidos con deficiencias, lastran la brillantez de la obra e impiden más que facilitan la adecuada comprensión del desarrollo dramático. Es simpático, aunque escaso, el salpicado de humor que rodea las intervenciones del propietario del hotel. Los diálogos de Wong con sus compañeras de profesión son para escucharlos con los oídos abiertos de par en par.
La fotografía, de Geoffrey Unsworth (“Becket, 1964), construye imágenes hermosas y gratas de la ciudad, a la que convierte en lo que algunos califican como el tercer protagonista del film. No alcanza el mismo nivel en las escenas de la tempestad y sus consecuencias, filmadas en estudio, que pecan de barullo, confusión y estatismo. Son excelentes, por el contrario, las imágenes que acompañan los títulos de crédito con la llegada de Lomax a Hong Kong.
La banda sonora, de George Dunning (“El submarino amarillo”, 1968), se inicia con el tema principal, el tema de amor, atractivo y de notable belleza. Añade cortes jazzísticos en el bar y de acompañamiento diegético en otras ocasiones. La banda sonora suele ser citada como una de las más significativas de las de temática oriental compuestas en Hollywood por autores occidentales.
Los diálogos, traducidos con deficiencias, lastran la brillantez de la obra e impiden más que facilitan la adecuada comprensión del desarrollo dramático. Es simpático, aunque escaso, el salpicado de humor que rodea las intervenciones del propietario del hotel. Los diálogos de Wong con sus compañeras de profesión son para escucharlos con los oídos abiertos de par en par.
La fotografía, de Geoffrey Unsworth (“Becket, 1964), construye imágenes hermosas y gratas de la ciudad, a la que convierte en lo que algunos califican como el tercer protagonista del film. No alcanza el mismo nivel en las escenas de la tempestad y sus consecuencias, filmadas en estudio, que pecan de barullo, confusión y estatismo. Son excelentes, por el contrario, las imágenes que acompañan los títulos de crédito con la llegada de Lomax a Hong Kong.
La banda sonora, de George Dunning (“El submarino amarillo”, 1968), se inicia con el tema principal, el tema de amor, atractivo y de notable belleza. Añade cortes jazzísticos en el bar y de acompañamiento diegético en otras ocasiones. La banda sonora suele ser citada como una de las más significativas de las de temática oriental compuestas en Hollywood por autores occidentales.