Nos vies privées

En su habitual juego con lo documental y los mecanismos más esenciales del cine de género, Denis Côté desarrolla una historia de amor en la inmensidad vacía de Quebec, el gran paisaje emocional de su filmografía. En este caso destaca el abordaje de un modelo típico del amor millennial: la relación a distancia que se desarrolla primero por internet, antes de que las personas se conozcan en persona. El filme investiga en los problemas de este tipo de relaciones, y la falsa sensación de cercanía y conocimiento del otro que ofrece la red. Después de unos días de pasión desenfrenada, ambos personajes empiezan a darse cuenta de que en realidad no tienen demasiado en común y que la relación no va a ninguna parte.

Tras una primera parte de corte casi documental, es en su segunda mitad, como suele ocurrir en el cine de Côté, cuando el género (en este caso el thriller) entra en juego. La turbiedad funciona como contexto a través del que ahondar en la herida: cuando más se necesita al otro para superar situaciones, más se evidencia que el otro en realidad no está ahí, que ese otro no existe. Dos cuerpos continúan la convivencia, cercanos en el espacio pero distantes en la complicidad emocional.