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España España · Barcelona
Críticas de MiqBala
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Críticas 19
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
26 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales del S.XIX el método científico empieza a popularizarse entre los europeos y nace la novela detectivesca. El investigador usa el método científico, el análisis, profundiza en los hechos, observa el detalle, se fija en nimiedades que el resto de personas, hundidas en el orden común, no ven. Ante los crímenes más insólitos y desconcertantes, los disciplinados detectives desvelarán los entresijos ocultos que perturban el orden y la paz.

Junto a Sherlock Holmes, H. Poirot es uno de los representantes más exitosos de esos ideales racionalistas. Estos sabuesos se caracterizan por sus capacidades analíticas y sus métodos que aplican fría e imperturbablemente. Sus autores confiaban que, con la razón, la ciencia y el método, los problemas humanos, los misterios y los crímenes podrían ser resueltos y todos viviríamos felices.

Esa época, con sus prejuicios y beneficios, colonialismo, racismo, clasismo, cientificismo, racionalismo, etc. pasó y dejó sus ideas, sueños, fracasos, aciertos y… sus novelas. Como muerte en el Nilo, la versión cinematográfica que nos propone Branagh.

Sin embargo, el binomio Poirot-Branagh no cuaja. Branagh no pone atención en los pequeños detalles ni parece ser un gran amante del análisis lógico que su personaje defiende. Contrariamente, busca el impacto, el espectáculo, la grandilocuencia sin escrúpulos. A Poirot no lo quiere por su trabajo con “sus células grises”, sino por su nombre, por su fama, por su reputación y porque los guiones ya están escritos. En manos de Branagh, Poirot, además de cambiar de aspecto, expone algunos titubeos afectivos que no aportan nada a la historia, pero que deforman la idiosincrasia y el temple del personaje original. Las escenas que permiten entrever los afectos del protagonista, no lo hacen más humano, sino menos fiel al carácter original, que ya estaba bien definido y que no necesitaba estas prótesis. Un personaje tan obsesivo y controlador como Poirot, probablemente reaccionaria con más autocontrol y disciplina, se pondría mucho más en guardia ante la “amenaza” del cariño o el flirteo, no daría pasos en falso.

Era también la época en que nacía el psicoanálisis y se expandía la psiquiatría. En ese tipo de novelas, era sumamente importante representar una imagen sólida de la organización social, fiel a las apariencias y las “maneras civilizadas”. Por ello era necesario contar con un reparto de personajes que urdían una telaraña de relaciones e intereses. De golpe, un crimen impactante, usualmente sangriento, irrumpía brutalmente, rompiendo ese orden aparentemente tan controlado. Frente a la razón y el progreso aparecía la sombra irracional de la animalidad humana. El detective debía resolver esa rotura y devolver el orden al mundo mediante la razón. Con ese fin investigaba de forma fría e imparcial. Eso llevaba a descubrir que bajo un superficial orden disciplinado se escondían toda clase de problemas humanos, pasiones, envidias, chantajes, engaños conyugales, corruptelas, odios de clase, deseos sexuales, ambiciones de poder y dinero, etc. Todo ello oculto, negado y reprimido bajo las formas. En este film las tensiones y rigideces de ese mundo quedan desdibujadas, irreconocibles. Pierden todo el protagonismo y valor original.

Tampoco se profundiza en los personajes, que a penas se molestan en presentar. Ni se urde con paciencia el entramado de relaciones interesadas que los unen. Despiertan poca atención, son como borrones en segundo plano, nos quedan lejos y hemos de imaginar sus intereses y motivaciones a partir de un par de frases aisladas: “Estuvieron a punto de casarse”, “le lleva los asuntos financieros”, etc. No disponen de hilos argumentales atractivos y sus motivaciones son demasiado básicas, sin raíces.

La reunión excesiva de actrices y actores majos, tan uniformemente bien disfrazados, hace que los personajes pierdan personalidad y ves una selección calculada de actores. Como si al público solo le gustaran los personajes cuando están interpretados por caras bonitas. Los actores no tienen nada que salvar.

Otro problema del film son los escenarios y los paisajes artificiales y pretenciosos. Se abusa de ellos innecesariamente. En ocasiones son poco creíbles e impiden una buena inmersión en la trama. La escena del mercado y la de la serpiente son demasiado postizas.
El paisaje y la fotografía han de ser un apoyo, una ayuda para la inmersión del espectador, lo han de envolver sutilmente. Pero en nuestro caso hay una molesta insistencia en enseñarnos detalles paisajisticos, como si se regocijaran de lo bien montados y lo bonitos que han quedado. Pero provocan el efecto contrario. Hacen que uno sienta la presencia externa y la intención del titiritero tratando de guiar nuestra atención mediante imágenes demasiado fascinantes, pulcras y megalomaníacas.
Todo ello nos empuja fuera de la trama. No sientes la película, sino la presencia de esa intención de impresionarte entre bambalinas. Al final todo es tan forzado que pierde consistencia y carácter, volviéndose pura superficialidad. La película pierde su credibilidad y se malogra.
Sin polvo, sin peso, sin arrugas, sin rastro del tiempo y el calor, desincrustados de la época y con un Poirot desconocido, todo va perdiendo sustancia.

Toda esta plétora de artificios ahoga su único punto fuerte, la trama del asesinato que elaboró A. Christie. Finalmente, sientes que han asesinado el alma de la obra y en su lugar han tratado de impresionarte con un montón de artificios fastuosos. Pero consiguen causar el efecto contrario.

En resumen, las aportaciones de esta versión, cuando no empeoran el film, son gratuitas. Es una película vacía, superficial, aburrida, artificial y pretenciosa que mata el alma original de la obra sin aportar nada nuevo y que solo responde a demandas comerciales.

Es curioso ver como un personaje que nunca se deja engañar por las apariencias, se ha convertido en el protagonista de un film donde todo es pura fachada.
MiqBala
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1
25 de enero de 2024
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El motivo por el cual 300 despierta tantas pasiones confrontadas se debe a que es un claro ejercicio de mitificación de un hecho histórico. Convierte un hecho en un cuento complaciente con los prejuicios. Los que comparten los mismos prejuicios les encanta el film, los que no los compartimos, no.

Es evidente que la intención de la película no es reproducir fielmente hechos del pasado. Esto se entiende en la estética forzada, fiel al comicbook y muy alejada de cualquier tradición realista o naturalista. Parecerse estéticamente al cómic es una opción que implica unas ideas.
Aparecen monstruos, efectos especiales, filtros de cámara, escenas a cámara lenta, se resalta la sangre y su color, se exageran facciones, se remarcan músculos, protuberancias y malformaciones físicas, se distorsionan voces y cuerpos, etc. en resumen sensacionalismo, exageración y artificialidad ¿Por qué usar un hecho histórico si no se va a ser fiel a él?

La película se defiende apelando a su fidelidad al cómic. Pero esto no desmiente las críticas y reproches que se le achacan. Si la película es de un determinado modo (argumento, estética, contenido, mensaje, ideas, estilo, etc.) y trata de ser igual que el del cómic, es que la crítica se pueda aplicar por igual a las dos formas artísticas (cómic y film). Si el film asume el estilo del cómic, es porque comparte sus mismas ideas, intenciones, valores, formas, criterios, principios… en resumen su mismo proyecto. La crítica puede ser aplicada a ambos.

La intención, tanto del cómic original como de su versión cinematográfica, no es la comprensión histórica, social, cultural, antropológica o política, sino utilizar unos hechos del pasado para una ideología actual. La historia es puesta al servicio y utilizada para expresar unos valores, ideales y creencias.

El mundo presentado pierde su profundidad y riqueza de matices, se simplifica hasta el aplanamiento del prejuicio. Esto se evidencia en la perspectiva completamente parcial, sesgada y de un maniqueísmo exacerbado. La película muestra la situación como una burda dicotomía entre amigos buenos y enemigos malos. Por un lado, los espartanos, mostrados como heroicos, guerreros, valientes, nobles, fuertes, de musculatura definida y bien formada, con gran compañerismo, camaradería, coraje sin igual, etc. En contraposición están los persas, que son retratados como monstruosos, deformes, repugnantes, feos, depravados, pervertidos, ambiciosos, viciosos, corruptos, animalizados, bestializados, deshumanizados, etc.
Esta deshumanización del oponente podría ser más o menos aceptable en un mundo imaginario como Atlantis, en la Tierra Media, en Westeros… pero no en el mundo real. Y mucho menos representando culturas y personas que existieron realmente. En este caso, la caracterización del otro es deshonesta, etnocéntrica, racista, interesada, manipuladora, prejuiciosa, irracional, ignorante… cutre.

La eugenesia, por ejemplo, es una de las ideas que explícitamente o tácitamente se defiende en el film junto a la fuerza y el militarismo patriotero. Además de presentarse como una actividad de perfeccionamiento social y físico de los espartanos, se justifica en la conversa entre el rey Leonidas y el deforme Efialtes. Este es un ser repugnante, pusilánime y traicionero que permite entender y justifica la eugenesia.

Si la Grecia clásica es recordada por su paso del mito al logos, 300 hace el recorrido inverso y nos lleva del logos al mito. Nos va alejando de la razón y nos va hundiendo en sus prejuicios irracionales que niegan los hechos históricos en nombre de los prejuicios de la ignorancia y la barbarie. El film finge reconstruir un pasado épico. Pero de hecho, lo que hace es construir artificialmente imágenes que justifiquen los prejuicios y miedos atávicos para complacer las necesidades de la propia ignorancia. Así “reconstruye el pasado” de forma mítica, sin análisis ni fidelidad a los hechos.

De aquí viene la animadversión contra la película, porque escenifica y justifica los prejuicios y los miedos infundados, tratando de justificarlos sin reflexión ni análisis. No es un film que trate de convencer, argumentar, explicar o debatir, solo expresa su ideología como una propaganda.

Patria, falange, sangre y tierra, la alteridad monstruosa, el machismo zafio, el ensalzamiento del militarismo, la eugenesia, la fuerza sobre el pensamiento, el caudillo que guía a los suyos, el realismo heroico y popular, maniqueísmo… todos los tics fascistas aparecen de manera tan poco inteligente, tan poco elaborada que dan vergüenza ajena.
MiqBala
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9
24 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven enamorado que trabaja de archivero debe impresionar al padre de su amada, un cazador, para que le acepte el matrimonio con su hija. Inseguro de sí mismo y conociendo sus pocas habilidades físicas, decide aceptar la propuesta del diablo, que le ofrece unas balas mágicas que siempre dan en el blanco… todas, excepto una que controlará el mismo diablo.

Estrictamente, no es una película, es teatro grabado. Hay, pues, varios elementos que la distinguen y alejan del cine en general.
La iluminación, la música, el sonido, la fotografía, las actuaciones, etc. todo está pensado para ser visto en directo en un teatro con público presente. La iluminación es para el escenario, no para la cámara, la música tocada en directo es para el público, no para los micrófonos, los actores y el director no seleccionan la mejor toma, etc.
Por tanto, la forma de apreciar la obra no es equivalente a otras valoraciones fílmicas que disponen de un manejo más flexible y autóctono de los recursos del séptimo arte.
Obra de teatro genial, original, potente, impactante y sugerente y atemporal. Sin embargo, no es lo mismo como obra cinematográfica. No está pensada y grabada como película de cine.

La obra es un musical de los años 90 con un estilo formal y estético fuertemente expresionista, oscuro, siniestro, inquietante y con dosis de humor negro. Presenta un gran número de elementos que nos alejan del realismo y la vida ordinaria. Actuaciones histriónicas, caras maquilladas de blanco y negro, voces estridentes, personajes grotescos, gestos exageradamente forzados, escenarios amenazantes, situaciones mefistofélicas, apariciones diabólicas, etc. El espacio y el tiempo se disuelven en una atmósfera de cabaret onírico.

La obra combina la música original compuesta por Tom Waits, el libreto escrito por William S. Burroughs, basado en el cuento alemán “Der Freischátz” y la idea y la dirección son de Robert Wilson.
MiqBala
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3
17 de agosto de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La serie se centra en dos chicas adolescentes. Su temática y propuestas son también juveniles: una noche de fiesta, una mañana de resaca, drogas, ansiedad y confusión adolescente, querer gustar e instrumentalizar al otro para subir la autoestima, relaciones sexuales erráticas, curiosidades con partenaires fallidos, soltar ocurrencias sin pensar, utilizar ideas sociales en beneficio propio, etc.

La serie, muy autocomplaciente y satisfecha consigo misma, adolece de falta de profundidad crítica, narrativa y argumental.
Cuando se intenta ver como autoparodia le falta intrepidez crítica y mordacidad. Por ejemplo, los problemas (ansiedad, abuso de drogas, no querer volver a casa, falta de límites, etc.) se naturalizan sin interés en entenderse ni explicarse.
Y si uno trata de verlo directamente como una crítica (¿social?), decepciona por su falta de puntería. La provocación es más bien un fin para llamar la atención sobre sí, que un medio de crítica o denuncia a algún problema social. Este punto delata su frivolidad.

Sus protagonistas aparecen como náufragas confusas, agitándose sin conseguir vislumbrar su propia frustración; sin embargo, el enfoque de la serie, en lugar de distanciarse para permitir comprender la situación, se confunde distraídamente. El efecto es que se refuerza el narcisismo que aplasta a los personajes debido a la falta de honestidad y valentía. Sin embargo, los propios creadores tampoco parecen más avispados. Guionistas, directores y personajes parecen igual de desorientados y obcecados en ser maravillosos. Sus pantomimas de aparente denuncia caen en saco roto porque la entienden como un gesto vacío y no como una acción, ya que viven en un limbo solipsista sin consecuencias.

Esta falta de humildad conlleva el precio de cierta ceguera frente a sus carencias endémicas: la sensación de estar viendo un hámster dando vueltas dentro de su ruedecilla. La serie no avanza, no progresa, no cambia, no evoluciona, no aporta, se encuentra en un limbo atemporal donde nunca pasa nada, cegada. Y toda la agitación no es más que ruido para encubrir el vacío que no se quiere afrontar. Los capítulos van dando tumbos como ocurrencias que se alargan sin otra finalidad que la autocomplacencia.

Como tantos jóvenes contemporáneos de los entornos cosmopolitas de las grandes ciudades occidentales, las protagonistas practican sexo, toman drogas, salen de fiesta, se les antojan caprichos, se ponen bordes, se enfadan y atacan sin saber muy bien por qué y tantas otras actividades que creen rompedoras y extremas, pero que son típicamente recurrentes. Pero todo ello deja a las protagonistas y su situación en el mismo punto ciego.

Finalmente, la serie, como las protagonistas, en lugar de ser irreverente y provocativa acaba siendo una mezcla entre arrogante e ingenua, un poco infantil y reactiva, pero con temas que le quedan demasiado grandes y alejados de su órbita.
MiqBala
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6
4 de enero de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merlí es una serie de temática adolescente con ánimo de tratar temas de actualidad (2015-2018) vinculados a los jóvenes: las relaciones, el sexo, los teléfonos móviles, las redes sociales, el género, las inseguridades, la libertad individual, la amistad, los secretos, las infidelidades, la falta de compromiso, el reconocimiento, las normas, las familias rotas, los vínculos entre padres, madres, hijas, hijos, etc.

La serie, como su protagonista principal, no trata tanto de profundizar en cada uno de los temas concretos que abre, sino que intenta animar y provocar al espectador – preferentemente joven – para abrirlo al debate, la curiosidad y la reflexión.

Con esta intención dinámica, la serie pone al profesor Merlí, con su actitud provocativa, lujuriosa, confrontativa, chinchona, espontánea, contradictoria, liante, rebelde, manipuladora, etc. como eje central. El protagonista ayuda a dar agilidad, restando dramatismo, esquivando los problemas emocionales, pero proporcionando cierto vigor y ritmo. Más allá de si compartimos las ideas de Merlí, lo interesante es su impulso. Más que un modelo positivo, el protagonista es un motor.

Me ha resultado gracioso leer algunas críticas adversas a la serie que podían parecer los mismos reproches que le lanzaban a Merlí algunos personajes como: Coralina, el jefe de estudios, el director, el padre autoritario, etc.

El hecho que a Merlí no le guste ser controlado hace que viva los compromisos y las normas como límites que ha de romper. Esta tendencia consigue que congenien con él la mayoría de adolescentes. Pues estos tratan de emanciparse del control paterno para llegar a ser independientes, transitar de la familia a la sociedad.

La serie decae después de la primera temporada.

Si a alguien le apetece ver una serie de adolescentes, con líos de relaciones entre sus personajes, esta serie es entretenida y su protagonista le ofrece cierto nervio que despierta opiniones encontradas.
MiqBala
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