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Voto de Vivoleyendo:
10
Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
23 de septiembre de 2018
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias de amor como esta se han contado miles de veces, así que supongo que uno de los motivos por los que insistimos en verlas es porque en cada una esperamos que nos sorprendan con algo. Contemplar formas distintas de desarrollarlas. O simplemente porque nos gustan las buenas historias de amor y tenemos la esperanza de encontrarlas en esas películas que tenemos ahí pendientes. O las vemos porque cualquiera que alimente los sueños de Mia y Sebastian podría ser ellos y nos pica el gusanillo de ver si se hacen realidad. O da igual que nuestros sueños sean distintos a los suyos. Yo nunca he querido ser actriz y no sé tocar ni el tambor, pero me he metido en ese Los Ángeles luminoso en el que no he estado jamás, he cantado y bailado con ellos, he sentido su miedo al fracaso y he vivido los pasos de su relación.
Lo bonito es vivir cada historia como algo nuevo. Y aunque en todas haya lugares comunes, también hay detalles que las hacen únicas.
Aquí no se ha inventado nada en cuanto a actuación, fotografía, tipo de música, guión... Pero esta película me parece preciosa de principio a fin. Equilibra maravillosamente los números musicales, los pequeños toques de fantasía y la vida corriente. Para mí, dos actores que interpretan con tanta naturalidad como Stone y Gosling (sobre todo ella) a dos personas de gran talento no reconocido que se tropiezan con las miserias de cada día en la gran ciudad, pero que luchan por superarlas a través de ese amor que empieza con mal pie (como empiezan tantas relaciones), me demuestran que son grandes actores, muy grandes. Emma en especial es increíble. Te das cuenta de que no es una belleza, ni tiene un físico portentoso, pero esos ojos enormes, demasiado enormes en esa carita, esa boca sensible y esos movimientos gráciles transmiten... Todo. Observas sus expresiones y sabes cómo Mia se siente en cada momento. Atisbas el instante exacto en que empieza a gustarle el jazz que antes odiaba. Captas esa frustración casi asesina de sus audiciones en las que su talento se desperdicia delante de una panda de idiotas que no hacen más que chatear por el móvil o interrumpir entrando y saliendo de la sala. Te aburres con ella soberanamente en esas lujosas fiestas donde sus amigas la arrastran con la esperanza de llamar la atención de algún cazatalentos. Notas esa sensación de ahogo cuando una está atrapada en un sitio en el que no desea estar. La alegría y la libertad de estar donde sí se quiere estar.
La tristeza de lo que nunca se tendrá.
Nadie se detiene a leer la letra pequeña. Ningún cartel te avisa de que muchos sueños, aunque no cuesta nada tenerlos, cobran peaje cuando llegas a la autopista, y una vez que has pagado y se abre la barrera, ésta se cerrará detrás de ti para siempre y ya no podrás volver. Seguirás adelante y un día, cuando mires atrás, se desplegará ante ti lo que probablemente podrías haber sido. Eso ya nunca lo sabrás.
A pesar de todo, seguiremos soñando. No importa cuáles sean nuestros sueños. Lo importante es tener alguno. Aunque nos cobren un ojo de la cara en el peaje.
Ese es el mensaje de “La La Land”.
Vivoleyendo
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