Pero se queda en intento. Muy llevadero, por cierto. Escaso de originalidad, también. Pero cumple sobradamente su propósito, que, anulado el primero (satirizar el mundo del Gran Hermano de los cojones), no es sino entretener. No seré yo quien le ponga pegas a eso. No obstante...

¿Qué ha sido del fino humor inglés que todo lo puede? ¿Dónde queda el buen hacer anglosajón al parodiar cualquier tema con una solvencia insospechada? ¿Dónde el cachondeo inteligente? Porque aquí se limita a tres apuntes y gracias. Y es una verdadera lástima, porque no me dirán que el material de base no es bueno. Desde luego, si hay alguien que odie los subproductos televisivos de semejante calado y calaña, ése soy yo, que tengo que aguantar cómo mis dos adorables hermanas, no sé si aburridas e inconscientes o gilipollas de remate, se tragan cuanto la caja de los huevos les ofrece en sus inanes y desechables programas. Y si existe un ejemplo de putrefacción ése es Gran Hermano y sus infames secuelas (¡que ya llevamos 12!)... lo que me hace preguntarme si acaso el mundo no se estará yendo a la mierda como más de uno predice o si, simplemente, nuestro gusto es tan dudoso y de mal gusto, valga la redundancia, para aplaudir como borregos el que nos tomen por absolutos gilipollas, una y otra vez. Pandilla de hijos de puta -perdón, tenía que decirlo.

El caso es, amigos, que siempre vendrán aquellos que se hacen llamar periodistas (puaj) a contarnos las actualizadas y alocadas aventuras de estos exponentes ¿humanos? una vez fuera de plató, como si la vida no fuera con ellos y ésta se redujera a pasear sus vergüenzas, que a nadie deberían importar, por las parrillas de lo que debiera ser un servicio público.

Así nos va...

¡Al paredón!