El destino juega a confabularse para unir las trayectorias de tres familias en una historia doliente, plena de actualidad y de convulsión, que podría estar sacada de la misma realidad. Y, al mismo tiempo, dotada de ese toque en el que una casualidad casi sobrenatural parece haber sido atraída expresamente para conseguir que las vidas de los protagonistas se crucen, directa o indirectamente, y darles un giro de ciento ochenta grados.
De nuevo Fatih Akin hojea las páginas del nexo que une a Alemania y Turquía y construye una trama de culturas en un complicado proceso de convivencia, de avances y de retrocesos. Con su aguda y crítica cámara, se introduce en ambientes bullentes, a la vez corrientes y exóticos, en los que no se sabe dónde empieza lo turco ni dónde termina lo alemán. Mete el dedo en la tierra de nadie para escarbar y sacar a la luz los avatares de unas personas que pertenecen a ambos lados y a ninguno. Acostumbradas a caminar entre aguas limítrofes.
Y también es la historia cruda y natural de varios seres que, ya sea por actos imprudentes, por mala suerte, por amor y por cargos de conciencia afrontan los momentos más crueles. Esta es una película sobre la más dura de las pruebas por las que tienen que atravesar.
Tenemos, por un lado, a un anciano de origen turco y a su hijo, residentes en Alemania, cuyos caminos se encuentran con el de una mujer también turca cuya pena secreta es la gran distancia que existe entre ella y su hija... Distancia que tal vez sea imposible salvar. Tras la muerte de la mujer en trágicas y desafortunadas circunstancias (yo odié al anciano), se abre una brecha entre el padre y el hijo y éste, abatido por el rencor y el despecho, toma la decisión de marcharse a Turquía para buscar a la hija de la fallecida y ofrecerle su ayuda.
Por otro lado, tenemos a la muchacha. Es una activista política en Estambul y forma parte de una organización terrorista que reivindica los derechos y las libertades fundamentales del pueblo llano. Las abismales diferencias sociales en Turquía dan lugar a una comunidad convulsa y conflictiva, y Akin muestra sin tapujos los grandes contrastes de un Estambul que, como el resto del país, se revuelve inquieto mientras avanza con grandes tropiezos hacia la Unión Europea.
Ayten, la chica, perseguida por la policía, huye a Alemania, donde conoce a Lotte... Quien estará dispuesta a seguirla hasta el fin del mundo.
Lotte y su madre son las únicas en la película que no tienen ascendencia turca. Y sentiremos la inquietud de esa madre que teme por su hija enamorada.