Espectacular superproducción de entretenimiento de las que la industria de Hollywood suele producir a lo largo de cada año.
Historia épica de jóvenes intrépidos, magia, una estrella caída, hechiceras y aspirantes a un trono vacante, adaptada de una novela de Neil Gaiman y Charles Vess. Nada nuevo que ofrecer. Las fórmulas de siempre, pero con una salvedad: el sentido del humor que tiñe casi cada escena y la sensación de que los realizadores no se han dado ínfulas de pretender hacer la superproducción del año. Y no porque hayan ahorrado en vistosidad y efectos especiales por doquier, sino porque es uno de esos largometrajes en los que se advierte que todo el equipo se lo ha pasado bomba. Desde el director hasta el último de los extras, todos se han divertido y han disfrutado como niños participando en este proyecto. Se nota que se ha favorecido el buen clima entre los actores, por encima de otras consideraciones, sin exigirles un esfuerzo supremo. Aquí ninguno de ellos ha interpretado precisamente el papel de sus vidas y lo han aceptado a sabiendas, pero se lo han tomado como ese relajo que muchos ases en esto de la farándula se toman de vez en cuando. Que no todo en esta vida ha de ser tragedia, drama estentóreo o papelazos de quitar el hipo. A veces quizás es bueno bajarse del pedestal y desconectar un poco de tanta intensidad, tomando parte en obras menores como la presente. Y lo cierto es que ese clima ha favorecido mucho toda la trama, y no sólo no ha contribuido a disminuir mi apreciación de algunas grandes figuras, sino que las ha hecho más humanas y más humildes a mis ojos. El humor desplegado, a menudo negro, pero sobre todo natural, elimina todo dramatismo, que suele ser un imperante de las historias épicas. Vaughn elude el camino del drama dejando muy claras sus intenciones de rodar un producto destinado a lo que es obvio: entretener y distraer al respetable de su rutina.
Aparte de los rasgos mencionados, que son los que más encanto ofrecen, lo demás no es nada nuevo bajo el sol. Fotografía grandilocuente plagada de efectos visuales, banda sonora al estilo épico con orquesta sinfónica a la que se le sacan grandiosos registros, y un guión tan previsible como el que más.
Pese a todo, reconozco que soy una romántica incurable y me ha gustado la historia de la estrella caída a la tierra, a la que todos persiguen para saciar ambiciones y deseos propios. Una estrella que nunca brilla con tanto esplendor como cuando las flechas de Cupido la atraviesan. Mira por dónde, feliz San Valentín para todos aunque sea con algo de retraso.