La película parte de una idea curiosa a la muerte de su maestro un joven científico (Fernán Gómez) hereda el hallazgo químico por el cual se podrían fabricar unas "bombas para la paz" que cambiaran el carácter violento y egoísta de la gente por otro pacífico y amable.
La sátira, sin embargo, es tan leve y plana, rodada con tal rutina por el discretísimo Román que esta comedia armamentística internacional -en unos tiempos en los España poco pintaba pues ni estaba admitida en la ONU- y la Guerra Fría quedan en un film dónde lo más meritorio sigue siendo la actuación de los secundarios (Antonio Riquelme, Pepe Isbert, Manuel Alexandre...). Lo de casi siempre en el cine español de esa época.