El efecto claustrofóbico de la película me enganchó desde la primera vez que la vi, y aún lo sigue haciendo. Narrada con un ritmo lento y desalentador, “El Bosque Petrificado” resulta ser una expresión de una época. Una expresión pesimista y decepcionante de una sociedad en descenso en la que los personajes reflejan su condición. En la que convergen la pérdida de la belleza del pasado, con la inestabilidad del presente, y la incertidumbre del futuro.

Esta película se apega al guión, y se mantiene fiel a la idea original concebida por Robert E. Sherwood; sazonada de diálogos existencialistas y profundos, y dejando que los personajes tan bien trazados, lleven el ritmo de la obra. Es tal vez esa la razón principal por la que la película llega a parecer una obra de teatro filmada, sin embargo, el director aprovecha las alternativas que ofrece la filmación para hacer uso de planos detalle, aportar esa atmósfera claustrofóbica en las escenas de tensión, y agregar música de manera precisa a los fragmentos de la cinta que lo requieren. La atmósfera de frustración y desaliento está tan bien lograda que trasciende las proporciones y posibilidades de la pantalla para impregnarla en el espectador. Hubo momentos en los que percibí las palabras de Alan Squier tan cercanas a mí, en los que me sentía inerme en la tormenta de arena, y en los que la represión tomaba posesión de mí. Todas esas sensaciones son producto de mi cercanía a ella, ya que parece haber emergido de mis entrañas. Los efectos que provee esta cinta, tan visualmente minimalista pero profunda, se adaptan casi de manera poética a mi personalidad, así como a un momento determinante de la historia, pues hubo una época en la que la vida parecía insignificante y deprimente, una época en la que se buscaba el sentido de su concepción. Esta película refleja una condición humana aflictiva, retrata la desilusión y una existencia sin sentido que hay que aprovechar tan sólo para trascender. Alan Squier está determinado a morir porque su existencia no tiene sentido, pero busca pasar a la posteridad en la señorita Maple, interpretada por la inmortal Bette Davis en un papel que parece no estar hecho a su medida, pero con el que sin embargo sabe lidiar. Esa noción puede no ser tan bien recibida por las audiencias de la actualidad, quienes encontrarían en “El Bosque Petrificado” un romance teñido de momentos melodramáticos y elocuentes, pues su profundidad ha sido desdeñada por el tiempo, así como su intensidad y su poética belleza a pesar de su lenguaje cinematográfico tan escueto. No cabe duda que “El Bosque Petrificado” debió haber sido cinematográficamente más enriquecida por el director Archie L. Mayo, quien si bien mantuvo el ritmo de la película de manera fluida, no se tomó tiempo para contemplar la posteridad, y en realidad ha sido la interpretación de Humphrey Bogart, como el gángster Duke Mantee, lo que le ha aportado cierta reputación a la película a través de los años, ya que lanzaría al actor al estrellato. Su actuación fue sin duda alguna muy buena y desconcertante interpretando a un personaje complejo y temible, logrado de manera eficaz después de que estudiase meticulosamente a los criminales más famosos de aquella vertiginosa época. Pero tampoco hay que olvidar que esta película anticipó un nuevo movimiento cinematográfico, tal vez el más relevante en la historia del cine estadounidense; el film-noir. Una corriente comparable con el Expresionismo Alemán, el Realismo Poético, el Neorrealismo Italiano o la Nueva Ola Francesa. Esta cinta no sería la que definiría a dicho movimiento, pero reúne a los aspectos típicos de este; una fotografía lúgubre, personas comunes que se enfrentan a situaciones inesperadas, crítica social, una atmósfera desalentadora, y un desenlace pesimista. Los personajes están muy bien trazados y logran aportarle ese estilo tan llamativo al film. Todo ese conflicto entre personalidades diferentes e incluso opuestas en un contexto adverso es producto de la lealtad del creador al guión, y a los diálogos. Visualmente la película es pobre comparada con el guión, el cual aporta más de la mitad de la realización de la película. Archie L. Mayo hace poco con el guión para enriquecerlo y plasmarlo en el celuloide. Sin embargo, no es la primera vez que ocurre. La grandeza y perpetuidad de “Casablanca” recae en el tratamiento de la historia y los diálogos más que en su calidad visual, inferior a su guión circunstancial, aunque superior a la calidad visual de “El Bosque Petrificado”. El guión de esta película es considerablemente bueno, ya que la historia tiene mucho que ofrecer, y a pesar de la realización algo banal, el director logra capturar su esencia y logra proyectarla. De manera acartonada, aunque con fluidez y sus momentos de grandeza.

Cabe mencionar que la película posee cierta ambivalencia; entre el onirismo y la crudeza. Por un lado las esperanzas, el romance, los sueños de libertad y el misterio del desierto, y por el otro, los conflictos que surgen de la despiadada vida. Todo ello simboliza la inestabilidad de una sociedad inmersa en la incertidumbre, en donde los viejos valores como el arte, el patriotismo y la fraternidad se vuelven banales, y dan lugar a la decepción, la inconformidad y el temor. Lo que esta película plasma son las respuestas a los impulsos de una sociedad en una determinada época. Retrata una noción que yace moribunda en los anales de la cinematografía, y que se renovará a través de la comprensión de su esencia, la cual ha sido cruelmente desdeñada por el tiempo. Una expresión de una época que se ha convertido en un vestigio cubierto de polvo, como le ha sucedido a muchas otras buenas películas a lo largo de los años. Jamás me cansaré de ver “El Bosque Petrificado”, ha sido la quinta vez que he recurrido a ella, y sin embargo no lo suficiente para olvidar lo mucho que la disfruto cada vez que la veo.

Jamás vi tanta grandeza en algo tan simple. La limitada técnica de Vittorio de Sica, y la conmovedora interpretación de un actor inexperto como Maggiorani (al menos en términos artísticos), permiten apreciar una cruda sociedad de manera profunda y arrolladora que dejan en evidencia la perspectiva personal y los sentimientos del creador ante aquella época. Al involucrarse personalmente con su obra, esta película adquiere un espíritu que la mantendrá como una inmortal obra maestra.

Es rídicula...incluso peor, habría que inventarse un nuevo término para describir lo que es.

Es demasiado maníquea, tonta, patética e incongruente. Una triste y dolorosa concepción cuyos orígenes radican en su falta de creatividad, y su larga transmisión en el gusto del público con criterios limitados.

Leticia Calderón mató a medio elenco, y Allison lloró durante 3/4 partes de la telenovela. Menos mal que no soy tan modesto.

Tristemente recordada como la ganadora del Premio Oscar a Mejor Película ante "Ciudadano Kane". Pocos reconocen su belleza, otros no saben absolutamente nada de ella. Es de lo mejor de John Ford. La película tiene mucha textura y poder, coraje y belleza. Es un refinado drama que me hace suspirar y llorarle al pasado. No es sólo una buena película, sino una película muy personal; es un auténtico retrato en el que John Ford se involucra. La historia posee humor, drama, romance y una maravillosa banda sonora. Es posiblemente la mejor película realizada por 20th Century Fox y me atrevería a decír que más que tan sólo una película. Al final resulta nostálgica, pero no por su triste desenlace. Sino, porque el tipo de belleza que posee esta película parece que jamás volverá a ser alcanzada, solo John Ford podía hacer una película tan profunda y romántica como "¡Qué Verde era mi Valle!"; una verdadera obra maestra.

Es sólo un producto que buscaba darle fama a su creador. Es fácil percatarse que con los años una película sostenida por un gran presupuesto pierde relevancia, y que los cameos fueron otro atenuante para su éxito efímero. Sin embargo, la película con sus altas y bajas; con su comedia sencilla y sus espectaculares secuencias es capaz de provocar una sonrisa al concluir.