Mediocre película con tufillo a producción de Luc Besson que solo se salva por el escenario exótico, cierto sentido del espectáculo y algunas peleas particularmente brutales coreografiadas a la Gareth Evans (la cruda escena del ascensor, por ejemplo). Se trata de un film bastante derivativo, que toma de aquí y de allá para armar su relato con muy poca convicción y atención a los personajes, poniendo al frente a un actor cincelado por los dioses pero soso como él solo y con tanto carisma como grasa (es un entrante para Olivier Gourmet). La cosa va dando bandazos de un género a otro hasta configurarse como una película de venganza obsesiva en su segunda mitad. Tiene un poquito de todo - tan pronto te aparece una suerte de Miyagi, como un fantasma o un trío de ladyboys o un final boss-, pero no aporta nada a mi juicio este cóctel, que tampoco es que sea un bebistrajo. Se puede ver y se puede ignorar perfectamente.

Una manada de perros asilvestrados y hambrientos siembra el pánico en un pueblecito costero. La película es básicamente eso, sin que importe demasiado si los personajes a los que hincan el diente tienen suficiente chica. El señor de "Walking Tall", su familia, sus vecinos, los turistas dan igual. Por lo menos cuando aparecen los canes hay tensión, pues resultan harto amenazantes y sus evoluciones están filmadas con cierta garra por el director de "Operación Dragón". No es "Cujo" ni mucho menos, pero una de sus mejores escenas anticipa el memorable acoso en el coche a Dee Wallace. Flojichuela.

John Carpenter nunca hizo un western propiamente dicho (hizo varios encubiertos), pero escribió y produjo este para la HBO, una comedia alicorta de gracia moderada que administra bien sus gags y tiroteos y sorpresas, y procura un decente entretenimiento. La sensación es que con esa historia y esos secundarios no es todo lo divertida que podría haber sido. Decepciona bastante la figura del villano, muy poquita cosa para apellidarse el Diablo (esto es una del oeste, no un tema de Miguel Bosé). En la misma medida que impresiona la tremenda presencia de Louis Gossett Jr., cuya aparición justifica por sí sola el visionado. Mención aparte merece el personaje de Joe Pantoliano, un escritor afeminado llamado Truman (¿perciben la ironía?) que se diría una parodia de Russell Brand si esto no fuera una película rodada en 1990 para la televisión y achatada por su marco.

Otro drama de adictos con sus rehabs, recaídas, rayas y rayos de esperanza, rodado en video y luego hinchado a 35 (es más crudo en la forma que en el fondo) y enfocado esta vez desde una perspectiva neorrealista, con una mezcla acertada de actores profesionales y no profesionales que tiende a disolver los límites. El film resulta creíble hasta el tuétano, exuda verdad apoyado sobre la frágil elegancia de una Vera Farmiga que todavía no estaba en la lista A, aunque es un poco opiáceo, en el sentido de que administrárselo puede hacer que en algunos tramos se nos cierren un poco los ojos. Todo está en su sitio, sí, todo está bien colocado (si se me permite el chiste), la directora hace una buena faena de aliño, pero no deja de servirnos más de lo mismo, algo que solo complacerá realmente al espectador enganchado a este tipo de material.

Simpático, humilde documentalillo sobre dos bromistas natos, casi patológicos, que llevan demasiado lejos su troleo a los morning shows hasta acabar topando con el monstruo americano por antonomasia: la Demanda. El film cuenta la historia de ese conflicto con una gran corporación mediática, pero también la de su larga amistad a prueba de viajes y pandemias, así como la del Found Footage Festival que montan por todo el país con bizarras cintas de VHS.Hay testimonios de familiares, amigos y admiradores que resultan ser humoristas famosos, e incluye íntegra la memorable intervención del dúo, nunca emitida, en America´s got talent, donde llevaron al límite su arte. No es gran cosa, pero entretiene y hasta toca la patata.