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Bright Future

Drama El enigmático Mamoru vive sólo con sus venenosas medusas de colores, que pican a todo aquel que se acerca demasiado. Yuji, un joven emocionalmente inestable que trabaja en el mismo sitio, se siente fascinado por Mamoru. Así que cuando éste es arrestado acusado de asesinar a su jefe, Yuji se encargará de las medusas y del padre de Mamoru, lo que le "abre sus ojos" al mundo real... (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
20 de junio de 2007
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista parece que le director nipón cambia de tercio: de un cine de terror a un drama. Pero sólo a primera vista. Es cierto que se aleja del terror pero Kiyoshi Kurosawa se mantiene fiel a sus principios mostrando una sociedad cada vez más dividida y solitaria donde el contacto humano apenas existe. La división está presente a lo largo de toda la obra ya sea por medio de un televisor o las rejas de una carcel.
Véase la doble ventana en las escenas donde los protagonistas se encuentran en el coche o los pandilleros hablando por walkie talkie sentados en una misma mesa (vuelve a la denuncia de las tecnologías que nos convierten en personajes individuales, perfectos en una sociedad cada vez más "licuada")
Para los fans del grandioso Kiyoshi esta película, grabada en formato digital, no defraudará, pero los que esperen ese terror que solo él es capaz de realizar, olvídense: este film es un drama sobre las relaciones humanas.
kanione
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28 de diciembre de 2021
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Mamoru y Yuji son dos jóvenes que trabajan en una lavandería. Uno es un tipo taciturno, el otro, inestable. Cuando el primero es encarcelado por el presunto asesinato de su jefe, a Yuji le tocará cuidar de la mascota de su amigo… una medusa roja cuyo contacto físico puede ser letal.

Extraño drama con un punto mágico-fantástico, sin cruzar nunca esta barrera; retrato quizá de una crisis colectiva, del aislamiento que sufren unos individuos frustrados, un tanto misteriosos y sin rumbo aparente en la vida, cuyas relaciones familiares parecen hechas pedazos desde hace tiempo. Frente a un nihilismo destructivo que puede llevar a cometer las peores atrocidades surgen vínculos inesperados entre gente muy distinta, o intentos de acercamiento, cosa desde luego esperanzadora… sin embargo, se abre una gran brecha entre las nuevas generaciones que van muy a lo suyo, que necesitan algo más, y unos mayores encerrados en un trabajo, en unas rutinas más burguesas, haciéndose el entendimiento entre difícil e imposible…

Sobre este panorama planea, improbable, la idea de un “futuro brillante” con el que sueña, o soñaba, nuestro prota. El tal Mamoru es, por su parte, una figura insondable, principal víctima de los acontecimientos al parecer, pero que aparenta estar muy por encima del resto de los mortales, incluso convertido en una presencia que se manifiesta donde no debería estar…

Existen por cierto dos versiones, una de ellas más corta, ni idea de cual será superior.

Película sumamente masculina, además, aunque nada (homo)erótica, rodada en digital, de tonalidades descoloridas, tan interesante como frustrante, irregular (o estirada, pues se llega a reiterar una escena clave y esto hace que pierda fuerza), aquejada de una peculiar esquizofrenia visual; meticulosos encuadres que rozan lo kubrickiano (como los de la prisión), captando entornos físicos desasosegantes, figuras diminutas… pero también planos chapuceros, nerviosos, captados cámara en mano, con una visible intrusión del cineasta en sus imágenes incluso, por no hablar de decisiones tan gratuitas en apariencia como esas escenas del coche con la pantalla partida.

La medusa se mantiene como un elemento de incierto significado. Una criatura igualmente inescrutable, etérea en sus movimientos y como fuera de lugar; lo mismo un objeto de fascinación, capaz de iluminar un panorama sumamente oscuro, que un peligro latente. Milagro o maldición según se mire, encerrado entre paredes de cristal, como los habitantes de una inmensa ciudad de Tokio, con sus calles y edificios, con sus apartamentos hechos polvo. ¿La diferencia? Que ellos, como la pandillita de adolescentes aburridos con pintas, son incapaces de encontrar el mar, abocados a un estado de rebeldía permanente y estéril (el Che reducido a imágenes fotocopiadas). Cabe preguntarse si, como los aparatos tecnológicos en un taller, somos “reparables” o no tenemos remedio.
Don Hantonio Manué
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12 de junio de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un reducto de incomunicación y hastío, la sociedad. Rota, agazapada en una esquina oscura desde donde no se percibe sonido ni contacto alguno.
¿Podría arrojar algo de luz un invasor que, adaptado a ella, crease su propia sociedad? ¿Cómo escapar después?

Pese a que las claves y las ideas sean muchas, pocas respuestas podemos esperar de una obra surgida de la mente de Kiyoshi Kurosawa, únicamente arriesgarnos a sopesar una interpretación, un supuesto que nos permita alcanzar la verdad absoluta; "Bright Future" es una de esas de su fascinante e irregular filmografía. En aquel instante gozaba del éxito en Cannes y del beneplácito internacional gracias a "Kairo", nueva incursión en los terrenos del terror desde "Cure" (sin mencionar la televisiva "Korei"), asimilando una óptica moderna como sucede en muchos títulos del género.
Se refugia otra vez en las producciones independientes para un proyecto muy personal donde experimentará, también al estilo de sus coetáneos en el momento (Shimizu, Miike...), con el formato de vídeo digital, no muy acertado ya que al mismo tiempo lo combina con el cinematográfico. Empieza Yuji hablándonos sobre cómo es capaz de ver el futuro a través de sus sueños, al menos lo era; sin embargo ahora no sueña, y vive en la incertidumbre. Como todos los personajes del director, este joven es el mejor reflejo de la alienación, el hastío, la soledad y la inexistencia de un destino que rige el entorno de ese Japón donde, aún pasado el nuevo milenio, persiste la huella de la crisis iniciada una década antes...

Yuji es un miembro más de la Década Perdida; en su contra destaca la misteriosa y amenazante presencia de Mamoru, que recuerda y encuentra similitudes con el Mamiya de "Cure", y entre ellos el ser alrededor del cual giran éstos y los conecta, una medusa roja propiedad del último, símbolo de la esencia del film como lo fue el árbol de "Charisma". Si algo diferencia a "Bright Future" de otros austeros dramas sociopsicológicos de Kurosawa es su ausencia de un auténtico soporte narrativo y su dirección casual y accidentada (aquel árbol o como en "License to Live", donde Yutaka actuaba de hilo conductor).
Pasa la primera media hora, donde se instala una sensación de incómodo suspense debido al carácter y los actos criminales de ese Mamoru encarnado por un Tadanobu Asano en el papel más espeluznante de su carrera; si el director estaba acostumbrado a seguir a los monstruos que devoraban el entorno exterior, ahora encierra al monstruo e incluso le quita la vida, cediendo toda la atención a Yuji y al padre del anterior, Shinichiro (un envejecido pero genial Tatsuya Fuji). Dos realidades enfrentadas: por un lado la de la más dolorosa incomunicación, y es que en esta ocasión el de Kobe es mucho más directo y abrasivo en sus intenciones.

Al contrario que la críptica e insufriblemente intuitiva "Barren Illusion", todo se presenta aquí más literalmente, aun a base de simbolismos. Sirva el instante en que, pese a compartir el mismo espacio en la cabina de la furgoneta, el padre de Mamoru y Yuji están separados por una distancia insalvable (el vacío negro trasladado físicamente en pantalla), y el resto de individuos, desde la despreciable hermana de éste último a la pandilla de jóvenes, quienes no así figuran un núcleo social único, al sobrevivir desvinculados del entorno al cual se han adaptado.
¿Qué serían? Especies invasoras, revolucionarias como el Ernesto Guevara que lucen en sus camisetas, ¿la esperanza para combatir la muerte y el hastío social según Kurosawa? Tras ciertos momentos donde regresa al horror de corte sobrenatural de "Kairo" y a la subtrama sobre la relación entre Shinichiro y Yuji (padre e hijo sustitutivos igual que Yutaka y Fujimori en "License...", cuya realidad "real" y palpable de uno entra en conflicto con la utópica y soñada del otro), la figura de la medusa, pilar de la historia y ser de la discordia, toma una importancia sagrada y trascendental. La otra realidad es la propuesta y creada a partir de ella.

Homólogo espiritual de Mamoru, este animal, impulsora del ataque de responsabilidad y de la recuperación en la fe de Yuji (y después de Shinichiro), es la concepción informe de una revolución vital. Adaptada a la fuerza al medio, del agua salada a la dulce, el ser, que flota en su pecera ajeno a todo lo exterior, es liberado por accidente pero en lugar de morir como su dueño original sobrevive, se infiltra, y el brillo de su hidroesqueleto ilumina los rincones oscuros de esa sociedad humana dividida que, en su pérdida de valores, incomunicación e inmoralidad, no puede competir con la familia creada por él, dispuesto a dejar esa "sociedad-incubadora" y dirigirse a un futuro más luminoso.
En la versión más radical de sí mismo, Kurosawa aboga por la esperanza adelantándose en cinco años a "Sonata de Tokyo", y evita en última instancia el discurso desgarradoramente nihilista de algunas de sus películas anteriores, así como los finales apocalípticos (que mucha importancia tenían en "Charisma" o "Kairo") o las interpretaciones opacas y ambivalentes (caso de "Barren Illusion"), dejando sobrevivir a los protagonistas, quienes comprenden la oportunidad de volver a comenzar.

El nuevo comienzo, en el simil humano, lo podrían figurar esos delincuentes juveniles (todos iluminados por sus trajes blancos) que acaparan el protagonismo en ese desconcertante epílogo, filmado a lo largo de un elaborado plano-secuencia, a pesar de ser la destrucción y la violencia su método para marcar el cambio y el avance.
Típicamente "kurosawiana" en su forma y discurso, lastrada por una farragosa irregularidad narrativa, a menudo inexplicable de manera tortuosa, "Bright Future" consigue destacar por sí sola en Cannes y sobrevive como otra de esas células en la larga cadena de obras crípticas e ininteligibles del nipón, sólo capaces de brotar desde su genoma alienígena...
Chris Jiménez
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