"Escribo guiones para que funcionen como esqueletos en espera de la carne y el vigor de las imágenes", es una de las frases pronunciadas por Ingmar Bergman. El director de 'Fresas Salvajes' o 'El séptimo sello' era también un gran guionista y dramaturgo. En 'La Mujer sin rostro' se puede ya apreciar las virtudes del cineasta.

Una historia desgarrada de las relaciones humanas que no escatima en sacar a la luz, cuestiones tan peliagudas como la infidelidad conyugal, el suicidio o los abusos sexuales, asuntos que podrían parecer 'pecata minuta' ahora, pero no para una época, finales de los años 40, con una sociedad 'partida' por una guerra mundial.

El guión arranca con un flashback para sumergirnos en una espiral de amor-odio entre dos personajes magistralmente dibujados por Bergman donde cualquier recoveco emocional tiene cabida enriqueciendo el discurso narrativo. Muy acertado el reparto con una magnífica Gunn Wållgren. La película me ha soprendido gratamente y no exagero si es comparable a otras destacadas obras del cine de Hollywood de aquellos años aunque para Bergman no hay más homenaje que el que le realiza a Dreyer en la película...

La mirada felina de Jeanne Moreau lo expresa a la perfección. Si algo define a esta película es que está concebida desde el punto de vista de la protagonista y la historia se desarrolla partiendo de esa base. Desde el minuto 1 vemos como la cámara de Truffaut se convierte en un 'voyeur' que quiere hacer partícipe al espectador de lo que nos cuenta la historia. Una venganza urdida casi como con la precisión de un cirujano para obtener la expiación aunque sin atisbos de arrepentimiento.

Aunque pudiera parecer que la trama es simple, eso es solo la apariencia. Si levantamos la alfombra, debajo nos encontramos todo un mundo más complejo, marcado por las convenciones sociales o el escaso papel de la mujer relegada a un mero objeto sexual que en el caso de Moreau es capaz de utilizar para alcanzar su objetivo final.

Planos de sus facciones, de sus piernas, de sus manos...el Truffaut más pornográfico en esta cinta sutil y aparentemente plana pero que tiene fuerza contenida.

Y sí, es un homenaje en toda regla al cine de Hitchcock con secuencias muy al estilo 'Vértigo' con la caída desde el balcón, 'La Ventana Indiscreta' a través de la mirilla de un rifle o el 'Yo, confieso' con la secuencia de Moreau en el confesionario.

La banda sonora de Bernard Herrmann es buena prueba de ello y hay intencionalidad por parte del director francés para incluirlo en la película a pesar de que la magnífica composición del norteamericano le queda muy 'larga' al francés, mucho Herrmann para secuencias que se quedan cortas en una película interesante pero nada más. Aún así, merece la pena volver a ver a este cuadro de actores, de lo mejorcito del panorama francés de aquellos años. Y lo mejor de todo, me ha hecho desempolvar algunas cintas de Mr. Hitch que tengo en DVD y que, a buen seguro, volveré a disfrutar durante este verano.

Insignificancia se llama también otra película de este director e insignificante es lo que acabo de ver. Es más diría que es confusa y engañosa. Todo un ejercicio de pedantería con un batiburrillo de montaje y guión en el que no se salva ni el gondolero.
A ver, antes de que la barca se hunda, salvaría los primeros diez minutos y poco más. Admito que me llamó la atención su título 'Amenaza en la sombra', Donald Sutherland y Julie Christie pero mi gozo acabó en el pozo.
Me molesta sobremanera que me den gato por liebre y que intenten llamar intriga y suspense a un despropósito como este.
A pesar de que a la mitad del metraje ya estaba pensando en cuándo iba a terminar, aguanté estoicamente para averiguar cómo Nicolas Roeg iba a resolver estas casi dos horas de absoluto desconcierto. El final es absolutamente dantesco, ya me lo imaginaba.

'Bienvenidos al campo' es una excepción a la regla. Un telefilm 'made in germany' con algunas secuencias bastante divertidas al estilo de las comedias francesas y donde sobresale la actuación de Günter Maria Halmer (capaz de elevar el tono y lograr brillar en las situaciones más insospechadas que le ocurren).
La dirección de Tim Trageser también aporta ese ritmo necesario para que la acción no decaiga en ningún segundo. Recomendable al cien por cien si quieres entretenimiento y echarte algunas risas.

Viscelaridad y sentimientos a flor de piel. Una de las primeras películas dirigidas por Cassavetes tras Shadows (1959) y de nuevo consigue adentrarnos en una historia de pasiones humanas, todo ello rodeado de una violencia física pero también psicológica, en el que el peso de la acción recae en los actores.
Cassavetes me gusta porque arriesga y de una forma absolutamente libre. Comparto que es una película absolutamente imprescindible y su cine también lo es.
Su retrato de los clubes de jazz de medio pelo de finales de los 50 y los años 60, el ideal del sueño americano aplastado, los prejuicios racistas, la condición de la mujer...un coctel explosivo en manos de este genial director.