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Voto de Vivoleyendo:
8
Bélico. Drama Película de encargo para celebrar el 40 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Relata, a través de los ojos de un niño progresivamente endurecido por el sufrimiento, la matanza sistemática de los habitantes de las aldeas bielorrusas, más de 600, durante la guerra. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2010
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando al régimen soviético le quedaban apenas seis años para expirar, aún tenía algunos coletazos como los del afán propagandístico. A los cuarenta años de la derrota definitiva de Alemania y sus aliados, le fue encargada a Elem Klimov una película que conmemorase el aniversario. Sin medias tintas. El horror nazi había de ser puesto en evidencia una vez más, cuatro décadas más tarde, por si a la gente se le ocurría empezar a olvidar. Cuarenta años es mucho tiempo y las nuevas generaciones, las que no estuvieron allí, debían saber. Era preciso que los ecos del infierno llegaran hasta los afortunados que nacieron después. Que captaran, siquiera en la ficción, la sombra de los lamentos que una vez fueron de verdad, y del odio que resquebrajó el mundo.
El producto resultante fue un puro grito de desesperación y de rabia de un niño que se hace viejo. Los desorbitados ojos del inocente, enfundado en un traje que le viene infinitas tallas grande como es el de la guerra, contemplan más de lo que se puede concebir. El mayor acierto de este documento-testimonio de ficción es el de permitirnos mirar, oír, escuchar como lo haría ese chico. Su desencajada mirada es apenas capaz de procesar la carnicería, la hecatombe. Un espectáculo de locura golpea sus pupilas, mientras el suelo ya ha dejado de sostener sus pies, un suelo que se hunde dejándolo suspendido en un vacío horripilante en el que todo lo que conocía se ha aniquilado. Es como si flotara en una niebla muy gris y espesa que embota sus sentidos, las imágenes de la muerte y de la mayor degradación se deslizan con lentitud, los sonidos se oyen como detrás de una tela gruesa. El sistema nervioso, en una reacción titánica de autoprotección que trata de sustraerse al colapso absoluto al que está amenazado, inicia un urgente proceso de insensibilización temporal. Florya asiste al circo del espanto con los síntomas de esa estupefacción con la que su propio cerebro lucha por salvar la cordura que le queda. El organismo es muy sabio. Cuando la información del exterior es demasiado para un ser humano, cuando la amenaza supera su capacidad, su cuerpo erige una reacción de barrera. Ralentiza el pensamiento, disminuye las sensaciones, dispara la adrenalina para que el instinto actúe por su cuenta. Insensibiliza en lo posible las capas superficiales, el raciocinio, y saca las pulsiones profundamente primitivas. Cuando el terror acecha, nos reducimos a poco más que carne aullando por sobrevivir.
Florya ve tantas cosas innombrables (el horror nunca tiene bastantes nombres ni adjetivos) que en él se instala la vejez de toda la humanidad. Su joven rostro deja ser infantil, se cubre de arrugas, ojeras y pliegues, es un rostro demacrado que no recobrará la lozanía, porque ya no podrá recordar que hubo una vez un tiempo de inocencia.
Vivoleyendo
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