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Propiedad privada

Drama Gracias a la posible venta de la propiedad familiar, dos gemelos que ya son mayores dejan a su madre divorciada y descubren la naturaleza de los vínculos que los une. La proximidad es insoportable, el alejamiento imposible; la violencia invade el trío. Celosos y supersticiosos, los hijos prohíben a su madre vender la casa familiar. Desesperada por la ausencia de libertad, y animada por su amante, la madre deja la propiedad. Durante su ... [+]
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
3 de julio de 2007
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace escasas semanas, opinaba sobre la última película de Claude Chabrol. Mi muy subjetiva opinión era que Chabrol estaba estancado y su recurso demasiado manido. Isabelle Huppert cumplía (como siempre) su papel con eficacia y poco más.

Y poco tiempo después…

O-LA-LA!!!!

Se llama Joachim Lafosse y es su ópera prima. Firma junto con François Pirot el guión de una familia burguesa con una gran Huppert. ¿A qué me suena?

Propiedad privada es una película dura y áspera. Es un entresijo de sentimientos y dolores en los que su trío protagonista se mezcla con demasiado acierto. Tanto Huppert, como de los hermanos (también en la vida real) Renier nos envuelven en una atmósfera que llega a ser claustrofóbica y en la que no vislumbramos un final feliz.

Lafosse coge el relevo de Chabrol. Hace el papel a la medida de Huppert. Y esta, con su particular gelidez, con sus miradas huecas y sus gestos severos, hace el resto. Pero enfrente, ya lo he dicho, tiene a dos jóvenes que cumplen con eficacia sus respectivos papeles. Jérémie Renier, quien ya demostró su versatilidad en la pantalla tras su reencuentro con los Dardenne en “El niño” (2005), exprime la paciencia del espectador con un papel ingrato.

Lafosse pone la cámara arriba, la pone abajo, la deja quieta o la mueve persiguiendo al personaje. Lafosse juega con los planos y nos deja fotos fijas para el recuerdo. Lafosse en un principiante y narices tiene, que su cámara nunca me moleste. ¡Con lo difícil que es eso!

Brillante su final, esa secuencia donde por fin vemos la casa completa, donde creemos conocer el desenlace, donde atisbamos que este nuevo Chabrol, nos va a dar mucho que hablar.
Chagolate con churros
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31 de julio de 2007
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las últimas fechas se están estrenando en las pantallas madrileñas una serie de películas francesas que respiran de forma clara de los ecos del cine de Chabrol. Manejan los silencios, las escenas frías, las reacciones como desencuentro entre los protagonistas. A uno le deja algo frío esa forma de transformar las historias en sucesivas escenas que acaban de forma súbita, sin tiempo a reaccionar, a posar todo lo que ha recibido pero tienen la fuerza de aquello que se transmite de forma limpia, sin interferencias.
"Nue proprieté" bebe de esa forma de narrar chabroliana pero hay alguna diferencia: incorpora algo de pasión a los personajes: genio, ira... y eso sólo puede hacerse con grandes actores y todos los que salen en esta película demuestran una pasión que transmiten a los espectadores de forma total. Tanto Isabelle como los 2 hijos (uno de ellos protagonista de la última película de los hemanos Dardenne), el padre y el novio de la 1ª conceden realismo y consistencia a sus personajes. Ahí está lo más importante de esta película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ROMAN
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26 de diciembre de 2007
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Turbadora y tensa película que se ha comparado con el cine de Claude Chabrol (las grietas familiares de la clase media-alta, la presencia de Isabelle Huppert…), pero una vez vista observo que difiere bastante de Chabrol por la ausencia de música y el estatismo de la cámara: durante casi todo el metraje abundan los planos fijos de personajes en tensión, como subrayando un orden forzoso. Pero al final la cámara comienza a moverse cuando esa precaria estabilidad se rompe, y en un postrero movimiento huidizo, abandona a los personajes como si quisiera huir de esa desolación final. Entonces surge también la música hasta entonces ausente.

Isabelle Huppert despliega su habitual sutileza, que encaja a la perfección con un guión que juega mucho con lo no explicado (tanto del oscuro pasado como del incierto futuro).
¿Es una mala madre interesada y egoísta, o simplemente alguien que con toda la razón está harta de sus hijos…?
Esa pareja de vástagos está interpretada por los hermanos en la vida real Jérémie y Yannick Renier, cuya relación oscila entre lo fraternal y lo crispado, incluso violento.
Ningún personaje es demasiado simpático (incluidos el ex marido y el amante), pero no se le niega a ninguno su parte de razón.

La casa que dispara las tensiones (la madre desea venderla y los hijos se oponen) no está del todo explotada como elemento escenográfico. Y los abundantes planos fijos antes aludidos no siempre resultan naturales: a veces los ves a todos como demasiado encuadraditos, sin que apenas se juegue con el fuera de campo (notándose la no naturalidad de esa buscada naturalidad).
Reparos menores para una buena película de pequeñas grietas familiares que se van resquebrajando hasta que todo queda convertido en añicos imposibles de recomponer.
Sahar
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12 de abril de 2008
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película nos deja ver que es lo que pasa en una familia enferma donde no existen los límites.
Hijos que no crecieron y padres cuya separación no se termino de cerrar nunca. Excelente la actuación de Isabelle Huppert.
El director muestra una casa que toma vida y encierra esta familia, con un final abierto.
Interesante y digna de ser vista.
andromada
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29 de agosto de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película seguimos a una madre divorciada con dos gemelos en la veintena, madre e hijos viven en una enorme casa situada en el campo que otrora perteneció a la familia paterna de los niños. El padre, que ha rehecho su vida con hijo incluido, actúa más como cajero automático que como apoyo emocional para ellos. El conflicto aparece cuando Pascale (Isabelle Huppert), la madre, decidida a comenzar a vivir su vida más allá de la crianza de sus vástagos, buscando vender la casa familiar para poder comprar y regentar junto a su novio una pequeña casa rural en algún lugar de la Dordoña francesa; los hijos, que a pesar de ser gemelos son totalmente opuestos no solo físicamente sino con caracteres enfrentados, afrontan esta posibilidad con diferente manera y talante. Mientras François (Yannick Renier) prefiere no mojarse para no cabrear ni a su hermano, ni a su madre, mostrando una actitud bastante cobarde e impávida, Thierry (Jéremie Renier) se muestra conflictivo, actúa con ira y despotismo al ver como su madre le está robando su herencia. De este conflicto de interés surge un cisma dentro de esta familia acomodada, cisma que mientras más avanza el metraje, el rencor, el interés y el egoísmo, más grande e irreconciliable parece.

Esta crispación se muestra perfectamente en algo tan banal y cotidiano como es la cena. En ese momento se visualiza la evolución (¿O sería mejor decir involución?) de las relaciones entre el trio protagonista que pasa de compartir comida, confidencias y bromas de forma distendida, a ser el momento clave para sacar las cuchillos, lanzarse las miserias y poner las cartas sobre la mesa.

La película está protagonizada por una auténtica debilidad personal, Isabelle Huppert, una actriz que siempre apuesta por papeles al límite, que disfruta arriesgándose por nuevos directores con talento y que no le importa que su papel desagrade al espectador. Como en ocasiones puede ser el caso de en esta película, en donde Isabelle se muestra egoísta, fría, arisca y reticente. Similar personalidad que a su vez se gasta Thierry, ambos personajes enfrentados por un viejo caserón perdido en mitad del bosque, no son tan diferentes como ellos creen.

Propone un debate bastante interesante: ¿Dónde está el límite en la crianza de los hijos? ¿Es necesario empujarlos del nido una vez que son autónomos y con suficientes recursos personales para luchar contra la vida? ¿Es esto moral? ¿Es injusto para con la madre aguantar a unos hijos ociosos y despreocupados que a su vez le niega le posibilidad de vivir su vida como a ella le gustaría?

Sin duda uno de los aciertos más interesantes de Lafosse es la frialdad y distancia con que muestra los hechos, exponiendo las debilidades de los tres personajes sin juzgarlos. En una entrevista para el periódico Belga “Le Soir” cuenta como la profesión (frustrada) de su padre, fotógrafo, le marcó para siempre, y como, al igual que él tuvo la necesidad de transmitir a través de imágenes. Según sus palabras “Con el tiempo, voy admirando cada vez más a la gente que intenta contar una historia con las menos imágenes posible” y esta máxima, se puede vislumbrar incluso en sus primeros trabajos como el que nos ocupa, en donde la cámara se queda inmóvil en largas escenas, dando y señalando que es lo importante: La historia.

La dedicatoria inicial: “A nuestros límites” se nos muestra tras su visionado como una advertencia de lo que íbamos a presenciar. Límites que han sido empujados hasta el final. Con la última escena la cámara que durante 90 minutos ha estado estática, se aleja a ritmo rápido y ágil de allí, final abierto que no lo es tanto, porque la verdadera destrucción ya la hemos presenciado.

Crítica originalmente escrita para http://www.cinemaldito.com/
Charlotte Harris
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