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Minari

Drama David, un niño coreano-americano de 7 años, ve cómo a mediados de los años 80 su vida cambia, de la noche a la mañana, cuando su padre decide mudarse junto a toda su familia a una zona rural de Arkansas para abrir allí una granja, con el propósito de lograr alcanzar el sueño americano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
17 de abril de 2021
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
124/20(16/04/21) Siguiendo con mi costumbre de ver todos los films nominados al Oscar a Mejor Película (además de optar a Mejor Película [Produce Brad Pitt a través de su compañía Plan B], Mejor Director, Mejor Actor [Yeun] y Mejor Actriz de Reparto [Youn]), me he visto este sobrevalorado drama, escrito y dirigido por el cineasta de padres coreanos Lee Isaac Chung (él nacido en Denver), donde ofrece una versión semi-autobiográfica de su infancia, la trama sigue a una familia de inmigrantes surcoreanos que intentan su particular ‘Sueño Americano’ en la zona rural de Arkansas en la década de 1980. Me encontrado con una película plana, sin apenas zonas de tensión, con demasiado metraje para lo poco que cuenta, con ínfulas religiosas un tanto naif, todo desarrollado con un ritmo cansino, con subrayados y reiteraciones torpes, una suma de momentos que en conjunto no me motiva emocionalmente, donde nunca termino de conectar con estos personajes, que no es que tengan rasgo especial alguno, donde sus ansias de trascendencia quedan solapadas por un resultado final entre lo pasable y lo olvidable. Es un tributo a los emigrantes que han viso en USA el país de las oportunidades, alas gentes que tiene sueños y esperanzas en un mundo mejor, pero esto queda socavado de inicio porque vienen de Corea del Sur, que no es precisamente un país del Tercer Mundo y no se nos dice cual era su mala situación allí. También se pretende loar el culto a las raíces de dónde venimos, el ensalzar los valores familiares, ello ejemplificado en lo mejor de la película, como es la entrañable relación entre el niño (representante del futuro) y la abuela (reflejo del pasado), de donde hay momentos en que brota ternura y humor dulce. Pero el conjunto me resulta desigual, donde la odisea del patriarca familiar por hacer de su tierra una granja próspera no me toca mínimamente la fibra, donde todo el drama se centra en los problemas con el agua al no querer contratar a un zahorí, donde las discusiones repetitivas entre el matrimonio no me hacen estremecer, todo para desembocar en un final artificioso con epílogo vacuo.

En 1983, la familia de inmigrantes coreanos Yi se muda de California a su nueva parcela de tierra en la zona rural de Arkansas, donde el padre Jacob (buen Steven Yeun) espera cultivar productos coreanos para venderlos a los vendedores en Dallas. Una de sus primeras decisiones es rechazar los servicios de un zahorí y cava un pozo en un lugar que encuentra solo. Solicita la ayuda de Paul (buen Will Patton), un excéntrico local y veterano de la Guerra de Corea. Mientras que Jacob es optimista sobre la vida que le espera, su esposa Mónica (buena Yeri Han) está decepcionada y preocupada por la condición cardíaca de su hijo David (buen Alan S. Kim); debido a esto, con frecuencia se le dice que no corra. Jacob y Monica trabajan sexando polluelos en el criadero cercano y discuten constantemente mientras David y su hermana Anne (Noel Cho) escuchan a escondidas. Para ayudar a cuidar a los niños durante el día, hacen arreglos para que la madre de Monica, Soon-ja (excelente Youn Yuh-jung), viaje desde Corea del Sur.

La película discurre con dos sub tramas en paralelo que a veces se cruzan. Tenemos a Jacob intentando sacar adelante su sueño de crear una granja de éxito, ello con la ayuda de un veterano estadounidense de la Guerra de Corea, personaje florero, pues nada pinta, con lo que el gran actor que lo encarna (Will Patton) se queda en un quiero y no puedo. Teniendo dos grandes problemas paralelos, por un lado está el agua y por otro está su virulenta relación con su esposa Monica, que desde el minuto uno desea volver a California. Todo esto me queda poco estimulante, no hay conflictos que me resulten mínimamente cautivadores, todo transcurre sin que haya algo que me atrape dramáticamente, no hay catarsis sugerentes; Y está la sub trama del pequeñín David (alter ego del director) y su relación con su abuelita coreana, que es la que tiene algo más de sustancia, tampoco es que ofrezca algo original, pero al menos entretiene algo más que la otra.

Chung escribió el guión de Minari en 2018 poco antes de asumir un puesto de instructor en el campus de Asia de la Universidad de Utah en Incheon. Chung se inspiró en su propia infancia cuando creció en una granja en Arkansas. Citó a Cather y Fyodor Dostoevsky como inspiraciones durante el proceso de escritura, recordando la cita del primero "que su vida realmente comenzó cuando dejó de admirar y comenzó a recordar" como una motivación para aprovechar sus propias experiencias.

El título ‘Minari’ hace referencia a una planta típica de Core del Sur que la abuela planta cerca de la casa en Arkansas, junto a un riachuelo.

El éxito de esta cinta en las nominaciones oscarizables solo hace resaltar lo flojo que ha sido este año, probablemente uno de los más débiles de la Historia, por mor del (Puto!) Covid-19, pues además cintas que ensalcen el ‘Sueño Americano’ de los emigrantes hay legión mejores que esta cinta, una de las ultimas que he visto (por ejemplo) es el díptico sueco “Los emigrantes” (1971) y “La Nueva Tierra” (1972), que le da cien vueltas a esta película del montón con ínfulas que superan en mucho su resultado final. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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12 de marzo de 2021
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un poco engorroso describir qué hace exactamente de Minari una película agradable. Y sin duda, es un punto a su favor. Suele ocurrir con los trabajos que cautivan sin pecar de pretenciosos, que no intentan recordarnos en cada plano que existe alguien detrás de la cámara. Son trabajos, en fin, que nos llevan a la abstracción mediante un conjunto de formas tan homogéneas como sutiles. De ahí que identificar sus virtudes pueda parecer, inicialmente, algo difícil. Sin embargo, el misterio se esclarece tan pronto como entendemos que sus puntos fuertes responden más a una suerte de pulsiones abstractas y sensoriales que a cualquier aspecto técnico.

En el caso que nos ocupa, ello emana de la propia naturaleza (nunca mejor dicho) de la cinta. Estamos ante la historia de una familia coreana resuelta a reiniciar su vida en la Norteamérica de los años 80. El (autoproclamado) patriarca del clan tiene como objetivo servirse de la venta de alimentos vegetales como único sustento familiar, y para ello se ha convertido en propietario de un extenso terreno verde donde ha debido trasladarse toda la familia… servida de una precaria furgoneta como única vivienda. De ahí mi apunte inicial: los contratiempos y la naturaleza (aspectos, pues, abstractos y sensoriales) tienen una importante presencia. Pero eso no es todo.

Pensemos, por ejemplo, en los personajes. No experimentan ninguna gran evolución. Tampoco están construidos de forma ejemplar. Ni siquiera sus diálogos desprenden brillantez. Sin embargo, todos son interesantes, entrañables, contradictorios y, sobre todo, creíbles. Cada uno se gana la estima del público minuto a minuto: el guionista no hace ningún esfuerzo para que resulten simpáticos. Casi parece que todo el éxito se debe a un trabajo de contención gracias al cual las cosas fluyen por sí solas. Algo que también podemos ver en la planificación (nunca exhibicionista) y en los actores (igualmente contenidos, incluso en las secuencias más enfáticas).

Y es que lo mismo ocurre en el campo formal. Como entredijimos, Lee Isaac Chung (director y guionista de la cinta) rehúsa lo llamativo, pero se permite ciertos manierismos cuando la secuencia lo requiere. En este sentido, su trabajo es un buen ejemplo de alternancia entre esteticismo y formalismo: tan fácilmente nos presenta secuencias compuestas enteramente por planos fijos como nos deleita con un elegante movimiento de cámara. Pero todo ello (incluida dicha combinación) pasa por el filtro de la sutileza. Ni siquiera las composiciones de planos fijos pecan de reiteración, puesto que la acción del relato en ningún momento se detiene (como tampoco se precipita).

Seguramente gracias a ello Minari logra erigirse como una experiencia de formas ligeras pero de contenido sólido. Que emociona moderadamente sin caer en lo lacrimógeno y que, sin deslumbrar, se visiona con agrado. Todo ello nos retrotrae a lo dicho: no se trata de un trabajo en el que luzcan inmensos hitos técnicos, sino de una experiencia que cautiva por su carácter distendido y humilde. Es decir, por cuestiones más bien abstractas y sensoriales. En resumen, estamos ante una película de logros modestos que se descubre con placer y que, a pesar de no dejar un poso impresionante, sí se recuerda con una sonrisa.
Martí
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30 de enero de 2021
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película independiente, ganadora de muchos premios en certámenes cinematográficos, entre los que se encuentra el Festival de Sundance, donde ganó el galardón a mejor película.
Y es que es sencilla en apariencia pero tiene muchos elementos de calidad, desde la eficaz puesta en escena o/las estimables interpretaciones, entre las que destaca la realizada por una soberbia Youn Yuh-jung, ganadora de numerosos premios y desde ya una de las favoritas a las nominaciones a los Óscars venideros.
Muestra la cinta, gracias a un excelente guión del propio realizador, los intentos de una familia de inmigrantes coreanos por conseguir el sueño americano. Tener una tierra productiva propia y vivir de ella, alejada de las grandes ciudades y llevando una vida tranquila, sin jefes, dependiendo de ellos mismos. Esto chocará contra las propias ideas de la esposa del protagonista, que no ve nada claro el futuro para la familia en esa situación.
Buenos diálogos, la mayoría en coreano, buen ritmo a lo largo de su extenso metraje, que hace que nunca se pierda el interés, siendo en todo momento entretenida.
Los niños, fenomenales en sus actuaciones y para mi gusto, excelente la banda sonora de Emile Mosseri, en todo momento tenue, cálida, acompañando sin molestar a la historia, preciosa pero casi imperceptible, como un susurro.
Un filme que merece la pena por su sensibilidad y encanto, sin dejar de lado el dolor, la enfermedad y sl sufrimiento, que puede que sea modesta en cuanto a ambición, pero que consigue por eso mismo gustar mucho y convencer plenamente.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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14 de enero de 2021
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El carácter autobiográfico de la nueva película del director norteamericano Lee Isaac Chung, de título 'Minari. Historia de mi familia', le aporta un toque íntimo y entrañable que permea la puesta en escena. Se ve reflejado en un niño de corta edad (Alan S. Kim) que junto a su familia de origen coreano (padre, madre, hermana y abuela materna) va a trasladar su residencia de California a la Arkansas rural. Un lugar apartado, lejos de la gran urbe. Van a vivir en una casa prefabricada en medio de la nada, desde la que este niño contemplará la aventura, los sin sabores y exigencias del sueño americano.

Su padre (Steven Yeun) y su madre (Han Ye-ri) trabajan en una granja de pollos. Se pasan las horas seleccionando a los polluelos, machos a un lado y hembras a otro. Un desempeño monótono, aburrido, y duro que no cubre las expectativas del cabeza de familia. Aquí comienza a vislumbrarse el subtexto que empapa la cinta: la ambición por un futuro mejor y de qué forma administrar esos legítimos deseos.

Bajo una apariencia modesta y agarrándose a la sencillez, 'Minari. Historia de mi familia' transmite mucho con poco. Adquiriendo un trasfondo de gran calado. El conservadurismo de la madre, reflejado en un comportamiento que huye del riesgo, se contrapone a los anhelos de su esposo. Matándose a trabajar quiere convertir una zona improductiva en una granja que les permita vivir con desahogo. Vender sus propios productos agrícolas, hacer fortuna, ser dueño de su trabajo, alcanzar el éxito.

¿Cómo se mide ese concepto tan subjetivo llamado éxito?. ¿Qué sacrificios merece la pena imponer?. ¿Dónde están sus fronteras?. La complejidad de estos interrogantes, con tantas derivaciones y dimensiones, van a socavar la relación de pareja hasta los cimientos. Chung compone una historia llena de emotividad, con una última escena contemplando crecer el minari, planta de origen asiático, que aquí adquiere un toque melancólico realmente hermoso, muy humano.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es
Juan Pablo
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19 de octubre de 2021
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coreanos haciendo las américas en un pueblo de la América profunda con dos niños muy monos y una súper agüela que finalmente no es tan súper, ni tampoco los papás son tan coreanos, aunque los niños sí que son monos hasta el final. Fin.

Vale que el niño se llame David, igual nació ya en California, pero que la madre se llame Mónica no me cuadra nada. Serán cosas del doblaje.

Entre pollo y pollo me pareció ver a Flash. Alucinación clara, pues aunque era invencible no creo que fuese inmortal. De serlo, me habría venido a ver seguro.

Un poquitín de atención al corazón del niño, una escena corta de la abuela soltando tacos, un par de ligeritas discusiones matrimoniales, tres mini idas de olla de un paleto y un mini fuego sin grandes daños ni civiles ni materiales. Como que el guión no se mete de lleno en nada. No hay humor, tampoco mucho drama, casi todo está bien hecho, pero ni empatizas ni te desesperas.
No sé si he visto una peli o he dado una agradable vuelta a la manzana.
Sines Crúpulos
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