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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Ratofante
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Críticas 19
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
12 de febrero de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno puede dejar pasar esta película, como si fuera una mera comedia de enredos, frívola y bobita. Incluso uno pude decirse a sí mismo que es natural suspender cualquier asomo ideológico o moral cuando se ve una película. Pero hay veces en que el problema es más complejo.

Para ir al grano: conseguir a Gary Cooper en 1944 para una película era un negoción, aún si el guión fuera una estupidez. Tanto, que se puede contratar a Sam Wood para dirigirla, y a nada menos que Nunnaly Johnson para adaptar la obra teatral, y éstos aceptar. Hay miles de ejemplos parecidos en el pasado y en el presente.

Pero hay temas a los que nadie se atreve. No se habría hecho una apología del nazismo, por ejemplo. Pero sí pueden atreverse a presentar personajes femeninos y abandonarlos a su suerte, tratarlos como materia humana al servicio de la historia y luego desecharlos sin más explicación.

Este problema de guion es digno de un principiante. No se entiende en una figura de la talla de Nunnaly Johnson. Pero eso no es lo importante. El problema es que devela lo que el mundo (y no solo el masculino) de 1944 podía abandonar a su suerte y lo que no. Y la mujer era uno de esos tópicos.

El público (incluso el femenino) podía claramente reírse con esta historia en 1944. Y creo que eso es grave, primero porque pone al descubierto el rol al que se sometía a la mujer, y segundo porque da origen a un justo reclamo posterior que en la actualidad ha crecido de tal modo que afecta hasta al idioma, y genera cupos en vez de fomentar la igualdad de oportunidades. SIn ir mas lejos la peli no tieen empacho en postular que Gary Cooper será mejor madre que Teresa Wright.

Este guion, desde su franca estupidez comercial, es peligroso, acaso sin proponérselo.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ratofante
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8
26 de diciembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese verde terreno desigual, las carreteras angostas, los modestos autos de doble capot, el bar, los campesinos, un paisaje tan hermoso que duele, y un entorno que aún no trae la fatalidad de la Gran Guerra.

Tanta amabilidad puede parecer edulcorada, pero no es así. El clásico acento fílmico británico ofrece un pulso siempre inquieto en medio de la paz, rompe el clásico costumbrismo y tiñe su universo de las pequeñas grandes cosas que suceden en el mundo rural.

Su antecesora de 1978, que se rodó durante 7 temporadas fue un clásico para los hogares británicos, pero no tiene el esmalte de esta nueva versión, cuyo protagonista, el debutante Nicholas Ralph, tiene un carisma y un sentido de la verdad de los que carece el estilo de su antecesor, el prepotente y antipático veterinario encarnado por Christopher Timothy.

Más ardua y desventajosa es la comparación del veterinario jefe Sigfried Farnon, a cargo Samuel West. Sucede que en aquella versión de los 70, el personaje estaba a cargo de uno de los mayores actores de habla inglesa, el formidable Robert Hardy. Con todo, West se las arregla para componer un jefe igual de arrogante, cambiante, evasivo y simpático en la misma medida.

Las novelas autobiográficas de James Herriot son una serie de crónicas escritas con habilidad y buena prosa inglesa. Narran la vida de un veterinario recién diplomado que viaja a los valles de Yorkshire para hacer su residencia. Pero no deja de ser un prolijo y gracioso diario de trabajo. Esta adaptación, sabiamente, se sirve sólo de lo esencial, y se toma libertades a veces importantes, como la recreación del la adorable Mrs. Hall, a cargo de la espléndida Anna Medeley.

A los efectos de construir historias de una tensión dramática que supere la simple y complaciente autobiografía, el guión establece otras prioridades, va más allá de los personajes y entreteje las situaciones tomadas del libro con nueva y severa conciencia de trama serial.

Con todo, la serie nunca se arrebata, es siempre paciente, y apela a la percepción del espectador para colocarlo en la paciente vida diaria del campo, donde si llueve sólo se puede esperar. Y para pedir esa paciencia, brinda muchas herramientas, como un finísimo sentido del humor, y una veraz empatía entre los personajes.
Ratofante
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9
18 de diciembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Concebida con importante producción, "Dave" fue bien recibida en los cines, pero rápidamente saltó al circuito del videoclub, por lo que su público principal fue éste, y no el anterior.

El filme fue surtido junto a la imponente cantidad de entretenimiento liviano que ofrecían los videoclubes en los 90, y quedó perdido en esa bolsa de oferta. Incluso su título de distribución en Latinoamérica fue el imberbe e incorrecto "Presidente por un día"

Es posible que para aquella audiencia fuera difícil distinguir la gran obra que esconde este filme, porque apela a recursos que también pueden aparecer en aquellos entretenimientos livianos, como el humor, o la fe en la humanidad.

Sucede que estos recursos, aquí empleados con pericia, no son el fin, sino el medio para llegar a un hilo narrativo de inusitada solidez. Acaso, a los efectos de la elaboración de un conflicto serio, tanto el humor como la fe en la humanidad no gozan de prestigio, o no tienen efectividad inmediata, lo que promueve el error de juzgarlos como atributos secundarios.

Como ya estamos previendo, el problema es más complejo. Elaborar una trama seria y potente empleando estos recursos puede ser incluso más efectivo, pero es más difícil de concebir. Requiere de gran autoridad en la escritura, gran conocimiento del comportamiento humano,requiere saber filmar muy bien, y sobre todo, requiere de mucho trabajo.

Los antecedentes que la película honra sin esconder, están en las comedias de Frank Capra, como “Mr. Smith goes to Washington (Caballero sin espada)”, o en el mismísimo “Prisionero de Zenda”, que tuvo en los ’30 una perenne versión de John Cronwell con Ronald Colman en el papel central.

Aquellas obras maestras han pasado a la historia, no ya porque el auditorio de entreguerras fuera más crédulo, ya que los conflictos de ambas entregas son intensos y llegan a profundos clímax, sino porque era un público con menor necesidad de lobreguez para encontrar seriedad. Esto no reduce mérito a las historias oscuras que poblarían luego la cartelera. Sólo señala que la falta de oscuridad no le resta jerarquía a los recursos múltiples de la comedia.

La premisa es sencilla. Una asombrosa coincidencia hace que dos hombres se parezcan mucho. Uno es dueño de una agencia de trabajo temporal, y su naturaleza gentil y afectuosa. El otro es el presidente de los Estados Unidos, un político con muy buena parte de los defectos que ello puede conllevar, sumado a que es un sujeto autoritario y estafador.

Entonces se produce la magia de Zenda, y la indisposición de uno le hace ocupar el sillón al otro. Y aquí viene el viejo asunto de los recursos. Que el guión, la dirección y la magistral interpretación de Kevin Kline se valgan de la comedia, no es sino un camino directo para abordar los problemas profundos de todo sistema democrático representativo.

La obra atraviesa sin tropiezos por una trama de gran complejidad, cuyas muchas capas pueden apreciarse sólo si se está con ojo atento. La probable ingenuidad del presidente sustituto, que hace su trabajo literalmente, es decir, representa al pueblo, promueve un examen de conciencia que no a todos nos gustará aceptar ¿Por qué nos resulta ingenua la honestidad, y verosímil la corrupción?

Creo escuchar la respuesta. Pero cuidado. La corrupción tiene en cada ciudadano, como mandante, una ínfima aunque decisiva responsabilidad. Y si un presidente que se ocupa de lo que debe nos despierta la ternura (o el desprecio) de lo ingenuo, hemos naturalizado el horror.

De todos modos la película también se ocupa de eso. La farsa no puede seguir, porque es una farsa, y porque el pasado del presidente auténtico cae como una bola de fuego sobre el sustituto.

“Dave” es un magnífico cuento que se vale de la ficción para simbolizar una siniestra realidad consentida por todos. No es una pavada para ver con pochoclos cuando no tenemos nada que hacer. Pero la probable coincidencia con este juicio, depende de verla con la misma atención con que la hubiéramos visto en el cine. Solo entonces, las muchas capas significantes completarán la superficie de la aventura, y la enorme humanidad de la propuesta cobrará su verdadero sentido.
Ratofante
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9
5 de noviembre de 2021
8 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Samuels ha estudiado minuciosamente el western. Conoce bien las hazañas de los maestros del pasado. Por eso, pese a que una mirada superficial no tardará en vincularlo a Tarantino, hay en él mucho más de la irreverente subversión de Leone, de la profundidad de Wellmann, del laconismo de Ford, de la gracia de Wyler. Y al mismo tiempo filma, narra y musicaliza con pulso original.

Hace falta soltar amarras para ver este trabajo. Dejarse imbuir por una revisión del género, que homenajea sin copiar. Su banda de sonido es única. No teme a la épica, ni al raegge, ni al blues, ni al spiritual. Narra con el filme, lo canta, lo susurra.

El ojo del narrador sitúa al negro en su cosmovisión del mundo e invita al blanco a verlo como él. Se aleja de la prebenda de que todos somos iguales. Samule hace algo más. Arroja al espectador a una mirada subjetiva de negro. El espectador debe palpar (no sólo escuchar o decir) que elegancias, groserías, o salvajadas nada tienen que ver con el color.

La historia tiene el esquema de un western clásico, pero su forma y sobre todo su final, no lo tienen. Con una vaga referencia a cierta ópera de Verdi, los hechos conducen a que no haya buenos ni malos, ni el duelo final sea un descanso catártico. Por el contrario, la pesadilla apenas puede comenzar al salir a la luz aquello que era mejor dejar oculto.

Pese a sus múltiples homenajes, a la agradecida herencia puesta en acto, siento que este filme no se compara a ningún otro.
Ratofante
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8
4 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre habla del equilibrio de la naturaleza, pero es él quien decide qué es natural y que no. Conoce a una mujer inquieta y aburrida de su matrimonio aburrido, la seduce con posibilidades que no es capaz de cumplir. La mujer se deja seducir, pero luego se arrepiente, porque se devela la violencia y el lunático autoritarismo del hombre. Aun así no piensa volver con su ex marido.

El ex marido es un bonachón borracho y aburrido, que no encuentra nada en ella, ni en él mismo. La hija de ambos es madera noble, pero es joven, sufre, y está en peligro permanente.

En torno a este terceto irregular, ajeno a toda maravilla, la trama corre en un pueblo chico lleno de subterfugios que todos conocen y de los que nadie habla. Los muchos personajes, con enorme riqueza de construcción, se deslizan por la trama como por un tobogán que los lleva a ningún lado.

Y sin embargo, hay tanto humor indirecto, y tanta palabra dicha en el momento justo, que el efecto es contrario al aburrimiento. El hilo dramático nos sorprende continuamente con deleitables peligros y los personajes nunca reaccionan como esperamos. Esto constituye una inusitada excelencia.

Utmark es un western modesto pero insondable, nórdico como sus tierras, profundo como su pantano, lleno de gracias insólitas, con un tono muy delicadamente calibrado. A pesar de las similitudes que puedan encontrarse con el estilo americano de los hermanos Coen, este trabajo es dueño de su mundo, y responde a leyes de luz propia.

Cierra la primera temporada un conflicto abierto que clama su continuación, y la magnífica canción nocturna “Du, Som Har Tændt Millioner Af Stjerner” (Tú que has encendido millones de estrellas) escrita en 1981, con letra de Johannes Johansen y melodía de Erik Sommer.

Esa canción, modesta y preciosa, funciona como un salmo de despedida y le otorga al cierre una delicada perfección, abre la emoción de un encuentro probable, y casi parece ignorar el nacimiento de venganzas terribles.
Ratofante
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