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La virgen de los sicarios

Drama. Romance Tras una ausencia de treinta años, el escritor Fernando Vallejo vuelve a Medellín (Colombia), ciudad donde creció. No queda gran cosa de lo que había dejado: sus padres están muertos, una parte de la ciudad ha sido destruida, la mafia de la cocaína siembra el terror mediante bandas de asesinos... En un burdel de chicos encuentra a Alexis, de dieciséis años. Alexis forma parte de estos asesinos que matan a sueldo y que a su vez son ... [+]
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Críticas 41
Críticas ordenadas por nota
23 de junio de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Ver, oír y callar". Dice Fernando Vallejo, durante el transcurso del film, que esto es lo único que hace desde que volvió a Medellín. Miente, por supuesto. Habla mucho, muchísimo. El espectador, en consecuencia, lo agradece. A través de sus palabras, de sus acciones y de sus relaciones con distintos jóvenes como Alexis o Wilmar, uno consigue sumergirse en ese infierno terrenal en el que parecía convertirse la ciudad colombiana durante la década de los noventa.

Eran tiempos amargos. El líder del narcotráfico colombiano, Pablo Escobar, había caído. El Cartel de Medellín andaba desmembrado y los jóvenes sicarios quedaba desorganizados, moviéndose a impulsos y entablando infinitas disputas territoriales. Violencia, sangre y fuego cruzado. Muchos cadáveres, muchas almas penitentes. Un auténtico horror que escandaliza al espectador.

El talentoso guión es la clave de bóveda de esta historia. Por su precisión, por su rigor y por su mirada crítica. El viaje nostálgico, emprendido por un tipo como Fernando Vallejo, hacia su Medellín natal quedaba salpicado por una cruda realidad. Gracias a sus afinados pensamientos y mordaces reflexiones nos queda patente cuál es su punto de vista en torno a temas como la religiosidad, la muchedumbre o la pobreza, y cómo todo ello termina por relacionarse de una u otra manera con el narcotráfico y la violencia inherente al detestable oficio de sicario. Cierto es que el film de Barbet Schroeder se vuelve un tanto redundante respecto al tema del asesinato a sangre fría, pero esto no es más que la hipérbole donde se refugia el mensaje del film.

Película abrasadora. La comparativa entre las penas personales de Vallejo y las penas sociales de Medellín es inevitable. El cineasta noquea nuestra conciencia mientras nos lamentamos de la desgraciada vida que acompaña al protagonista, interpretado fabulosamente por Germán Jaramillo, tan desamparado, tan triste y tan errante.
The Motorcycle Boy
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2 de marzo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La virgen de los sicarios, dirigida por el suizo Barbet Schroeder, es una crónica dolorosa del mundo criminal en Medellín. Se puede entender por qué molestó tanto en Colombia, pero la película, como la novela en que se basa, se limitan a describir una triste realidad, la del narcotráfico y la mafia colombiana.
Por supuesto, la originalidad reside en que se tratan estos temas de violencia, decadencia y corrupción a través de la historia de amor entre los dos protagonistas, que recorren las calles de Medellín entremezclando historias de pasado y presente, amándose y poniéndose en peligro al mismo tiempo, en una suerte de odisea de muerte, violencia y relaciones apasionadas.
Notable y fascinante. A redescubrir.
Sibila de Delfos
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19 de julio de 2005
54 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Qué quieres de la vida?” – pregunta el escritor. “Unos ‘jeans’, ropa ‘Calvin Klein’, una moto y una lavadora ‘Whirlpool’ para mi madre”, le contesta el asesino.

Fernando gusta de la música clásica. “Me atraviesa el corazón” le confiesa a su amante Alexis, mientras intenta reeducarlo en sus alborotadores gustos musicales. Fernando ha vuelto a Medellín para morir. Le pesan las canas. Asiste a su realidad con pesadez, con hastío: le molestan los ruidos, la agresividad, el egoísmo. El cinismo se ha apoderado de su ilusión y sólo le queda su ingenio para reafirmarse en su deseo por desaparecer.

Alexis apenas termina de salir de la infancia. Hace de guía y acompañante del escritor, a quien actualiza en la evolución de la ciudad, en los cambios desde que cayó Escobar, “el gran empleador del pueblo”. Dieciséis años, la mirada perdida y un “tote”. Es ligero de gatillo, “son ellos o nosotros” pero sus asesinatos no le quitan el sueño, sino a su amante.

“La Virgen de los Sicarios” no es una película familiar, ni de palomitas, como ya pueden imaginarse. Es difícil de digerir. Algunos la clasificarán como violencia gratuita “¿por qué filmar sólo lo malo de Colombia?”, otros detestarán el formato digital y determinadas secuencias de cámara al hombro y, sin duda, muchos aborrecerán de una estructura fuera de los cánones hollywoodianos. De hecho, todas estas críticas y muchas más se han realizado, y con especial virulencia, en el propio país donde se desarrolla la acción. No es para menos, es la antítesis de cualquier promoción turística.

No obstante, interesará a quienes deseen conocer la desintegración social en Colombia, cómo la viven los críos desde su nacimiento hasta su “profesionalización” como sicarios. Interesará a quienes inquiete la violencia, a quienes deseen conocer mejor la naturaleza humana.¿Por qué Alexis es incapaz de matar a un chucho y no duda un instante en descerrajar un tiro a un vecino ruidoso? Todo ello adornado con hirientes pincelazos apuntando a los problemas de fondo en la realidad colombiana: desde la desestabilización del empleo producida por el narcotráfico, la desproporcionada emigración a las ciudades y el desconcierto del pueblo para con su clase política.

La ciudad ha crecido y se ha enrojecido de sangre que mana con excesiva facilidad. Ese rojo se combina con el amarillo de los taxis y el azul de ropas y toldos, completando los colores de la bandera del país. La paradoja, la permanente devoción por los santos y vírgenes, a quienes los asesinos se encomiendan para ser más certeros con sus armas. Mientras, desde los ojos de los “gamines”, los niños de la calle y futuros sicarios, se abre la puerta al “fondo del infierno”, a la “infamia de Dios”.¿ Por qué permite semejante tierra de “desechables”?

Contra toda lógica, el escritor sin esperanza descubre el amor, donde fue a buscar su muerte encuentra la vida...
zoquete
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25 de marzo de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Barbet Schroeder es un cineasta muy peculiar: tras fundar Les Films du Lonsange, compañía con la que produjo varias de las mejores obras de la Nouvelle Vague, se dedicó a una doble carrera como documentalista y director de cine, en la que casi siempre se dejó querer por personajes de más que dudosa catadura; así, retrató para la posteridad a elementos como Idi Ami, el enigmático Jacques Berger (El Abogado del Terror), etc, y, en la ficción, también eligió a unos cuantos personajes al filo de la "normalidad" social, como Charles Bukowski en El Borracho y otro escritor, Fernando Vallejo en la que nos ocupa.
Sin meterse en escrúpulos morales, Schroeder traduce a la pantalla las vivencias autobiográficas del escritor vuelto a su Medellín natal, transformada en un Medallo o un Metrallo, según el gusto del sicario de turno. Ya no reconoce lo que un día fue su hogar, ya sea porque la ciudad ha cambiado radicalmente o por su propia evolución humana, convertido en un tipo cínico, nihilista, con una seria inclinación por la pedofilia (a al menos hacia el sexo con adolescentes, un "lolitismo" con el que el director no se mete). Vuelve, según sus palabras, a morir, no se sabe muy bien por qué, y a través de su relación con Alexis y luego con Wilmar nos pinta una ciudad terrible, donde manda quien tenga un "tote", un hierro, es decir, una pistola con la que decide quien debe morir. La historia pseudorromántica que vive el protagonista con sus dos muchachos casi es una excusa para mostrar una visión crítica de la política, de la religión, del sexo, de la sociedad, un manifiesto irreverente hacia casi todo, teñido de un pesimismo fatalista. Se suceden las muertes, los asesinatos impunes, la violencia campa a sus anchas y el escritor apenas se inmuta, incluso llega a inducir a sus chicos a "bajarse al muñeco", a defender las drogas, y cualquier vicio que les haga sentirse vivos.
Creo que el cinismo del escritor no se debe extrapolar para criticar la peli, o para pensar que lo que vemos sea una visión realista de lo que sucede en Medellín o en toda Colombia.
Por otro lado, me interesó la actuación de Anderson Ballesteros, un chaval sacado de la calle por el director, y al que se le nota el amateurismo por todas partes, pero que transmite la esencia de lo que Vallejo y Schroeder nos quieren contar. Ah, y la interpretación de Germán Jaramillo es espléndida.
babayu
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10 de agosto de 2009
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué grandes sorpresas se lleva uno en los momentos más inesperados. Si a la ya de por sí poco prometedora propuesta de ver una película colombiana (por favor, nadie se ofenda) le añadimos una de las imágenes más cutres que he visto en una peli "seria", pues como que estaba bastante predispuesto a aburrirme en mi sillón el rato que durase.
Pero he aquí que nuestra tolerancia y paciencia son recompensadas y damos de bruces con LA VIRGEN DE LOS SICARIOS, un magnífico film-documental que nos sumerge de lleno en la más bella y espeluznante de las realidades de Medellín, y cuyo principal e indiscutible valuarte es ese increíble actorazo que debería estar nadando en Oscars, el tal Germán Jaramillo, quien interpreta de forma magistral (insisto, de Oscar) a un personaje desdichado, descreído y desesperanzado, al que ya nada le importa ni le impresiona excepto el disfrute de cuatro cosillas.
El guión es soberbio, políticamente incorrecto que te cagas (un punto más en la nota por eso) y atrevido como no había visto nada anteriormente. La trama te engancha y la puesta en escena, aunque evidencia una falta de presupuesto muy clara, es digna y se nota que viene de un director talentoso y experimentado. Éste ha sabido crear una de las historias de amor más convincentes y apasionadas que he visto jamás en una pantalla, superando a muchos clásicos americanos.

Lo que le impide llegar a lo alto: una cierta falta de ritmo en algunos puntos de la cinta.

Lo que la hace inolvidable: la interpretación de Vallejo y el personaje en sí.
JACHi
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