18 comidas

Probablemente, la improvisación sea el plato fuerte de la película, la mejor publicidad en la distribución, el mayor atractivo tanto para el público y la crítica como para los actores y el propio director. Y es que una no digiere los diálogos como en cualquier otro filme, algunos tan sinceros, tan profundas... que están ahí precisamente gracias a la improvisación y a un trabajo actoral excelente de conocimiento y preparación del personaje.

La película es lo que es gracias a ellos: los actores y actrices que la llenan y se abren y… comen, claro. Y además, si la máquina funciona, es que los engranajes eran de calidad. Todos ellos y ellas, impecables y sinceros, aunque es inevitable, como en todas las cosas, que alguno destaque como ocurre con Tosar, que se come la pantalla con su presencia, y que viene acompañado de una conmovedora Esperanza Pedreño con la que forma la pareja más tierna de la película, viajando de la comedia al drama con gran facilidad.

Pero 18 Comidas no destaca sólo por el trabajo actoral sino también por todo el esfuerzo técnico que implica, tanto en la producción como en la postproducción. Las secuencias (grabadas todas a tiempo real y sin cortes) conllevan una atención por parte de la dirección a cada pequeño detalle de la escena para que no se escape de los ojos de una cámara que, literalmente, no para quieta, y que parece buscar qué más le pueden dar esos actores. Es un estilo arriesgado que puede no gustar y sin embargo parece congeniar a la perfección con la historia o, más bien, el cruce de historias, y el espíritu por transmitir encuentros verdaderos.

Ese movimiento casi constante de la cámara a modo de documental, incrementa en ocasiones la sensación de un “gran hermano” que se introduce en las casas y algún bar mostrándonos la vida en sí misma. Porque este es, en mi opinión, el punto sobre el que gira la película: la vida en sí misma, desde el punto de vista más sincero y real. Los personajes se despellejan y se vuelven transparentes (ayudado, obviamente, por la improvisación). Descubrimos los aspectos más agridulces de la vida de cualquiera: nos reconocemos en la pesadilla de un niño, en las risas entre amigos, en la angustia de una mujer sola, en el cariño que busca un inmigrante, en la frustración de un guitarrista, en los amantes desencontrados… Todos ellos con un factor denominador que comparten con el espectador: el corazón humano. Y en esa medida nos emocionan y los sentimos cerca, al lado, en nuestro lugar, tanto si se trata de reír como de llorar. Son historias tan simples y sencillas, tan cotidianas y reconocibles, que nos trastocan por completo.

18 Comidas podría ser la vida de cualquiera. Incluso, leyendo simplemente la sinopsis, podríamos pensar que es alguna película ya hecha, algún libro ya escrito. Y sin embargo hay algo, una falta de tópico, un humor espontáneo, un dolor, repito, humano. Y de nuevo afirmo: algo que agradecerle, probablemente, a la improvisación.

A lo largo del día hacemos (o deberíamos hacer) cinco comidas: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. El comer es, además, uno de los grandes placeres de la vida (o por lo menos ésa es mi opinión) y el leitmotiv de este interesantísimo melodrama coral en el que participan actores como Luis Tosar, Cristina Brondo, Juan Carlos Bellido, Esperanza Pedreño o Víctor Clavijo.

Alrededor de una mesa con comida se pueden tomar decisiones trascendentales (acabar con una relación, iniciar otra, cambiar de trabajo…) u otras más frívolas (a veces simplemente sirven como punto de reunión). Así lo refleja esta película, la cual se acaba destapando como una propuesta fresquísima, bien interpretada y con un buen puñado de historias para todos los gustos. Se podría decir que 18 comidas llena pero no empacha.

Una de las películas más aburridas y pesadas que sin lugar a dudas se hicieron en España en 2010. Y encima par más Inri soportando diálogos cargantes en gallego. Para qué quiero menos. ¿Por qué, el excelente Luis Tósar, se metió en semejante basura de proyecto? Nunca lo sabremos.

Las historias paralelas a pesar de lo que leo, no tienen sentido. Las actuaciones no son creíbles. No me llegan de ningún modo. El motivo central que es la comida, no unifica las historias. No aporta nada. Es una cinta vacía, una más en el amplio repertorio de nuestro país.

Me encantaría poner un spoiler, ¡pero sobre qué!, ¡no tiene spoilers!, ¡no pasa nada en toda la película!

Espontaneidad, frescura, naturalidad, todo esto destila la nueva película del director gallego Jorge Coira. Rodada en 67 escenas improvisadas, sin diálogos preestablecidos, se nos presenta una hilarante comedia coral donde las escenas suceden a ritmo rápido en torno a una mesa.
Y es que en esta película, que nos muestra, retazos de vida, la comida constituye la espina dorsal que vertebra todo el largometraje. En torno a la mesa transcurre una parte importante de nuestro tiempo. El desayuno, la comida o la cena consumen una gran porción de nuestros momentos vitales, nos proporcionan momentos de placer, pero también alrededor de la mesa estallan discusiones, se plantean conflictos no resueltos, se repiten mentiras, se confiesan verdades, se declaran fantasías y se vislumbran infelicidades.
Puzle policromado de historias diversas que brillan con desigual intensidad. Coira mezcla 24 personajes diferentes reunidos en torno a 6 historias. Destacar la historia que se desarrolla entre un músico callejero (Luis Tosar) al reencontrarse, tras años sin verse, con un antiguo amor (Esperanza Pedreño). Ella casada, con un hijo e infeliz con la vida que lleva busca en el antiguo amor la llama perdida; o la historia de una pareja de homosexuales en la que uno de ellos finge ser quien no es ante su hermano y su familia por miedo al rechazo; o la relación amorosa entre un hombre maduro con una chica mucho más joven que él. Sin embargo, otras historias se quedan cortas, no trasmiten nada como la de la pareja de borrachos, o la de los componentes de la orquesta.
La calles de Santiago de Compostela, junto a su imponente Plaza del Obradoiro son los escenarios naturales elegidos por el director para desarrollar la narración. Muy cuidada la iluminación y sugerente la música.
En general, el reparto tiene una buena interpretación, con actores poco conocidos, aunque destaca un estupendo Luis Tosar, muy convincente en su papel.

En resumen, una película divertida, para pasar un buen rato. Lo peor: demasiados personajes que no aportan nada y la falta de intensidad emocional

Película que percibo como propia, pues es difícil no sentirse identificado en algún momento del film con esas almas errantes que se excusan en las comidas y sus batallas para desatar todos sus sentimientos.

Rezuma humanidad en cada plano, en cada segundo de metraje, en cada imagen y palabra. Muy atinada me parece, aún por inusual, la improvisación con la que se dota a los diálogos, reforzando esa idea de empatía que busca transmitirnos Jorge Coira. Hay fragmentos buenos, mejores y muy buenos. Merece la pena verla.