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Voto de Vivoleyendo:
7
Romance. Drama La familia Recchi pertenece a la gran burguesía industrial lombarda. Viven en Milán, en una lujosa casa, pero las relaciones entre ellos son frías y distantes. Eduardo Tancredi, su mujer Emma (Tilda Swinton), una inmigrante rusa plenamente integrada en la cultura milanesa, sus hijos Elisabetta, Edoardo y Gianluca, así como los abuelos, componen el círculo familiar. El joven cocinero Antonio, ajeno a este mundo, condensa sus emociones en ... [+]
19 de abril de 2011
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salones y corredores amplios, techos altos, diáfanos ventanales, decoración elegante, trajes de diseño, un linaje de la cúspide social milanesa… Y Emma, que ni siquiera se llama así en realidad, es una sombra alta y pálida, suave, afable, silenciosa, observadora, esposa ejemplar, madre atenta, nuera prudente, señora amable, anfitriona detallista. Una rutina cómoda en la que se desliza sin grandes vaivenes, sin intensos sufrimientos, ni rutilante felicidad. Flota en las aguas calmas de su suntuoso estanque, aguas tibias, ni frías ni calientes. Desconoce que se encuentra en una prolongada fase de letargo. Está aguardando algo y no sabe qué es.
Su marido y su hijo mayor afrontan el importante momento de coger las riendas de la industria textil de la dinastía, porque el patriarca del clan Recchi ya está viejo y enfermo. Su hija está descubriendo las verdades de sus propios sentimientos. Su hijo menor es un chico tranquilo y encantador. Las sirvientas de la mansión son ya parte de la familia. Se suceden los eventos sociales típicos de los altos linajes, fiestas, celebraciones.
Y en este oleaje previsible y confortable, aparece sin avisar un rayo que desencadena la pasión, como cuando la atmósfera se carga de electricidad al anunciarse tormenta. Antonio es un joven cocinero parco en palabras, cuyo lenguaje es el del paladar y los sentidos. Consigue la alquimia de concentrar en un plato un huracán de sensaciones. Y Emma, tan sensata y correcta, recibe la corriente que se transmite por sus papilas gustativas, el volcán que Antonio esconde, tan afín al suyo, porque ella ha nacido para sentir vértigo como cuando se salta a un abismo, y acaba de darse cuenta.
Ya sobran los salones y corredores amplios, los techos altos, los diáfanos ventanales, la decoración elegante, los trajes de diseño y los linajes. Sobran las tonterías superfluas, como oponerse a que sus hijos busquen sus maneras de ser felices. Ella comprende y no juzga. Tal y como ella tiene su mundo interior, defendido con uñas y dientes en la apariencia de su vida de muñeca de escaparate, Emma alienta el de quienes la rodean, porque siempre ha comprendido lo imprescindibles que son los secretos, los misterios que sólo pertenecen a uno mismo.
Y ahora lo entiende más que nunca.
El argumento y el guión no son tan relevantes como las atmósferas. Es cine sensorial y sentimental. Tilda Swinton lo borda, perfila el instante en que la discreta mujer florero se inflama y pasa a ser una flor que se abre en la lujuria de sus pétalos recién extendidos.
Toda la vida podría ser como Emma, la flor dormida que espera la llegada de su primavera.
Vivoleyendo
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