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Rônin-gai

Drama. Acción Un burdel en una zona rural es el punto de encuentro habitual de diversos ronin, samuráis sin amo que desahogan en la bebida y las chicas sus frustraciones. Alcohol y pasión no suelen combinar bien con espadas y gente desesperanzada, el conflicto está servido. (FILMAFFINITY)
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7 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ronin, traducido literalmente del japonés significa "hombre ola". En el contexto actual se usa para llamar a alguien desempleado. En la época feudal, eran así llamados los samuráis sin señor, caídos en desgracia y condenados a un estamento social en el que lo único que los diferenciaba de la plebe era su derecho a portar armas.

El jidaigeki ha sabido tratar bien a esta figura. Algunos de los grandes héroes del cine de samuráis (Sanjuro, Tsugumo Hanshiro, Kikuchiyo, Ryunosuke o Magobei son ejemplos de ello) eran ronin y no samuráis, ya que la figura del samurái de pleno derecho suele usarse como símil del abuso de autoridad y la hipocresía burocrática, dado el pesimismo marcado de la cultura nipona posterior a la bomba atómica.

La realidad histórica, sin embargo, tenía poco que ver. Los ronin en el mejor de los casos eran oportunistas sin escrúpulos cuya espada les permitía robar, saquear o matar por un poco de arroz. Los menos afortunados eran poco más que muertos de hambre que ahogaban sus penas en sake y el único motivo por el que no los echaban de los bares era por el riesgo de ser desmembrados sin ningun miramiento.

Ese acercamiento crudo es el esqueleto argumental de la película. Solo el inicio es una completa declaración de intenciones: un duelo que de primeras parece ser épico, ve su resultado opacado por un ronin espectador que saquea el cadáver del muerto para cambiarle su espada por una de madera.

El escenario principal, sin embargo, es una taberna/prostíbulo/hostal de segunda categoría regentado por unos yakuzas un tanto considerados para como nos tiene acostumbrados el género. Allí se van desarrollando varias subtramas: el samurái caído en desgracia capaz de hacer todo lo posible para ser readmitido, una prostituta de lujo envuelta en una suerte de triángulo amoroso entre un bastardo perroflauta y el único ronin con sentido común, y cualquier estupidez que manden hacer al pobre de Shintaro Katsu, que no son pocas.

Su mayor lastre es quizás el tramo central. No llega a aburrir pero se andan un poco por las ramas y el plan de los villanos, un grupo de samuráis asesinos de putas que justifican su barbarie en la preservación de la decencia, si bien no es del todo anacrónico (aunque desde luego lo parece), no se justifica ni explica para nada.

Puntos a favor hay unos cuantos. La película nos hace esperar para ver acción de verdad, pero cuando llega en el tramo final, no decepciona lo más mínimo. Las coreografías, hechas de forma analógica usando muy buenos efectos de sonido y sangre de vez en cuando, se ven muy estilizadas y han envejecido bastante bien.

También destacan los detalles (a veces sutiles, a veces no tanto) que muestran como los ronin se ven obligados a hacer trabajos indignos para ganarse el pan: profesores de dibujos, criaderos de pájaros y esa memorable escena donde un personaje debe probar la nueva espada del señor con el cadáver de una mujer decapitada.

Para los amantes del chambara merece la pena y para los iniciados un pequeño aviso: la bipolaridad de las mujeres en el cine de samuráis y en el cine nipón en general es el pan de cada día. Lo digo para que no os sorprendáis por algunas decisiones de las protagonistas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Alegre Arnau
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