Un hombre con un matrimonio acabado, que de repente enloquece o realiza los actos que siempre deseo, eso Mamet lo deja a la libre interpretación.

Lo malo con esta película como con casi todas las historias de Mamet es que se sostiene demasiado en la violencia, y en un vitalismo perverso que las vuelve monótonas, además sus protagonistas son omnipresentes, haciendo de los secundarios meros soportes que están ahí para escuchar los monólogos de Edmon, y actuar de cierta forma para que él se vuelva violento, ya sea por una frase o una mirada.
Los últimos minutos están sobran, de hecho creo que la película sería mucho mejor sin la secuencia final.

Excelente como siempre William H. Macy, el resto no esta a la altura de sus personajes.