Una conejita en el campus es una película que no engaña, si decides verla ya sabes que vas a presenciar todos los tópicos y clichés propios de este tipo de comedias. Aunque se agradece que eviten el humor más grosero, a pesar de que se les acabe colando levemente.

La cinta gira en torno a una conejita de Playboy que es expulsada de la mansión tras cumplir años, y que, en su búsqueda de un nuevo hogar acaba por formar parte de una hermandad al borde del cierre. En la minoritaria hermandad se nos presenta a toda una amalgama de arquetípicos freaks, desde una especie de versión femenina del jorobado de Notre Dame hasta una adicta a los piercings o una joven con un arnés metálico y pánico a prescindir de el. Vamos, todas ellas opuestas a las integrantes de su hermandad rival, formada por guapas y pijas estudiantes. Shelley (Anna Faris) las transformará en sosías de la muñeca Barbie (ejem, más o menos) a base de extensiones y pestañas postizas con el fin de llamar la atención del resto del alumnado y que se apunten a su hermandad y esta no sea finiquitada y estas la ayudarán a cambiar su imagen de cabeza hueca para así enamorar al chico que le gusta.

No hace faltar contar el final pues este (moralina incluida) es todo lo previsible e inofensivo que cabría esperar. Eso sí, se agradece el entusiasmo y energía que desprende Anna Faris, quien parece haberle cogido el gusto al género que la hizo famosa. Como curiosidad indicar que en la película participan Rumer Willis (hija de Bruce Willis y Demi Moore) y Colin Hanks (hijo de Tom Hanks).