Yield to the Night

Diana Dors está considerada una réplica británica de Marilyn Monroe. Rubia de impecable peluquería, grandes escotes, vestidos ceñidos para lucir figura, taconazos y mucho maquillaje. Sin embargo, en esta película, aunque luce toda su artillería cuando la protagonista recuerda su pasado, su apariencia es otra en buena parte del metraje, porque se encuentra en prisión condenada a muerte. El cartel de promoción de la película falsea bastante lo que vas a ver.
Con la cara lavada, incluso demacrada, y con la gris indumentaria de la cárcel, el contraste es tremendo. Esta parte es la más interesante, con una protagonista amargada que no tiene ganas de hablar con nadie, siempre vigilada atentamente por las celadoras, agobiada por la disciplina del centro, sin arrepentimiento, sin fe…
Oye las conversaciones intrascendentes de las celadoras, conoce perfectamente cada desperfecto de las cuatro paredes donde vive, siempre con la luz encendida que no la deja dormir.
Lo más discutible es un protagonista masculino flojito, que parece mentira que pueda levantar semejantes pasiones, y una rival rica y sofisticada que casi no aparece. Las dos relaciones obsesivas apenas están desarrolladas correctamente.
En cambio, destaca el aspecto técnico. La dirección de J. Lee Thompson es muy buena y la secuencia de Mary Hilton, encaminándose a dar rienda suelta a su odio, al comienzo de la película, es para verla varias veces.

BB, CC, DD, MM fueron las consonantes cinematográficas y sicalípticas de los años 50 y parte de los 60 que suscitaban la envidia de las damas y los sueños lúbricos de los caballeros. Corresponden a un puñado de criaturas exuberantes, atrapadas en sus hechuras de “cheescake”, entre las que se señalan actrices aceptables, reseñables y excelentes y cuyos registros artísticos quedaron, a veces, injustamente desatendidos en favor de otros atractivos; aunque todo hay que decirlo, un cartel de la época llenaba más las salas que el marketing de Marvell.
Diana Dors (DD) fue una de ellas y en Yield to the night da cuenta de su versatilidad actoral para alternar su rotundidad física con los matices dramáticos que requiere un personaje que atraviesa las facetas de joven descocada, enamorada, despechada, criminal y víctima, un retrato basado en el caso real -cuentan por ahí- de la última mujer ajusticiada en Gran Bretaña*.
El desempeño de Dors se vehiculiza en un espléndido film de la mejor etapa de J. Lee Thompson, quien ya había abordado el tema en “The weak and the wicked” (1954); en éste realiza un ejercicio artesano y de amalgama de géneros, con un inicio -lo mejor de la película- de trepidante montaje de planos angulados, de pura factura noir, secuencia que después ofrece su explicación melodramática a través de sucesivos flash-back para terminar por instalarse en el drama carcelario contado a través del confinamiento celular donde se concitan el retrato psicológico, el dilema moral y la digresión legal.
Buenas interpretaciones, en especial a cargo del entorno carcelario, pero donde se echa en falta una mayor compensación dramática en personajes que quedan entrevistos pero sin desarrollar cuándo se prevén claves para la comprensión de las arrebatadas decisiones de los protagonistas.
Interesante.

Es casi un film de serie B a la inglesa. Destaca el nombre de la star Diana Dors en un papel muy alejado de lo que podíamos esperar y una realización brillante en sus primeros minutos (asesinato) y muy hábilmente contenida en su posterior desarrollo (apenas enfatiza ni subraya nada de lo que nos espera).

El director, J. Lee Thompson, tiene una curiosa filmografía que oscila entre iniciales producciones británicas ("La bahía del tigre", excelente, o esta misma ) con incuestionables éxitos internacionales ("Cañones de Navarone", "Taras Bulba" "El cabo del terror") y a una larga y desastrosa decadencia (films de violencia de la peor época de Charles Bronson y Chuck Norris).

Muy recomendable.

Lo peor: el actor de quien se enamora la pobre Diana Dors. Imaginen aquí a Stanley Baker y el film habría dado un salto fantástico.