Estado de miedo

En este sentido Sendero Luminoso no fue un movimiento campesino stricto sensu, sino que la supuesta toma de conciencia en torno a la paupérrima situación de los campesinos del Altiplano y las graves desigualdades imperantes en el país se produjeron en cierto sentido al margen de los propios campesinos. Lo que pretendo explicar es que el extracto social sobre el que se asentó el maoísmo peruano y, a posteriori, la guerrilla de Sendero Luminoso era el de jóvenes estudiantes cuyas familias habían llevado a cabo el proceso de transición entre la pobreza y una situación socio-económica relativamente buena en el lapso de unas pocas décadas.

El impacto psicológico que Sendero Luminoso tuvo sobre Perú fue de largo alcance, tanto es así que, como destaca el documental, durante la ofensiva terrorista lanzada contra Lima a partir de 1990 la paranoia se apoderó de los habitantes de la ciudad: todos empezaron a dudar los unos de los otros y la población blanca comenzó a tener miedo de sus propios sirvientes. En este sentido una de las causas de que los jueces aparecieran “sin rostro”, como se les ha conocido después, podría tener que ver con el miedo a que se tomaran represalias contra los letrados.

No obstante hay que tener en cuenta una segunda explicación que, de hecho, no se contradice con la primera que hemos expuesto. De algún modo, estos “tribunales sin rostro” serían una evidencia de la deriva experimentada por el Perú bajo el gobierno de Alberto Fujimori, quien desmontó por completo el estado de derecho desde el año 1992 so pretexto de combatir el terrorismo. La mayor parte de los peruanos, todavía bajo el shock producido por los años del terrorismo, no tuvo problemas en cambiar democracia por seguridad, y es precisamente éste uno de los puntos en los que el documental hace especial hincapié. La lucha contra Sendero Luminoso sirvió como pretexto para instaurar un estado policial y desplegar un torrente de agresiones arbitrarias contra ciudadanos – fundamentalmente estudiantes – que no tenían nada que ver con el movimiento terrorista. La conciencia de estar enviando a miles de inocentes a prisión llevaba a los jueces militares a tomar la precaución de cubrir su rostro durante los procesos para eximirse de cualquier responsabilidad en el futuro, algo con lo que estuvo completamente de acuerdo Fujimori. A un nivel simbólico estos “tribunales sin rostro” serían un instrumento en manos del estado para extender el terror y, así, producir la parálisis de la sociedad, de hecho, desde nuestra perspectiva parece difícil comprender lo que un individuo puede sentir al no saber quién lo está juzgando cuando tampoco sabe por qué. No hay duda de que estos procesos serían el crisol paradigmático de la desprotección del ciudadano peruano frente al estado y, al mismo tiempo y como consecuencia de ello, un intento este último por desplegar un poder omnímodo sobre la sociedad, a la que se noquea hasta desorientarla, sin saber a qué o a quién se enfrenta.