Finch es como un monólogo de teatro larguísimo llevado al cine. Me imagino a Tom Hanks hablando al vacío para que luego un grupo de programadores le añadan un robot, más primitivo en construcción que los de Blade Runner, pero con una capacidad evolutiva que si dura otras dos horas la película nos descubre el origen del universo y pasa a Shakespeare a segundón de la literatura.
No consigo descifrar ni de qué va ni a dónde quiere llegar. Más simple que el Reader's Digest.
Y para eso el Equipo A multiespecie que la protagoniza dispone de un taller y un camión con más contenido que el bolso de Mary Poppins, aunque terminamos la película sin saber el combustible que usa.
Película para que Tom Hanks engorde su cuenta corriente y espere propuestas serias. Olvidable.