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La cordillera de los sueños

Documental Patricio Guzmán dejó Chile hace más de cuarenta años cuando la dictadura militar reemplazó al Frente Popular, pero no dejó de pensar en un país, una cultura, un espacio geográfico que nunca olvidó. Después de filmar "el norte" en "Nostalgia de la luz" y "el sur" en "El botón de nácar", ahora Guzmán filma lo que él llama "la inmensa columna vertebral que revela la historia pasada y reciente de Chile". "La cordillera de los sueños" es una ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
22 de octubre de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es el mejor documental de Patricio Guzmán, pero es un formidable ejercicio de memoria, una ventana al pasado, a esos momentos de silencio que contiene nuestra Cordillera de los Andes. Tampoco es el mejor de la trilogía, comenzada con los habitantes del norte en Nostalgia de la Luz (2010), sin duda el documento más poético y de mayor fuerza, y continuada con los habitantes del sur en El Botón de Nácar (2015). En la primera establecía una lúcida comparación entre lo que buscan los astrónomos y las madres de los detenidos desaparecidos. Le daba humanidad y perspectiva a esa búsqueda, en cambio, en el segundo documental, establecía una comparación entre los exilios de los habitantes primitivos y aquellos ordenados por la dictadura de Pinochet. Esta última visión era más cruda, ahondando en los horrores de la tortura. La Cordillera de los Sueños (2019), el tercer y último documental, contiene ideas más dispersas, el guion no es tan sólido, pero es definitivamente la cinta más personal y política de Patricio Guzmán.

Contrapone unas imágenes aéreas del macizo de Los Andes que invitan a la paz del alma y entrevista a dos escultores para que desentrañen los secretos de las piedras. El territorio está contenido por la cordillera y según los entrevistados, los chilenos deben hacerse cargo de este territorio abandonado.

«La cordillera nos miraba durante la dictadura», fue testigo de los actos violentos y en sus piedras podríamos encontrar las respuestas que hoy no tenemos. Ese es el tremendo valor de Guzmán como cineasta, su búsqueda incansable por la verdad, hurgando en el pasado, sus bobinas ocultas de La Batalla de Chile (1975-79) fueron un fiel reflejo del entusiasmo de los primeros días del gobierno de Allende y luego de las tensiones que terminaron provocando el Golpe de Estado.

Guzmán estuvo detenido en el Estadio Nacional y guardó silencio sobre el paradero de sus cintas. Con los años se transformarían en un espejo de la época y esas imágenes lo siguen persiguiendo a sus casi ochenta años. Sin duda este cierre (La Cordillera de los Sueños) es más autobiográfico, lo que pierde en lucidez, en el entramado del guion, lo complementa con emociones muy personales. Recuerda Chile como un país feliz, pero en la actualidad ha perdido toda esperanza, ahora lo ve habitado por individuos caminando solos… La dictadura pavimentó ese camino (por la fuerza), pero no se sabe adónde va.

El Golpe instauró a la fuerza el modelo económico neoliberal (un experimento de laboratorio) y para soportarlo políticamente, redactó la Constitución del 80. Se instauró la idea de que todo debía ser “rentable” (cultura, salud, pensiones) y a esa idea de rentabilidad sumó reglas claras a través de una “estabilidad” impuesta por las armas. Guzmán visualiza trenes fantasmas que llevan el mineral a los puertos, en silencio y a toda hora, «se llevan el cobre de Chile». Su visión es apesadumbrada, dado que el sistema capitalista es un fenómeno planetario. Ejemplifica con los cementerios de automóviles que está creando este sistema, el planeta se transformará en un basurero, y vuelve a Chile para decirnos que la mayor mina de cobre del mundo (Escondida) está en Chile, es privada y pertenece a manos extranjeras.

Más desesperanzador, nos muestra las oficinas abandonadas de la torre del edificio Diego Portales. En esos oscuros lugares se fraguó el plan neoliberal, en un país que había perdido la libertad, esos economistas y políticos tuvieron toda la libertad del mundo para aplicar sus ideas por la fuerza. Sus recuerdos son amargos, el Golpe de Estado fue una erupción volcánica, un temblor que nos cambió para siempre e instaló un miedo profundo en los padres, que ocultaron a sus hijos, lo mejor que pudieron, la violencia que azotó esta tierra. Esos hijos no entenderían los allanamientos durante las noches, los camiones militares tras las rejas del colegio, el ruido de tanques sobre los adoquines.

Guzmán nos confiesa que ha vivido fuera de nuestras fronteras muchos más años que en Chile. Le preocupa que los jóvenes chilenos no descubran los secretos escondidos entre los adoquines, esas piedras sobre las que corrió sangre y que son un recordatorio de los nombres de las víctimas. Sólo interesa la rentabilidad y la estabilidad, mientras las nuevas generaciones van olvidando esos nombres, escuchando a los políticos de derecha decir que «quizás hubo excesos», aunque en el fondo están felices con el sistema económico heredado. Ellos siguen cómodos en sus casas de la playa o en los lagos del sur, pero siguen usufructuando del sistema económico, continúan los abusos contra la población luego de treinta años, como si no hubiese bastado con saquear las empresas públicas durante los años 70.

En democracia, las escenas de abusos policiales siguen repitiéndose y la gente continúa yendo a la parada militar. Parece que todo sigue igual… nunca cambiaron la música. El cineasta Pablo Salas es enfático: «Hoy no hay muertos ni nuevos desaparecidos… pero quedan las injusticias». Las marchas contra los abusos de la clase oligárquica se han intensificado y Carabineros sigue reprimiendo de forma brutal.

Patricio Guzmán realizó este documental antes del estallido social del 18 de octubre de 2019. Los abusos cometidos por los grupos empresariales continúan y ante la legítima protesta pacífica, consagrada por la constitución, se han agregado barricadas, quemas de iglesias y saqueos de supermercados. Esos sucesos no parecen tan legítimos, pero todavía sigue en pie la Constitución de 1980, y esa violencia desatada no parece tener freno ante políticos impávidos que continúan legislando para sus amigos y que supuestamente redactarán una nueva y mejor constitución.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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5 de agosto de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Patricio Guzmán es ya un clásico documentalista chileno centrado en la dictadura pinochetista y su legado.

La cordillera de los sueños nos narra, al igual que sus dos películas anteriores, la relación entre la naturaleza, en este caso los Andes chilenos, y la humanidad vecina.

Las montañas del país forman parte de su historia, la más antigua e importante porque siempre estuvieron ahí. Vigilando. Observando. Protegiendo, pero también aislando. La cordillera observaba a Chile durante la dictadura, pero ya nadie mira a aquellas montañas como parte central del desarrollo cultural del país. Ahora solo los extranjeros miran la montaña, solo para robar su cobre y sacarlo fuera del país.

Rentable. Todo debe ser rentable. Si no es rentable, no existe. Esa es la estrategia principal del neoliberalismo, sistema económico implementado, a la fuerza mediante la represión, durante la dictadura de Augusto Pinochet. Ese es el gran logro de Pinochet y del neoliberalismo: una forma de pensar y de existir. Hay que buscar lo rentable, y en esa búsqueda, uno se queda solo, aislado. Olvida lo que lo hace humano. Olvida su barrio, sus orígenes, lo que precedió a sus antepasados. Olvida la montaña y el vínculo que lo ancla a la red humana que intentaron recuperar personas como Salvador Allende.

La sociedad chilena es muy parecida a la española, aunque podría considerarse fácilmente un fenómeno universal. Chile fue el laboratorio de la Escuela de Chicago a la hora de testear el neoliberalismo. Este sistema daba libertad a las empresas y le quitaba poder al Estado, o, mejor dicho, hacía que el Estado, de manera consciente, dejase de proteger a sus ciudadanos para favorecer a las empresas. Chile es neoliberalismo. Y el neoliberalismo gobierna hoy en todo el planeta.

El neoliberalismo pudre el alma porque destruye la cualidad que nos hace humanos. Nos deshumaniza para luego desaparecer nuestros recuerdos. El neoliberalismo desmemoria.

Documentales como los de Patricio Guzmán construyen de nuevo la memoria colectiva sobre el pasado. Conforman una red humana sináptica para recordar. Recordar para no revivir, sino para tener vida.

Se puede ver de manera gratuita en Arcoiris.TV
theo56
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1 de septiembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En uno de sus viajes a Chile, la tierra que lo vio nacer, crecer y luchar por un país mejor, Patricio Guzmán, pudo ver al fin la Cordillera de los Andes como no la había visto nunca (¡y seguro que nosotros tampoco!), porque él se asesoró de escultores, pintores y escritores que, con su gran sensibilidad son capaces de trascender lo meramente físico que vemos a primera vista.

Este inmenso e imponente territorio montañoso que bordea gran parte de la costa occidental de América del Sur, tiene una longitud de 8.500 kilómetros -la cordillera continental más grande de la tierra- y comenzando en el occidente de Venezuela, atraviesa a Colombia y Ecuador; en el centro cruza a Perú y Bolivia; y luego se convierte en la frontera que separa a Chile de Argentina terminando su extremo austral en la Tierra del Fuego. El ancho de ésta cordillera se calcula entre 250 y 750 Km, y la superficie que cubre es de 2.870.000 Km. La altura media está entre 3.000 y 4 mil metros sobre el nivel del mar y en su territorio alberga los volcanes más altos del planeta. En Colombia se divide en tres ramales: Cordillera Occidental, Central y Oriental; en Perú y Ecuador, se vuelve nuevamente angosta… y en todo su recorrido es uno de los depósitos minerales metálicos más grandes del mundo.

Lo que se ha hecho con esos minerales que día a día se extraen, lo que representa para el ciudadano chileno (y probablemente para el resto de Suramérica) y lo que significa para los seres más sensibles cuyo contacto con la tierra les viene desde el alma es, entre otras cosas, lo que vamos a ver en éste novedoso documental con el cual el director, Patricio Guzmán, vuelve a entrelazar las grandes riquezas naturales de su tierra, con ese momento histórico (el golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende) que lo arrancó de sus raíces y que ansía seguir explorando hasta conseguir la máxima verdad, con la esperanza de que jamás se repita y “Chile recupere su infancia y su alegría”.

Con valiosísimos entrevistados, la monumental Cordillera de los Andes, va adquiriendo un nuevo significado cuando se escuchan frases como: “La cordillera es un contenedor de una cultura que tiene 20.000 años de huellas”… “Un artista es un guardián de la belleza de su país… ¡allí donde esté!”, “Geográficamente, la cordillera es un muro que nos separa -o nos protege- del resto del mundo”.

Duele ver las casas donde Guzmán vivió: La primera, donde pasó la infancia al lado de su familia, con solo cuatro paredes grotescamente sostenidas en pie y un arrume de escombros en su interior… y la segunda -que debería ser hoy un museo porque allí desarrolló sus primeros y magníficos documentales- sigue siendo una vivienda común, habitada, pero sin trascendencia.

Y para fortuna de éste gran documentalista, a su disposición se puso, Pablo Salas, un camarógrafo que siguió filmando lo que ocurría en Chile, luego de que Guzmán marchara hacia el exilio, y que para su suerte, ha salido bien librado de su largo trajinar que, hasta 2019, llegaba casi a las cuatro décadas. Los fragmentos que aporta Salas, mostrarán otros apartes de la brutal realidad que padecieron los chilenos durante la dictadura, y de nuevo, se tiene fiel registro de unos hechos que ninguna autoridad podría controvertir.

<<LA CORDILLERA DE LOS SUEÑOS>>, se suma a uno de los legados cinematográficos más valiosos que se hayan podido realizar en América Latina.
Luis Guillermo Cardona
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16 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Patricio Guzmán

El documentalista chileno Patricio Guzmán tenía 33 años de edad cuando se suscitó la violenta asonada militar de Augusto Pinochet en Santiago y que derivó en la instauración de una de las más duras dictaduras que sufrió Sudamérica en la década de los 70s. Pese a ser llevado al Estadio Nacional como prisionero, el cineasta pudo huir del país y salvar los rollos de las filmaciones que solía hacer sobre la situación social chilena y que servirían para su obra más representativa: la trilogía de La batalla de Chile (1975, 1976 y 1979).

Guzmán se radicó para siempre en Francia, pero gran parte de su actividad cinematográfica la ha dedicado a su país para denunciar las consecuencias del golpe militar y lo ha hecho no solo con el sustento argumental de los hechos históricos, sino que ha encontrado elementos que trascienden la revisión de archivos y los testimonios para estructurar toda una cosmovisión del dolor y la desesperanza de las víctimas o de sus familiares o amigos.

Es así como La cordillera de los sueños cierra una trilogía cinematográfica que se fundamenta en el interés de Guzmán por tomar a la naturaleza como punto referencial para construir una reflexión espiritual sobre la terrible reacción de la dictadura ante quienes consideraba sus enemigos o contradictorios.

*Fin de una trilogía

Fue en el 2010 que se dio inicio a este empeño fílmico con Nostalgia de la luz, un admirable documental que buscó en el misterioso espacio exterior elementos que sustenten o se contrapongan a las cosas que han sucedido en la tierra y que el tiempo no ha podido borrar, como la incesante búsqueda en el desierto de Atacama de los restos de los desaparecidos durante el gobierno militar.

En 2015, Guzmán continúo con su misión y creó El botón de nácar para resaltar que en el inmenso océano que baña a Chile también se conserva la memoria de quienes fueron víctimas de la dictadura.

Con La cordillera de los sueños el reconocido cineasta cierra un ciclo de análisis personal sobre el potencial de la naturaleza para incentivar recuerdos o conservar en su extraño espacio los hechos que han sucedido en el transcurso del tiempo, en una relación casi mística entre lo histórico y lo geográfico.

*Las montañas

La cordillera de los Andes es la más larga del mundo. Su alucinante belleza e imponente tamaño la han llenado de respeto y admiración. Ha sido el escenario de muchas historias, como el dar cobijo al imperio inca hace más de 500 años.

Las montañas andinas han dado identidad a muchas culturas y a los países por donde cruzan. Es precisamente en este contexto en donde Guzmán crea una reflexión sobre lo que los Andes significan para Chile, sea desde un punto de vista geográfico, histórico, artístico, místico y hasta económico, por las minas de cobre que contienen (principal producto de exportación de Chile).

A través de impresionantes imágenes que captan la belleza y espectacularidad de la cordillera, se ubica a este espacio prominente como el punto de inspiración para meditar sobre el pasado y el presente de Chile.

Mientras la cámara muestra la majestuosidad de los Andes, Guzmán relata, en voz en off, sus sentimientos patrios y las añoranzas de su infancia y juventud en Santiago. La cordillera de los sueños recoge varios testimonios, que van desde escritores, pintores, escultores, cantantes, vulcanólogos y documentalistas, para tener diferentes interpretaciones del significado de las montañas para Chile.

En las tomas de la ciudad ubica una calle empedrada con rocas andinas en donde están grabados los nombres de las víctimas de la dictadura. Este aspecto es uno de los tantos que utiliza Guzmán para resaltar a la cordillera como testigo de la barbarie cometida por los militares.

*El golpe

A través del testimonio y del archivo audiovisual de camarógrafo y documentalista Pedro Salas, la película se adentra en las repercusiones del golpe militar, con énfasis en las protestas de la gente en la calle y en la fuerte represión de los carabineros.

Se aborda de esta manera el significado del gobierno de Pinochet que incidió en la destrucción de una determinada sociedad para crear otra que no ha podido superar las contradicciones ideológicas, políticas y económicas.

De esta manera, La cordillera de los sueños cuestiona el accionar de las fuerzas armadas chilenas en la conducción del país y ubica los temas que exigen ser reformados o corregidos por parte de varios segmentos de la población.

*Conclusión

En su forma, La cordillera de los sueños está compuesta por un gran manejo de la imagen, a través de espectaculares tomas de las montañas; pero, en el fondo, se trata de un documental que recoge visiones de algunas personalidades chilenas sobre las consecuencias sociales y económicas del golpe militar de 1973.

Escrito por Victor Carvajal
Cinemagavia
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1 de agosto de 2023
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Sumario

En la película que nos ocupa, la Cordillera aparece como mudo testigo de la Santiago de la infancia del realizador, de la dictadura como instrumento de un salvaje programa económico, como crónica de la resistencia callejera, como una barrera natural que refuerza la insularidad de Chile y como escenario de un extractivismo sin fin.
La cordillera de los sueños, más directa y acaso menos deslumbrante que sus predecesoras, es el abordaje más personal de Guzmán dentro de la trilogía, en el sentido de que habla más de sí mismo que en las anteriores y de la nostalgia de lo significó el gobierno de Allende, y yendo más atrás aún, de su Arcadia infantil.
Y vuelve a interpelarnos frente al ascenso y retorno de derechas neoliberales que imponen sus eternos ajustes pero esta vez tristemente validadas desde gobiernos resultado de elecciones democráticas, como una de las herencias macabras de esa experiencia primigenia que fue la dictadura de Pinochet.


Reseña

Luego de Nostalgia de la luz y El botón de nácar, Patricio Guzmán cierra su trilogía con un procedimiento semejante aunque también con un abordaje más directo.

Vistas las tres películas, podemos afirmar que, como hilo conductor, el cineasta aborda Chile y la dictadura desde sus límites: el Desierto de Atacama, el Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes, respectivamente; en los dos primeros casos como cementerios de los desaparecidos de la dictadura de Pinochet.

En la película que nos ocupa, la Cordillera aparece como mudo testigo de la Santiago de la infancia del realizador y de la dictadura, como crónica de la resistencia callejera, como una barrera natural que refuerza la insularidad de Chile y como escenario de un extractivismo sin fin, con una mirada que incluso derriba algunos malentendidos y lugares comunes que tenemos en Argentina sobre la explotación del cobre chileno.

Guzmán nos habla sin vueltas de la dictadura como medio para imponer por primera vez en el mundo un salvaje programa económico neoliberal según las reglas de la Escuela de Chicago. La reflexión sobre lo que implicaron la dictadura y su programa económico y sus proyecciones sobre el presente están básicamente a cargo del escritor chileno Jorge Baradit y el documentalista Pablo Salas.

En varios sentidos, Guzmán y su película establecen un contrapunto con Salas (algunos años más joven que él), entre el realizador que “huye” al exilio (según sus palabras) y el que se queda registrando la resistencia callejera al régimen y a la impunidad de sus agentes en las calles de Santiago y otros lugares de Chile, entre el realizador que enriquece su relato con un abordaje indirecto o diferido con analogías y metáforas y el crudo cronista directo de la represión.

Sin dudas, La cordillera de los sueños, aunque acaso menos deslumbrante que sus predecesoras, es el abordaje más personal de Guzmán dentro de la trilogía, en el sentido de que habla más de sí mismo que en las anteriores y de la nostalgia de lo significó el gobierno de Allende, y yendo más atrás aún, de su Arcadia infantil.

Y vuelve a interpelarnos frente al ascenso y retorno de derechas neoliberales que imponen sus eternos ajustes pero esta vez tristemente validadas desde gobiernos resultado de elecciones democráticas, como una de las herencias macabras de esa experiencia primigenia que fue la dictadura de Pinochet.
Daniel B
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