Leo un día que van ha hacer una versión de "La dalia negra", magnífica novela del gran Ellroy.
Sigo leyendo con interés: veo el director. "Vaya, De Palma, hum..." . Comienzo a sentir un ligero picor en la nuca. De Palma... bueno, igual se acuerda de repente de cómo se hace cine, y su puesta en escena desmesurada capta la narrativa paranoica del escritor.
Continúo: reparto, bueno, los hombres pueden ser, Eckhart sobre todo, de pronto, ¡Swank! Bien, bien... pero luego, oh, no, Dios mío, ahí está, La Cosa con Tetas, la destrozadora de películas, la masa de carne absurda, la nada hecha mujer... Quedan semanas para el estreno, pero el picor va en aumento.
Cuando la estrenaron, fui al cine, la parte posterior del cuello enrojecida, el picor había ido aumentando y extendiéndose. Durante los anuncios me revuelvo, incómodo, verás, me digo, verás tú...
En efecto. La Cosa con Tetas se mueve (se bambolea) de un lado a otro de la pantalla, no deja que aparezca la Swank, De Palma ha olvidado hacer cine. Hay escenas que dan risa, trozos de piel se quedan entre mis dedos, el cuello me sangra, me arde...
Para cuando acaba la peli, estoy cubierto de sangre, asoma el occipital y algo de músculos. La mujer que estaba detrás mía grita al encender las luces y verme la parte de atrás de la cabeza.
-No se preocupe, señora, si ya me lo olía yo...

El primer motivo por el que no me gustan las películas con personal nórdico es que a la hora de escribir las críticas se tarda aproximadamente cinco horas por línea. Todavía estoy buscando en mi teclado dónde demonios están los signos que tienen esos nombres. Si no fuera porque los veo arriba, pensaría que no existen.
Si encima los que no son nórdicos, también tienen nombres y apellidos casi imposibles de transcribir, pues no veo la manera de escribir una crítica en condiciones.
Ya que se inventan los títulos, podrían inventarse también los nombres. El reparto de esta película podría ser Magdalena, Paquito, Botello y acabaríamos antes.
Pero no. Venga nombres raros.
Así acabó el director: de tanto distraerse tratando de leer los nombres de sus actores, acabó olvidando qué demonios estaba contando.

Si ya la adaptación de la novela de Stanislav Lem realizada por Tarkovski puede resultar difícil de ver, a Sorbrehrbe... a Sobrerterg... a Sogbehdtgr...
a este director se le ocurre meter por medio a George Clooney, que convierte cualquier escenario intelectual en el de un frívolo vodevil, entre otras razones porque no puede mover el rostro.
Claro que se puede considerar que Sgorbehrd... que Sorgerbh...
que este director quiso darle algo de estupidez al excesivo intelectualismo de la anterior versión, para compensar.
Es este caso, podemos afirmar que Sorrrbergg... que Sgobenhre...
podemos afirmar que este director se pasó de la raya, porque consigue hacer una película peor que la de Tarkovski, y además más aburrida.

De nuevo, Tarkovski impone un ritmo frenético a la película, acrecentado en esta ocasión porque la película es de alienígenas, que acosan a los supervivientes de una estación espacial. Como suele ser habitual en el director soviético, la aparición de una mujer desencadena escenas de alta carga erótica, lo que unido a las tremendas escenas de acción, persecuciones, levitaciones y demás condimentos aseguran la diversión desde el primer minuto hasta el último.
Un cóctel insuperable de cine comercial, quizá demasiado palomitero.

Vamos a ver: si el título en español es el que está entre paréntesis, debería ser Amelia, no Amelie. Si los que lo han puesto pretendían hacer alarde de su originalidad o simpatía por prescindir del acento agudo (se llama así, ignorantes, acabo de mirarlo en la wikipedia) para mí que no han logrado nada, pero todo el mundo tiene derecho a chuparse la planta de los pies, y yo no voy a decirles nada.
La película va sobre una muchacha con evidente retraso mental. Para conseguir implicar al espectador, el director ha decidido que todos sintamos lo que es sufrir un retraso mental considerable al verla. De esta manera, consigue que empaticemos con la protagonista, que no es empatar, sino otra cosa más complicada, pero realmente lo que sucede al final es que como nos hemos visto limitados en la capacidad cerebral, no nos damos cuenta.
Y se produce, entonces, el milagro: Amélie parece inteligente.
Ni Juan Tamariz. Aplaudo con las orejas y agito mis pañuelos palestinos.