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Sans soleil

Documental Tres niños en una carretera en Islandia, una tripulación somnolienta a bordo de un ferry, un emú en Île de France, un bello rostro de las islas Bijagos, un cementerio de gatos a las afuera de Tokio, vagabundos en Namidabashi, los habitantes de la Isla de Fogo, Cabo Verde, un carnaval en Bissau... Así inicia el relato una mujer desconocida que lee las cartas remitidas por un operador de cámara, Sandor Krasna, que a través del registro de ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2011
17 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es mi intención poner en tela de juicio el genio creativo de Chris Marker. Es la primera película que visiono de este autor. Tampoco me gustaría avivar el debate de “lo que es cine” o “no lo es”. Pero si quizá hacer un pequeño alegato por lo que humildemente considero a título personal que debería de ser una buena película.

Confieso, ya de antemano, que no soy ningún apasionado del cine francés, si con ello entendemos todas esas formas de cine influenciadas de aquella “nueva ola” de principios de los 60, y movimientos cinematográficos afines nacidos a orillas del Sena.

Por mucho que se quiera desvincular a Marker y a esa tendencia del “rive Gauche” de esa nueva ola, es evidente que comparten algo más que aspectos formales. Y si existe algún rasgo que cabe valorar de esa forma de hacer películas es su frescura formal y estética a la que von Trier y compañía le deben mucho, por poner un ejemplo, pero a partir de ahí la cosa se viene abajo.

Lo que he podido contemplar es algo así como una batería de imágenes, a priori sin relación aparente, sobre la lectura de unas cartas con un tono “ensayístico- poético”. Y digo a priori, porque las imágenes no tendrían demasiado sentido si las separamos del texto. El hecho de que carezca de un hilo narrativo junto a una poesía ampulosa, hacen que el interés del film haya ido disminuyendo a cada minuto del metraje, y éste ensayo en cuestión por si solo no tiene tanto interés, como mínimo desde mi punto de vista.

Quizá se me escape algún código hermético que únicamente alguna orden de iniciados en el lenguaje oculto del séptimo arte es capaz de descifrar,pero para un humilde mortal como yo, solo cabe apreciar los paralelismos entre las reflexiones del autor y el montaje de forma más o menos ingeniosa, pero esto sigue sin otorgar solidez suficiente la obra. Si como mínimo nos diese un testimonio sobre un hecho o acontecimiento, lo podríamos llamar documental. Pero documentar lo hicieron Flaherty y compañía con más atino por allá en los años 30.

Los mismísimos hermanos Lumière experimentaron en sus carnes, como su audiencia perdía el interés poco después del primer impacto que supuso “aquella llegada del tren”. Tuvo que ser Méliès quien convirtiese la fría tecnología en un arte, al dotar a esas imágenes de un hilo narrativo y plasmar con ellas cosas que solo estaban en los sueños de la gente.
mifune79
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29 de mayo de 2009
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este personal documental es una preciosa colección de imágenes(o recuerdos, incluso para el director estos términos se confunden) y un buen puñado de sentencias sobre las que pensar. Pero todo esto no sería nada(no sería Cine) sin el alma.
Chris Marker consigue, esta vez, impregnar todo su talento, precisamente, en el alma de la película: te hace seguir esta serie de recuerdos, de juegos de la memoria, te hace reflexionar, sufrir, sonreír... y cuando todo acaba, lo que queda es la esencia, el alma.
Cinopower
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13 de febrero de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sans Soleil es un documental poco habitual. La película no trata aparentemente ningún tema en especial, sino que se trata de una obra donde el valor que prima por encima de todos es el poético. Pero una poética de la cotidianeidad, más cercana al día a día que a los temas del gran arte (Eros y Tánatos).

La obra está basada en una serie de cartas que el operador de cámara, Sandor Krasna, escribió a lo largo del tiempo y durante espacios muy lejanos entre sí (como el continente africano y el asiático). Chris Marker, uno de los mejores cineastas dentro del terreno del documental experimental (El fondo del aire es rojo 1977, Loin Du Vietnam 1967) las adapta al lenguaje visual, aunque aquí precisamente encontramos la vertiente de su cine más personal y menos comprometido con la política. Sans Soleil se presenta pues como una mezcolanza de emociones que se forjan en torno a la recuperación de la memoria y el olvido. Sans Soleil es pues una pieza más en la trayectoria de un enigmático director, poco parco a las palabras y más cercano al lenguaje visual, que domina a la perfección.

El film no dejara indiferente a nadie, eso desde luego. Una vez ha terminado el metraje uno no puede dejar de sentir sensaciones encontradas en su interior. Por una parte, Marker experimenta con el sonido de una manera casi diabólica, dinamitando todo proceso mimético con la realidad. El sonido (y fíjense que hablo de sonidos y no de música, pese a que la película no renuncia a ella en su totalidad) es una herramienta básica e indispensable en la película. Gracias a ella el director consigue plasmar en el espectador la confusión más absoluta, pues pocas veces uno ama y odia al mismo tiempo lo que está viendo. La distorsión total de sonidos, la utilización de la música electrónica para crear un ambiente que va más allá del simple hilo musical, la mixtura de diversos sonidos ambientes…forman elementos indispensables para entender la película. Además, La voz en off de la película, que pertenece a una mujer de la que no sabemos nada, ni tampoco se nos ofrece ninguna explicación, es el narrador que utiliza Marker para leer las diversas cartas en voz alta. Aparte de eso, no hay más explicaciones.

La obra de arte que supone Sans Soleil permite al espectador interpretarla fácilmente a su gusto, porque el film no exhibe un lenguaje cerrado…sino todo lo contrario. De hecho, uno de los temas principales de la obra (si es que podemos decir que Sans Soleil tiene realmente una temática bien definida) es la interpretación que hace el ser humano a partir del simple recuerdo de la memoria. Durante varios momentos la película abre un interrogante, ¿Cómo puede el ser humano construir un discurso creíble a partir de simples imágenes que se guardan durante años en el archivo que supone la memoria? En contraposición a la volatilidad de semejantes conceptos, Marker propone una memoria visual que tiene su máximo poder en el ojo cinematográfico, es decir, en la memoria visual que él mismo está registrando. De esta manera nuestro director recrea una memoria visual que sirve para futuros interesados que quieran acercarse al verdadero sentimiento humano, ese que no aparece en las grandes noticias que salen en las grandes portadas de los periódicos.

Uno de los países que queda retratados en la película es precisamente el país del sol naciente, el Japón. Y es interesante comprobar la sensibilidad de Marker en adaptar unas cartas y mostrarlas en unas imágenes que no tienen en cuenta los grandes titulares (como podría ser el milagro económico después de la posguerra mundial) sino en los pequeños detalles íntimos que, unidos uno a uno, forman la verdadera sociedad. La sociedad japonés queda retratada desde múltiples perspectivas que van desde cualquier ámbito cotidiano…el sentimiento religioso (no sólo propio sino que Marker también se fija en cómo se recibe la religión de otros), la tensión sexual o las relaciones sociales del día a día.

En gran parte la película funciona por el gran montaje que hay detrás de la película, aunque este no prosiga ningún eje lineal. De hecho se podría haber alterado algunas partes de la película, colocándose al principio o al final, y seguramente no nos habríamos dado cuenta. Sin embargo, la potencia de muchas de sus imágenes (como la secuencia de los niños islandeses) refulge por su valor intrínseco, demostrando la validez estética de la propuesta.

http://neokunst.wordpress.com/2014/02/13/sans-soleil-1983/
Kyrios
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21 de junio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto cosas que ustedes no creerán. Naves en llamas, más allá de Orión. Rayos C brillando a las puertas de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. La verdad de cada momento, en su eterna vocación de fuga, hace borrosa a la memoria. Todavía recuerdo al replicante en su hora final sobre los bordes de una terraza nocturna. Al recordarlo, me esfuerzo en rescatar ese momento y ver si queda algo de los momentos que él vio. Haber estado allí es haber vivido. Lucha contra el tiempo, que no existe. Hemos vivido porque hemos estado allí, no por haber estado entonces. El espacio es, el tiempo deja de ser, bien lo sabemos los viajeros. Haber visto más de una vez es ver. La memoria es un adorno fúnebre hecho del cúmulo de miradas que desean llegar a certezas. El agua que cae es invierno de alma, punto final previo a renacer. La terraza, escenario intelectual desde donde se observan aquellas verdades que distan de serlo, es bendecida por la lluvia que limpia el pasado de quien aspira a una nueva realidad. El cine ve venir su propia muerte. La criatura no tiene derecho a ser libre. Las lágrimas sirven para lavar la conciencia. Como todo Frankenstein, el replicante es una de las formas artificiales que toma nuestro miedo a la ciencia desquiciada. Otras son fantasmas, zombis y monstruos. En eso se convertirá el replicante cuando ascienda a la vida más allá de la muerte. Pero no cree en eso. Cree en el pasado, lugar adonde el arte nunca vuelve. Nosotros intentamos volver sin poder llegar. Para no llorar en la despedida (lo que sería ingrato) se compadece de nosotros, eternos viajeros hacia el pasado a través del cine. Estamos obligados a inventar recuerdos que el cine se encarga de desmentir, por su constante tarea de amurallar memoria a partir de transformar forma en contenido. Chris Marker lo sabía (sino “La jetee” no sería tan extraordinaria película de viajes en el tiempo, hecha en fotos, con pocos actores y un par de lugares en escasa escenografía). Aquellos momentos del ‘62 vuelven como fantasmas porque la era de la reproductibilidad técnica ya permitía, por entonces, viajar océanos de tiempo en escasos 26 minutos. Al darle importancia al detalle sin perder conciencia del universo ilimitado, el cine sabe mostrar cada árbol de manera que no se nos tape el bosque. No hay bosque sin árboles ni camino transitable si algo se detiene. Al darle importancia a ese espacio vacío en donde todo lo sólido se desvanece, Marker mira donde no hay, da a entender al inconsciente y enseña cómo se da forma a un discurso audiovisual. Marker habla de mirar y pensar, de pensar y decir lo que es mirado. Ve, recuerda, nombra lo recordado y crea lo que recreamos. Establece las reglas de la conversación reclamando confianza en que los recuerdos son nada más que motivos de conversación antes que propuestas de acuerdo. En una conversación, Marker le explicaría al replicante que el proceso de convertir contenidos en formas (que, a su vez, generen contenidos) permite distinguir lluvia de lágrimas. Adaptación. La lluvia nos antecede y siembra futuro, nuestras lágrimas sepultan pasados. Aunque las formas visuales sean similares, los sabores de la memoria y del olvido, son distintos: una multiplica, el otro disuelve. Del agua venimos, hacia la tierra vamos. Lo final es vital. Sin logística silenciosa de semillas no hay voces nuevas. Marker opina sobre lo que ha visto y lo comparte, no se explica, se multiplica, pasa de uno a muchos. Y, para más garantías del recordar, dando otra clase sobre montaje productor de mundos nuevos a partir de uno viejo, elige el modo epistolar reflexionando sobre aquello que, caótico cerca, ahora lejos se ordena. Como el momento y su recuerdo. A su manera, reafirma que uno de los sentidos del cine es contar lo que nos pasa, reflejando lo que les pasa a otros nosotros. Me hubiese gustado no caer en la tentación de terminar diciendo que otro sentido del cine es el de evitar que muchos momentos se pierdan como lágrimas en la lluvia.
Elbio
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25 de noviembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la nota más artificial que he puesto en esta página. Porque le queda grande en función de lo que he comprendido, porque le queda pequeña ante lo que intuyo que contiene. No sé si es mi corta edad, no sé si es mi incultura. Ojalá haber tomado algo más que sensaciones, pero gracias, porque sigo expandiendo la frontera de lo que conozco que desconozco.
Volveré, Chris Marker.
Gaspi19
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