Mi infancia, mi país: 20 años en Afganistán

Esta película documental nos cuenta la vida de Mir, desde su infancia hasta su madurez. Es un recorrido desde la cuevas de Bumiyán (cuyos Budas fueron dinamitados por los talibanes), donde vive refugiada su familia, hasta su traslado a Mazar-i- Sharif (donde conoce por primera vez qué es una ciudad), y posteriormente a Kabul.

Mir y su familia solo han conocido la guerra: El peligro de morir en cualquier momento por hambre o por una bomba. Sin posibilidad de recibir una educación básica y trabajando desde su infancia en una mina de carbón.
Las circunstancias pueden ser conocidas o intuidas. Pero hay un valor en Mir y su familia que me impresiona como occidental que soy: que no pierden la esperanza. O mejor, que Mir y tantos afganos no la pierden a pesar de esa circunstancias tan trágicas y mierdosas (perdón por la expresión). la esperanza en un futuro mejor, de paz, libertad y alguna prosperidad.

Es una historia sobre el bandidaje y la tiranía de los talibanes, de Al Qaeda o del Daesh, pero también sobre el poder absoluto de los señores feudales. Y una historia sobre la traición de Occidente, consumada recientemente, que prometió ayudad reconstruir Afganistán y no lo ha hecho, destinando la mayor parte del dinero a armamento y y a corromper a los notables locales…

El documental nos ilustra, nos amplía la información pero, ante todo, lo hace es guiarnos desde la mirada y la vida de un chaval afgano que se hace adulto, con sus ilusiones y sus decepciones: un mismo protagonista real que vemos crecer durante el documental, utilizando el recurso de “Boyhood” de Richard Linklater. Solo que esto no es ficción.