Si Buñuel viese en que se han convertido sus Olvidados, si viera que buena excusa tiene la oligarquía para aniquilar a los que están fuera y si viera finalmente que fácil es granhermanizar no sólo la pequeña pantalla sino también la grande, creo que se mearía de la risa.
Obra incompleta, pero con atmósfera y cierta densidad emocional, que si bien no cuaja totalmente porque en los momentos más poderosos hay algo que lo fastidia (hay cambios de actitud vital que no se explican como se debiera), consigue retratar con resultados aceptables dos aspectos del ser humano nada desdeñables: la fascinación que tienen los niños por copiar lo que hacen sus padres, con fatídicas -casi siempre- consecuencias y la angustia de la muerte anunciada del cordero. Y en ambos aspectos, Plá no reinventa nada, pero sin embargo, como conjunto logra algo fascinante: y es que consigue que una película resulte interesante y encaje en los parámetros de cine inteligente sin abusar gracias a un recorrido a veces blandenge pero siempre serio, con dignidad y sobre todo insistencia.
Todo ello, se ve recompensado por la presencia (secundaria y algo malgastada) de una brutal Maribel Verdú, en una enésima constatación de su poderío dramático. Giménez Cacho, casi siempre soberbio -Profundo carmesí y La mala educación- está aquí algo perdido y el resto del reparto cumpliendo y punto.
En fin, obra destacada y que pone en el ojo de mira, de nuevo, al final mexicano, más allá de los dos de siempre y un Carlos Reygadas, infinitamente superior a estos menesteres.