La mayoría de las veces que Hollywood toca temas delicados, como son los problemas mentales (de cualquier tipo), depende mucho de el director y del guión, pero salvo destacables excepciones, casi todas son películas empalagosas, cursis, y frívolas, esta lamentablemente entra entre las segundas.

La película vale la pena ser vista por las interpretaciones de Sean Penn, Michelle Pfeiffer, y Dianne Wiest que de lejos son los que logran darle consistencia y veracidad a las escenas más cursis, los golpes bajos y la recarga melodramática innecesaria.