La idea de tenerte del director Michael Showalter (Señales) me ha encantado, pero no porque sea original (que no lo es), sino por el tema tan polémico que trata, aunque lo hace con gracia, con una Anne Hathaway orgullosa de haber cumplido los cuarenta años y de un Nicholas Galitzine que está realmente encantador.

Esto me ha recordado a todo lo que ha estado pasando en las últimas semanas con el actor Aaron Tylor-Johnson y su pareja, unos cuantos años mayor que él (¡y qué!), pero que han estado, desgraciadamente, en el punto de mira durante mucho tiempo, metiéndose con una mujer solo por ser más mayor y puede que no tan atractiva a la vista como Aaron. Y es completamente injusto, porque como ocurre en la cinta, si la historia pasa al revés y es un hombre de cuarenta o de cincuenta, enrollado con una chica guapísima de veinte, es un auténtico héroe, todos le aplauden y es una hazaña por su parte llevarse el premio gordo. Pero con nosotras…la sociedad es muy dura y por eso el guion y los actores me han maravillado.

La temporada doce de AHS está inspirada en la novela Delicate Condition de Danielle Valentine, y aunque sí, es evidente que nos recuerda a un puñado de películas como La Semilla del Diablo o La Profecía, para mí ha resultado una de las mejores historias. Al menos de las más inquietantes, sobre todo por el tema de la maternidad, los miedos, la ansiedad o las dudas sobre si podrás hacerlo, si serás buena madre o si todo esto te viene grande.

Emma Roberts, Kim Kardashian o Matt Czuchry están realmente sublimes.

Puede que la trama se estire demasiados episodios y que con seis todo hubiera resultado mejor; pues sí, es bastante probable, pero el conjunto funciona de tal manera que te deja mal cuerpo y mal rollo. Ryan Murphy y Brad Falchuk tienen la capacidad de crear incomodidad en el espectador, hasta tal punto que yo misma he tenido pesadillas con el relato.

Murphy y Falchuk ya nos han hablado anteriormente de brujas, de trastornos mentales o de muchos de los temas que trata en esta nueva temporada, pero siguen siendo brillantes, y aunque siempre se puede mejorar, yo seguiré enganchada a sus terroríficas historias.

Lo peor, que al dividir en dos la temporada durante tantísimos meses se nos ha olvidado la mitad del relato.

Lo mejor, los diálogos Kim Kardashian, que se luce como solo ella sabe, la banda sonora y esa magnífica fotografía que no deja de sorprenderme.

No sé si es justo calificar esta película como «comedia dramática», porque en general, lo que vive la protagonista, Maddie Ziegler (vídeos musicales de Sia) es un drama.

Lindy es una chica de 16 años a la que todavía no le ha venido la regla, pero esta información solo la conoce su madre, porque Lindy miente sobre este hecho incluso a su mejor amiga, que no se entera de nada hasta que por fin se decide a contárselo. Me alegro de que se hable de estos temas sin tabúes, puesto que en nuestro grupo de amigas vivimos algo parecido (sin diagnóstico de enfermedad de por medio), pero si con miedo a lo que pudiéramos pensar el resto porque nos había bajado hacía años ya. Y es que vivimos con vergüenza y miedo de todo. De si te baja muy joven (como en mi caso) o de si no te baja con casi 17 años. De si eres virgen o no. En este caso hay tantas mentiras de por medio que no veo la comedia por ningún lado.

Mucho más dramático se pone todo cuando Lindy decide hacerse una revisión y el ginecólogo descubre el problema que tiene (y es que no tiene la vagina desarrollada, ni útero, solo tiene los ovarios). Con esto, lo primero que se le ocurre a este señor es mandarle a casa a practicar con dilatadores (para nada agradables) y sino ya estudiaría una cirugía.

La que firma esta crítica es muy fan de las novelas de Patricia Highsmith y precisamente por esto voy a enumerar las cosas buenas de la serie y las que me han resultado casi inaceptables –para esta historia-.

Lo primero dejar claro que todos son grandes actores y que me encantan, al igual que no puedo decir nada malo de Steven Zaillian, solo, quizás, que esta vez no ha dado en el clavo con todos los detalles.

Cosas negativas:

A ver, cachorrillos, que la serie esté grabada en blanco y negro no es sinónimo de calidad. De lo que sí es sinónimo es de un probable bajo presupuesto –o no el suficiente para hacerlo en color- y que quieren que los defectos se noten lo menos posible. ¡Qué sí, qué sí, que queda muy elegante así todo, PEEEROOO, no! Me hubiera gustado… no, me hubiera encantado ver esa preciosa Italia a todo color, esos trajes, la ropa de Marge, uff, esos años 60 vistos con mil colores. Señores, que estamos en 2024 y el blanco y negro se podría haber combinado con algunas escenas, pero tooodaa la serie, qué cansinos.

Segundo, me encanta Andrew Scott, PEEEROOOO, por favor, aparenta su edad, que son 47 años y Tom tiene unos veinticinco, que yo sepa igual que todos los que aparecen como amigos suyos. No niego que trabaje fenomenal, pero no da el pego como Ripley.

Tercero, sin ofender, Patricia siempre describía a sus personajes de la saga Ripley como muy ambiguos, en la película El talento de Mr. Ripley sí son ambiguos. De hecho hay una escena muy sutil pero a la vez descarada en la que Tom intenta meterse en la bañera con Dickie. En la serie no han sido nada sutiles, lo único a lo que se han dedicado es a dejar claro quién es gay, quién es hetero, pero realmente no hay escenas ambiguas, no hay ninguna sutiliza. ¿Tom es gay o es que todo le da igual? esto lo que se debería ver, no hace falta que repitan hasta la extenuación que si menganito es «mariquita» y cosas así.

Cuarto, el personaje de Freddie, por un lado me ha encantado, pero por otro me ha resultado descarado, como todo lo demás y Patricia no trata así a sus personajes. Eso sí, de verdad que todos son estupendos actores.

Quinto, Dakota como Marge, pues como que tampoco la veo, ciertamente.

¿Por qué le doy un 7?

Primero, Lucio, magnífico, es con diferencia mi personaje favorito.

Segunda, las escenas de asesinatos tienen muchísima tensión lograda. Lo he pasado mal las dos veces, la verdad. El director se luce en esos momentos y consigue que te estés mordiendo las uñas sin parar. Son dos horas estresantes.

Tercero, sube y baja escaleras. Magnífico. He hecho mucho deporte con mis neuronas espejo. Habré perdido tres kilos mínimo estos días viendo tanto trajín.

Cuarto, Johnny Flynn como Dickie, sí, me ha parecido todo un acierto, el único entre todos los actores. Sin contar con los diferentes detectives, que lo hacen genial.

En resumen, y de momento sin añadir mucho más, debo decir que al final me enganché, pero nunca he llegado a empatizar con Scott como un verdadera Ripley, aunque sí con cualquier estafador de esas características.

Si has leído las novelas no hace falta explicar el final y tampoco el porqué no me pega Dakota en el personaje de Marge. Supongo que descubriréis de qué hablo si hay una segunda temporada, lo que sí me alegraría.

Banda sonora y fotografía maravillosas. Me ha faltado ver Italia a todo color, sigo insistiendo y por favor, no hace falta poner siempre actores de moda para papeles en los que no pegan. Seguro que hay cientos de actores veinteañeros que hubieran hecho un Ripley y una Marge más acorde y estupendísimamente, pero está claro que hay que aferrarse a las modas.

Si lográis pasar los dos primeros capítulos –que son un poco insufribles- os recomiendo verla hasta el final.

Sigo dando un diez a la película El talento de Mr. Ripley por parecerme mucho mejor adaptación, pero también sé ver las bondades de esta.

La verdad, me ha sorprendido mucho el cinismo en algunas críticas y sobre todo en la puntuación total tanto de Sensación de vivir, como de Melrose Place. Dos suspensos que no logro entender y es que estas dos series/telenovelas norteamericanas marcaron toda una generación (y no la mía, precisamente), pero recuerdo que todos hablaban de ellas, todo el mundo conocía las tramas y los enredos entre Dylan, Brandon, Brenda y Kelly o Donna y David, en sus idas y venidas (o las de Amanda, Jane, Allison, etc).

Centrándome en la primera no puedo escribir cómo se vivió su estreno, pero sí cómo viví las continuas reposiciones que no dejaban de dar por televisión (lo que dice bastante del enorme éxito de la ficción), y reconozco que a mí, en un primer momento, siendo una preadolescente, Sensación de vivir no me gustó, aún así vi muchos capítulos sueltos y sabía quién estaba con quién y muchos detalles, porque a muchas de mis amigas les encantaba o lo leíamos en la Súper Pop. Recuerdo estar enamoradísima de Dylan y de Brandon, y de que Brenda me caía fatal y no mucho mejor era Kelly. Sin embargo, también en alguna reposición, me enganché a su hermana menor, Melrose Place (aunque ahora me voy a centrar en desgranar un poquito Beberly Hills).

Hace unos meses y a falta de series interesantes en cualquiera de las plataformas, decidí darle otra oportunidad a este clásico y cuál fue mi sorpresa que terminé viendo casi todas las temporadas sin pestañear, aunque he de reconocer que me he saltado episodios (como los de navidad o tramas que me aburrían, sobre todo en las temporadas tres y cuatro). Me explico, aunque mi amor hacia Luke Perry siempre ha sido incondicional, sus tramas me han resultado demasiado forzadas. A Shannen Doherty no hay quien la aguante, ni esta ni en ninguna de sus series y eso que era de las que mejor actuaba, pero es un peñazo de tía. Jason Priestley es demasiado buenista y moralista. Nunca entendí el odio tan intenso hacia Tori Spelling (que no tiene la culpa de ser la hija de papá) y que dentro del elenco no era ni de lejos la peor actuando.

Fue un alivio cuando se marcharon tanto Brenda como Dylan. La serie mejoró bastante con la llegada de la malvada Valerie (que trabaja bastante bien) y hacía que los capítulos fueran más dramáticos y emocionantes a partes iguales.

En general la serie siempre se dirige en el mismo sentido. El capítulo comienza con alguno de los protagonistas haciendo algo malo para terminar haciendo lo correcto. En ese aspecto es la ficción que cualquier padre querría que vieran sus hijos. Todos cometemos errores, pero muchos se pueden arreglar.

Me he quedado en la octava temporada, con la llegada del guapísimo Noa y de una jovencísima Hilary Swank y de momento la he dejado aparcada para recordar un poco las historias en Melrose (que sigue gustándome mucho más, aunque sorprendentemente tenga peor nota que esta). Sé (como todo el mundo) que va a volver Dylan (lo que en parte me echa un poco para atrás), aunque seguramente la terminaré de ver en algún momento.

Darren Star y Aaron Spelling hicieron el gran tándem de los 90 y principios de la década del 2000 y eso es algo que no les puede quitar nadie, por eso no entiendo los suspensos o las terribles críticas. Ni siquiera yo, que me he saltado un montón de capítulos puedo darle un tres o un cuatro, porque al final estoy aquí, escribiendo sobre ella, habiéndome tragado temporadas enteras ya de adulta; que me he reído con Valerie y me he enfadado con la tonta de Brenda o con Kelly, que son tal para cual. Siempre escribo que si una película o una serie te cala en cierta manera, te entretiene pero no te apasiona pues se le pone un cinco, porque me encantaría ver a todos los quejicas que se han tragado las diez temporadas (para más inri) haciendo algo mejor ellos mismos.

Y no le voy a dar un cinco, le doy un seis, porque con algunos personajes he disfrutado realmente. Y no, ninguno va a ganar un Oscar ni va a aparecer en una buena película, de esas por las que babeamos los cinéfilos, pero no merece tener un 4,6, qué peores cosas hemos visto todos.