Un western bastante insípido que en casi todo momento parece carecer de algo que resulta difícil de describir, pero cuya carencia deja la sensación de que a la película le falta algo en un conjunto que no acaba de cuajar. Resulta entonces muy inferior al que supuso el mayor logro del director Ricardo Blasco que fue "Autopsia de un criminal". Sin aportar nada especial al género tal y como se abordaba en Europa durante está época, la obra sigue caminos rutinarios y enteramente convencionales, y además no mantiene del todo atento al espectador. Estos son los defectos. Entre sus virtudes el hecho de que haya algunas escenas filmadas con cierta habilidad. Richard Harrison era entonces un actor cuya apariencia de galán muchas veces disimulaba su calidad de actor que fue evidente aquí y en otros westerns como por ejemplo en "El sabor de la venganza". Es sin duda un actor a considerar dentro de la bonita época de las coproducciones. Mikaela cumple aceptablemente en la composición de su personaje, aunque en lo que a cine se refiere se la recuerda más por dos musicales de Jesús Franco que fueron "La reina del Tabarín" y "Vampiresas 1930". El resto del reparto actúa más discretamente. Este film dadas sus limitaciones podría interesar a los aficionados a este género cinematográfico en su facción europea que no sean demasiado exigentes. En definitiva "Gringo" ofrece un resultado discreto, aunque no del todo malo puesto que al menos algunos de los intérpretes como se ha dicho ya afrontaron con dignidad sus cometidos.

Un musical donde la parte de comedia puede parecer endeblita, pero que acaba ganándose al espectador gracias al encanto y a la gracia que caracterizan a los números musicales que estuvieron a cargo de Ethel Rojo, Irán Eory y Torrebruno. José María Elorrieta volvió a confirmar aquí que la carencia de pretensiones en su cine no estaba reñida con que existiera una cierta dignidad general o un estilo de comercialidad respetable. El film va encadenando los números musicales que se escuchan con agrado aunque estén escenificados con una cantidad de medios materiales relativa, y metiendo por medio algunas situaciones propias de comedia blanda logrando un tono aceptable. Uno de los momentos más evocadores de como se entendía el romanticismo en la época es el momento en el que Torrebruno canta y de coro le sirven tres chicas una de ellas la mentada Irán Eory, que también tiene su número musical en solitario. Ethel Rojo se luce en varios momentos y especialmente cuando interpreta "Eso" una canción realmente bella. Trabajó con Elorrieta también en "Mi adorable esclava" y "Fuerte perdido". Sólo faltan por destacar las intervenciones secundarias de Gracita Morales y Manolo Gómez Bur, que resultan bien simpáticas obviamente. En definitiva una obra fílmica modesta pero con sus ingredientes bien dosificados, y que puede agradar al espectador nostálgico del decoro del cine español de aquellos momentos.

Un western bastante insípido, que sin embargo merece ser consumido por la magnífica interpretación de Jeffrey Hunter, un brillante y no demasiado valorado actor que tuvo la mala suerte de morir bastante joven. Fuera de comprobar como dicho intérprete asimiló magistralmente los matices del complejo personaje en principio ingenuo y luego transformado por las circunstancias en otro ser muy distinto, no hay mucho más que destacar porque en casi todo momento en la película se nota que le falta algo que no se sabe muy bien lo que es para cuajar del todo ante el espectador, sobre todo para que ocasionalmente no se aburra. Destaca por su romanticismo la escena en la que el protagonista le canta una canción de amor a su esposa Rosita. Esta es encarnada por Sara Lezana, en cuya filmografía hubo tanto títulos de poco interés como los dos films que interpretó junto a Manolo Escobar como otros tan logrados como "El extraño viaje" o "El filo del miedo". Esta última es una película poco conocida en la que estuvo realmente acertada. La otra chica de la película es Diana Lorys, una actriz de facciones exóticas revelada por "Gritos en la noche" que resultó aceptable en su cometido. Una obra fallida pero mereciendo al mismo tiempo que se le preste atención también por la fotografía y por la música.

Algunos diálogos tienen cierta malicia como por ejemplo aquel en el que la recatadísima protagonista le dice "San tápate" a otra mujer algo mayor que ella que tiene el vestido un poco abierto por arriba, o cuando en un local de espectáculo y bebida una mujer dice estar estar muy bien peinada y otra le dice ante su comentario que dicen que en despeinarla se tarda muy poco. En el fondo esta adaptación fílmica de un tema más del gran Alfonso Paso no ofrece logros demasiado notables, pero como la mayoría de los personajes están diseñados con gracia y esta gracia fue reproducida más o menos desde la pluma de Alfonso Paso hasta el cine el resultado aún siendo mejorable se sobrelleva. El personaje más divertido es el de Mara Cruz, bella y eficaz actriz como protagonista femenina dentro de un reparto que incluye a otras bellezas de la época como eran Ángela Bravo, Laura Granados, Vicky Lagos, Marisol Ayuso e Irán Eory esta última no obstante en una fugaz colaboración como una chica extranjera. La parte masculina del reparto también funciona muy correctamente. Javier Armet fue un actor que no logró demasiada popularidad, e interpreta al seductor protagonista con cierta gracia. La guinda de este aceptable empeño es el papel de Laly Soldevila, porque cualquier película con ella en el reparto ganaba con su presencia. Se puede destacar también a Matilde Muñoz Sampedro, una estupenda actriz integrante de una gran familia dedicada a la interpretación.

Es una de las comedias más sosas entre todas aquellas que pertenecen a la época dorada a nivel comercial de Alfredo Landa. Hasta la mitad se sigue con una cierta atención que es generada más que nada por los hábiles movimientos de cámara, pero ya en la segunda mitad decae cada vez más y acaba aburriendo dado lo insustancial de las situaciones expuestas. El guionista José María Palacio estuvo aquí menos inspirado que en otra película de Pedro Lazaga que escribieron entre ambos y que era "Eva 63", en la cual funcionaron las cosas mucho mejor. En "Paris bien vale una moza" hay no obstante un aprovechamiento muy hábil de los exteriores parisienses, una banda sonora inspirada y agradable, una fotografía muy cuidada y la habilidad de Pedro Lazaga a nivel técnico sobre todo. Es fastidioso que para realzar todos estos elementos no se contara con un argumento interesante. La película está bien presentada y su acabado formal es digno, pero la carencia de ideas con que fue concebido el proyecto acaba anulando casi todas las virtudes antes apuntadas. Y luego la comicidad de Alfredo Landa no convence del todo ya que resulta discutible. Habrá espectadores a quienes les resulte menos gracioso que a otros. El marco elegido para las peripecias del personaje protagonista anima a ratos este discreto empeño.