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Voto de Karlés Llord:
8
Drama. Fantástico La película comienza con una premisa: un estudiante debe salir de Francia pues ha cometido una ilegalidad; entonces un marinero le ofrece su puesto en un buque mercante que está por zarpar, pero a cambio de que escuche su historia. A partir de ahí, el relato no arranca verdaderamente, sino que explota, estalla en múltiples relatos de la vida del marinero y sus encuentros con diversos personajes: un ciego, una bailarina, un hombre de 90 ... [+]
6 de noviembre de 2012
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta debería de ser una película de culto. Quizás lo es, para algunos pocos buscadores de cine fuera de los circuitos o fuera de la cultura oficial o, más aún, fuera de los círculos de la inquisición canónica de la Crítica adelantada o la crítica pedestre. Una película nacida como una flor rara en los extramuros del Cine visible y, sin embargo, palpitante en su centro.

Si el arte de narrar con magia y encanto es aún una premisa del cine de culto, Las tres coronas del marinero debería estar entre las mejores películas de los últimos 50 años. Tarantino la aplaudiría. Una película de 1983 que todavía no posea ninguna crítica en FA es algo que debería llamar la atención. A mí me atrae el hacer su crítica porque es una de mis películas favoritas, la película de un director que conoce el arte chino de contar sueños y de contar historias en sueños, con la lucidez de un soñador lúcido.

Como muchas películas de Ruiz -sobre todo La recta provincia, serie de TV que recuenta la vida del campo chileno en clave mitológica, basándose en el arte de narrar de los novelistas clásicos chinos-, esta es una cinta que envuelve e inquieta, que produce la sensación de que el cine está naciendo de nuevo en cada imagen; una película que habla de los viajes, siendo ella misma un viaje. Una película que habla del poder de la culpa y de la aflicción, y que es un muestrario vivo de las apetencias, las ilusiones y las insensateces humanas. Una película que nos enseña que los mitos mueren y resucitan. Y, sobre todo, que nuestra vida vale bien poco sin el condimento indispensable de los mitos, de los sueños, de las fantasías de la infancia recuperada.
Karlés Llord
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