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El despertar de la fiera: Dogman

Thriller. Drama El dueño de una peluquería canina a las afueras de Roma se deja influenciar por un delincuente local hasta que su vida personal se complica y decide tomar las riendas de la situación. (FILMAFFINITY)
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
9 de noviembre de 2018
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece comprensible (y hasta cierto punto inevitable) que Gomorra y Dogman sean frecuentemente comparadas. A mi entender, se debe antes a que son las dos películas más aclamadas de su director que a una cuestión de géneros o contextos (que, hasta cierto punto, también). Pues, en realidad, existen notables diferencias entre ambos títulos. La primera y más evidente, uno tiene al crimen organizado como núcleo central de la trama mientras que el otro sólo apela al mismo de forma tangencial, casi anecdótica. La segunda, no tan visible pero mucho más interesante, sus tesis son radicalmente distintas. Hace diez años, Garrone presentaba la violencia como un recurso inequívocamente reprobable. Los habitantes de Nápoles y Caserta vivían bajo la presión de una amenaza constante, su intimidad era profanada por acontecimientos impredecibles que nada o muy poco tenían que ver con sus actos. Ahora, el conflicto que presenciamos guarda una relación directa con la impasibilidad de los afectados. Un conflicto además, cuya resolución pasa inevitablemente por una intervención violenta. La magnitud de la tragedia se cuantifica en todo lo que se pierda por el camino.

Respecto a la película que nos ocupa, cabe decir que el atractivo de Dogman no necesita golpes de efecto. La vida e intimidad de Marcello, humilde amaestrador, peluquero y cuidador de perros, transmite complicidad y ternura sin pretenderlo. En ese sentido, Matteo Garrone demuestra ser un gran seleccionador de información: las secuencias del “rescate canino” o del “concurso de belleza”, por ejemplo, pueden resultar innecesarios narrativamente hablando, pero funcionan fantásticamente como engranajes de la construcción de personajes. Del mismo modo, el recurso de la elipse, empleado con notable frecuencia, no impide a la película gozar de una magnífica entereza. Pero no se trata únicamente de una acertada selección de secuencias: incluso la duración de cada plano, de cada acción, encuentra el punto adecuado para ser descriptivo, funcional y contemplativo al mismo tiempo. Es un trabajo en donde todo parece tener su función, hecho que se traduce en el interés ininterrumpido del espectador, aún cuando no se le muestra ninguna acción concreta. Al ello ayuda notablemente el tipo de diálogo, gesticulación y movimientos de los personajes: todo resulta tan creíble que su mero visionado ya merece la pena.

Volvamos ahora al título predecesor y olvidemos por un segundo su condición activista. Gomorra irrumpió en las salas de cine, hablando en términos exclusivamente cinematográficos, como sucesora directa de Los Soprano y The Wire. Aquellas resoluciones dramáticas mediante destellos de violencia representadas en clave hiper-realista no tenían otro referente que el de las series mencionadas. Sin embargo, la utilización sistemática de dicho recurso (por parte de títulos como Boardwalk Empire, Breaking Bad, Juego de Tronos o House of Cards) durante la explosión comercial seriéfila que tuvo lugar en los últimos diez años, ha convertido en monótono aquello que antaño fuera genialidad. De ahí que los momentos climáticos de Dogman no resulten tan espeluznantes como en su tiempo sí resultaron los de Gomorra. Afortunadamente, esta película no pretende hacerse fuerte en el terreno de la violencia (como sí lo pretendía su antecesora). Aquí, todo el interés recae en la elaboración de un poderoso discurso y en una delicada construcción de personajes. Se trata de un producto que, sin jugar al impacto directo, adquiere una sólida consistencia en el proceso de digestión. Recuperando las líneas del primer párrafo, podemos afirmar que Dogman representa la madurez de Garrone tanto formal como ideológica.
Martí
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10 de noviembre de 2018
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Composición porcentual del film:
Azucares: un 5%, más o menos, sobretodo por la relación paternofilial.
Edulcorantes: 0% sobre 0%.
Acidulantes: vista la falta de dulzura, cabe contraponer que un 95%.
Glamour: no me hagan reir, -100%.
Colorantes: yo diria que los mínimos necesarios para transmitir un mensaje. Ni en las escenas del fondo del mar se muestra un atisbo de vida en color. Uno se pregunta por qué iban a bucear en aquellos parajes desolados.
Interpretaciones: Marcello, Marcello, Marcello. Increible. Hasta la voz, en el original, es de una autenticidad espasmosa. Ya solo hubiera hecho falta que en el plano final, entre tanta desorientación , acabara mirando la pantalla en primer plano con aquellos ojos desvalidos, como en los 400 golpes, que a la postre no se ha llevado menos.
Dirección: premeditadament alevosa.

Este Garrone sabe tocar la fibra.

En ocasiones me parecia estar viendo una novela de Zola con su naturalismo determinista. Te aprietan, te aprietan y te obligan a rendirte o a responder. Y la respuesta siempre te deja peor parado.

Esta películas, aunque desagradables, ya he dicho muchas veces que son necesarias. Su punto de sordidez, sus gramos de cocaina, sus paisajes suburbanos periféricos, las reacciones y las relaciones sociales, el alto concepto, casi rudimentario, que tienen los ingenuos de la amistad y la fidelidad, el poder de la fuerza bruta que se les contrapone.

Lo único que no entendí, y me ha pasado más veces, és que haya espectadores que tienen tan asumido que al cine se va a reir, que ante las desgracias del protagonista y la desesperación de sus reacciones, no tuvieran otra respuesta que reirse burlonomente de él. Y para colmo los tenia sentados al lado.
Jobo
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16 de octubre de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es notable la capacidad de Mateo Garrone de retratar los bajos fondos de su país. Ya en la magnífica Gomorra puso imágenes a la novela que mostró al mundo una cara de la Camorra que pinchó en nervio. Su autor, Roberto Saviano vive desde entonces con la amenaza constante de la mafia, que tomó su libro como la traición de uno de los suyos. Ya saben cómo se paga la traición en esos lares.
Al igual que en Gomorra, en Dogman, el entorno, los vecinos, los compañeros de trabajo, amigos, hacen difícil salir de una situación de marginalidad en la que el trapicheo, el menudeo, los pequeños hurtos, acompañan el quehacer diario de los protagonistas.
Garrone pone la cámara y crea una atmósfera insana, ves el barrio, las calles sin asfaltar, las fachadas de los negocios, la indumentaria de la concurrencia y te invade la sensación de que algo no muy potable se está jugando.
El protagonista, inmenso Marcello Fonte, es un peluquero canino que no hace ascos a la realización de algún trabajo ilegal. Más parece que quiere, pero no puede parar de llevar una ajetreada vida que le lleva a pasar un año en prisión.
La debilidad humana es letal en una jungla sin reglas en la que impera la ley del más fuerte. En la película ves la tragedia llegar desde lejos, y cuando esta acontece me viene a la memoria la cara de Azarías en Los Santos Inocentes, tras vengar la desdicha de su Milana bonita. Aquí la venganza surge como un estruendoso arrebato de ira contenida ante continuos desagravios y humillaciones. Y el lugar acompaña en un desenfreno final de violencia que siempre ha estado latente.
Juan Pablo
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27 de diciembre de 2022
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de un pobre imbécil en un pintoresco barrio romano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Saffron
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22 de octubre de 2018
17 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puntuación: 8,5

La última película de Matteo Garrone no va sobre la Mafia como lo hiciera su célebre Gomorra. Sin embargo, son las relaciones humanas en los suburbios pobres de Roma lo que marca la pauta.

Garrone es un genio creando la atmósfera. El tempo y la existencia de los personajes en la película coinciden. El paso lento de unas vidas sin esperanza, con algún momento de impulsos y situaciones violentas, coincide con el gran trabajo de cámara del director. Son las vidas de seres temerosos que se mueven como aturdidos, como caracoles cruzando el fango.

Dogman es una película cruda en la que la tensión se acumula lentamente. Y todo eso con un actor novel, Marcello Fonte, que realiza una soberbia interpretación como si llevara toda la vida haciéndolo. Este gran trabajo no pasó desapercibido en Cannes donde fue galardonado con la Palma de Oro al Mejor Actor. Su personaje, Marcello, es un cero a la izquierda, afable y bondadoso. Ayuda a la gente sin pedir nada a cambio, podría haber sido retratado sin palabras, rodeado de la cacofonía de la vida cotidiana que no parece ser suya.

Desde el punto de vista estructural, la película está perfectamente construida. Empieza con calma y poco a poco el ritmo va in crescenso hasta el final. El escenario también encaja perfectamente con la historia. Los personajes principales no tienen nada y tratan de hacer algo en la vida. No siempre de una manera justa, pero que mas puedes hacer. Los edificios en mal estado, el aire gris del mar y la desolación en las calles describen esa desesperanza. A través de una serie de escenas sueltas y perdidas, vemos a padre e hija buceando en aguas azules, como si el agua simbolizara ese escape que nunca llega.

https://cinemagavia.es/pelicula-dogman-seminci-2018/
Eduargil
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