Tocho de película que rememora las novelas de mil páginas tipo culebronas acerca de famosas plantaciones que conllevan enemistades entre los propietarios, más líos amorosos y familiares. En este caso la larguísima historia, aliñada con una musiquita melodiosa que no está mal, no ocupa generaciones enteras, sino que empieza con la llegada de Parrish a la casa de Karl Malden, un viudo terrateniente que se ha casado con su madre (con la de Parrish, no con la suya propia).

Karl Malden es el dueño de la principal plantación de tabaco de la comarca. Podemos suponer que fuma por tanto grandes puros, pero lo mejor son los grandes puros que mete al primero que se encuentra.

Yo me pongo del lado de Karl porque es un actor impecable que me entusiasma, sea su papel el que sea, y porque Parrish es un personaje íntegro que no necesita a nadie, pero llega siendo un niño bonito y poco más.

La película se salva por la fuerza de actuación de Karl Malden y Claudette.