La primera vez que la vio, mi madre dijo “tiene los ojos tristes”, y yo coincido. Hasta cuando sonríe, su mirada traspasa de melancolía. Es una detective que vive para su trabajo, entregada a desenterrar casos no resueltos. En los episodios que he visto (es una de esas series en las que puedes ver los capítulos sueltos, sin tener que seguir un orden, porque cada uno cierra una historia, aunque las tramas de fondo de los protagonistas están también ahí, difusas) no he llegado a saber nada sobre la vida personal de Lilly Rush. Ese aire de tristeza, determinación y misterio que la envuelve engancha. Creo que lo mejor de la serie es la amplia variedad de casos y épocas que aborda, y el modo en que te hace observar las múltiples caras de la condición humana, tantas de ellas crueles, pero también otras muy alentadoras.
Cada vez que se cierra un caso y escriben “CLOSED” en esas cajas blancas que descansarán en el sueño taciturno de las vidas truncadas, la detective de los ojos tristes se despedirá con su leve sonrisa trágica, como si viera a esas personas vivas una vez más antes de que el olvido se las trague definitivamente, y estás seguro de que ella no las olvidará, las recordará una por una, porque tiene algo especial en esa mirada barrida por la pena, la compasión y la nostalgia.