Goro, el hijo que lucha contra la sombra inmensa e inabarcable de su padre, intentó abarcar mucho en su primer proyecto, y fracasó. Ahora intenta un acercamiento opuesto: una historia pequeñita, humilde e íntima, y le ha ido bastante mejor. Una película que respira el espíritu Ghibli en cada pincelada, en cada sonido, en cada gesto, pero que tiene su propia personalidad. Con un ritmo ágil y preciso, conocemos a la protagonista, descubrimos el mundo en el que vive, las carencias que tiene, su sensibilidad, y no tardemos mucho en empatizar con ella, comprenderla, y desearle suerte. Sin grandes alardes, la película avanza deprisa, llena de humor, de pequeños personajes entrañables, de emociones.
Es cierto que el argumento abusa de algunos clichés y que se desarrolla de forma un tanto rápida, sin dar tiempo para observar detenidamente los momentos de mayor calado emocional, sin detenerse lo necesario en las rutinas que expican cómo somos, pero estas son faltas menores, pues la película, como los barcos que aparecen constantemente en ese mar turquesa, tiene muy claro su rumbo y se dirige hacia él con timón fijo.
Esta vez sí, Goro. Esperaré con mayor esperanzas tu próxima obra.

Vaya sorpresa. Ha sido un descubrimiento inesperado para mí. Su montaje, su guión, sus interpretaciones... Me ha parecido una película tremendamente ágil, dinámica, sutil y sincera, quizá algo afectada en su tramo final, pero en general me ha parecido una película sobresaliente en todos los niveles, capaz de expresar la torpeza, las contradicciones y la inseguridad presentes en la adolescencia sin maquillajes ni truculencias.
Un imprescindible en toda regla que deja con ganas de seguir a este director de cerca.

Me ha gustado y me ha sorprendido. Ya había visto anteriormente Lost in Beijing, del mismo director, y la había encontrado atractiva y sugerente, pero en este caso esta última obra va más allá y resulta fascinante en muchos niveles: narrativamente, es sencilla, lineal y elíptica, pero clara; interpretativamente es elocuente y, en ocasiones, emocionante, las actrices especialmente están estupendas; la cinematografía y la música son hermsosas, puntúan suavemente esta historia de silencios que hablan; pero, si hubiera de destacar un aspecto sobre todos los demás en este film, sería su montaje: las escenas se encadenan de forma rápida, casi abrupta, sin dejar que haya tiempos muertos, solapando una emoción con otra, una acción con otra, sin demorarse pero sin precipitarse, me ha parecido un ejercicio narrativa y estéticamente bello y efectivo que, además, sirve para subrayar de forma inversa las pocas escenas (hacia la mitad de la película, cuando hay cierta ralentización del ritmo, y también al final, cuando se reposan todos los caminos que nos han conducido hasta allí) que se alargan, se toman su tiempo, y se prolongan más de lo habitual, permitiendo que los sentimientos empapen lentamente al espectador.
Es cierto que el guión puede parecer caprichoso en algunos momentos, pero la carga emocional de los personajes y la delicada red que se teje entre ellos me ha resultado totalmente creíble y, aún más, emotiva.

Estoy un poco dividido con la película; por una parte, es innegable la calidad Ghibli en cada fotograma: los detalles, los rincones, los encuadres, los colores son preciosos; la música, como también se ha apuntadio ya, es extraordinaria. Sin embargo, el desarrollo de la historia me ha dejado algo frío; la primera media hora es, sencillamente, maravillosa, llena de asombro y descubrimiento, presentándonos a los pequeños protagonistas y su forma de vida directamente, de un modo hermoso y revelador. Sin embargo, una vez que se establece el motor del cambio, y se entabla relación entre ella y él, la cosa me parece que deriva un poco por terrenos más imprecisos, no se decide a ser aventura ni siquiera odisea familiar y, como ya ha señalado un compañero, no se siente una verdadera sensación de peligro o amenaza en ningún momento, a lo que contribuye uno de los puntos, en mi opinión, más flojos de la película, el personaje de Haru, bastante simplón y, a veces, no enteramente comprensible ni creíble, ya que su paso de la amabilidad al "lado oscuro" resulta repentino y un tanto forzado, como obligado por la necesidad de que alguien presente una amenaza a la familia de diminutos para que la historia tenga emoción y un clímax que por eso lado no llegará.
No quiero parecer demasiado negativo: la película es una delicia para los sentidos, se ve con encanto, pasa en volandas y deja un sabor muy dulce en la boca, pero lejos queda de las alturas a las que Ghibli ha llegado en tantas ocasiones. De todas formas, es lo mejor del estudio desde El castillo ambulante, para mi gusto, y de eso hace ya 7 años.

Al principio parecía que me estaba gustando bastante: el planteamiento inicial y los primeros compases resultan atractivos. Sin embargo, paulatinamente la deriva algo monótona de la película, su yuxtaposición de pequeños episodios repetitivos que, en mi opinión, no consiguen desarrollar de manera verosímil la crispación progresiva de esa esposa, el peso circunstancial y casi testimonial de los personajes secundarios, acaban por lastrar al film, que me ha acabado aburriendo un poco. Las interpretaciones tampoco me han resultado especialmente reseñables, sobre todo la de él, que me ha resultado poco creíble en algunas ocasiones. De todas formas, la película tiene méritos suficientes para dejarse ver, aunque dudo que me apetezca verla de nuevo, y no por lo desagradable que pueda resultar alguna escena, sino porque no creo que perdure demasiado en mi memoria.