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Críticas de John Dunbar
Críticas 707
Críticas ordenadas por utilidad
6
19 de abril de 2022
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¿Tenía que ser él? pero, y ¿si fuera ella?, en lugar de él, que diría Alejandro Sanz. La niña de los ojos de papá se enamora del chico equivocado, fórmula muy frecuentada siempre relativamente funcional en brazos de la comedia o el drama.
Esta ocasión que opta por el almíbar con una sonrisa, no podía haber hecho una elección más divergente entre suegro y yerno, disparidad que catapulta el camino hacia los múltiples desencuentros, algunos encontrados con cierta lógica dada la situación, otros demasiado rebuscados perdidos entre excentricidades ridículas que solo caben en la mente de un tipo como Laird Mayhew (James Franco), un multimillonario estrafalario hecho de nuevas tecnologías, con aires despreocupados y filosofía 'namasté'; indescifrable cúmulo, para ser preciso, de conductas y filosofías de vida que guarda muy poco sentido con cualquier cosa establecida. Su oponente Ned Fleming, el padre de la novia, es un Bryan Cranston optimizado en el papel de padre trasnochado, fiel seguidor del libro de instrucciones de la vida que tanto estima un argumento seguido al dedillo; un olvidado de lo que fue y ya no es que se permite enseñar, turno que ha dejado pasar en nombre de la responsabilidad. En medio de todo, la dulce y encantadora Stephanie (Zoey Deutch) lidiando entre sus dos amores, el que le ha tocado y el que ha encontrado.

Se las arregla para descubrir puntos en común entre pasado y presente que no distorsionen con abuso su convulsa realidad, de la que consigue ganarse respetos y admiraciones mutuas, con bastante gracia y poco rumbo con cabeza. Aplicándose una especie de cuento modernizado vinculado al nombre del grupo de rock Kiss de 'vivieron felices y comieron perdices', costumbrismos e insensatez se encuentran con más voluntad forzosa que razón, por más que, es cierto, nos conduzca a la chanza repetida con su inverosímil discrepancia.
John Dunbar
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7
19 de abril de 2022
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Estampa asentada de los barrios bajos de Roma sobre la vida del opresor y el oprimido a una escala mundana, de poco valor social.

Marcello (el oprimido) es un pobre hombre, en el sentido empático de la expresión, de talla pequeña, recursos exiguos y capacidades pocas, que vive tranquilo rodeado de sus vecinos, de lo que le da su peluquería canina y la felicidad que le proporciona su hija Alida. Un panorama ya de por sí poco envidiable al que se agrega Simone (el opresor), robusto exboxeador de poco recorrido y pendenciero de poca monta aunque muy agresivo, alimentado este carácter aún más por su adicción a la cocaína, coloca la situación del pequeño Marcello en una tesitura que se maneja permanentemente por la cuerda floja. La relación de ambos se estrecha en el momento en que Marcello, vulgar trapichero de la misma sustancia, le facilita a Simone mercancía.
Fatalidad y malas compañías son mala combinación siempre, así que una joyería ubicada al lado del negocio de Marcello le otorga a Simone la excusa perfecta para coaccionar a su menudo dispensador y acceder a ella a través de su peluquería, tentándole con la mitad de lo que saque en el robo. Reacio a su incitación por las consecuencias vecinales, el miedo bajo amenaza expresa terminará por quebrar su voluntad, aceptando la propuesta delictiva en un segundo plano. Suficiente para lo que deparará el acto.

El argumento reparte culpa iniciática sobre el frágil hombrecillo que nos presenta, que con su pequeña ambición propulsa actos que ocultan efectos que recaen como una losa. Ataja el asunto con aquello de que quien juega con fuego, se quema; un mal paso, una mala persona y un miedo al que responderá con inusitada valentía, oportunidad de reconciliación con uno mismo, con los que son como él. Bastante sugestiva y fiel paradigma sobre matones y cobardes, muy expresiva en sus antagónicas emociones la pareja protagonista y con un giro de los acontecimientos con ánimo redentor.
John Dunbar
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9
14 de abril de 2022
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Este es el relato sin licencias dramáticas alejadas de la verdad aunque sí artísticas, que cuenta uno de los episodios de un imperio que daba sus últimos estertores. La lejanía en el tiempo y nuestra convulsa historia reciente difuminan hechos como el acaecido en Filipinas en 1898, hasta que una obra de altas miras como ésta la recupera y la coloca en el presente.

En un año muy complejo para España ese 1898, la película, dependiente de la verdad y en su precisión histórica, es bastante legítima. En su expresión puramente artística, da vida con desasosiego a la desconfianza, desde la ignorancia de lo que pasaba fuera el modus vivendi que solo cabía en aquel encierro llevado a los límites de la locura. La extenuación se hace palpable bajo el calor y el paso de los días; la opresión, las bajas fueran por arma de fuego o enfermedad y la escasez de suministros se suman a las dudas que dibujan un final incierto que solo crea divisiones entre los soldados, visión acentuada con más rigor trágico que histórico en alguno de sus pasajes si uno atiende a responsabilidades con autenticidad milimétrica de la historia.
Espléndido reparto con actores consolidados y actores jóvenes, que nos traen con sus brillantes interpretaciones la dureza física y emocional que debió suponer para aquel destacamento el asedio en que se convirtió la defensa de Baler.

No son muchas las visitas que el cine español hace a su historia a excepción del periodo de guerra civil y posguerra (del que algunos parecen no salir y dar siempre una versión parcial); al revés, son muy escasas, y menos aún si han de filtrar los sucesos sin una estampa truncada o acomodada. Esto es cine con mayúsculas. Una pena su menor repercusión.
John Dunbar
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7
24 de marzo de 2022
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Un poquito de aventura, otro poco de romanticismo y una pequeña parte de comicidad son el condimento hecho acierto con el que esta historieta de tono templado sobre correrías y amorío desenfadado fomenta veladamente y sin mala idea un espíritu soñador, de princesas emancipadas pero encubiertas anhelando encontrar al príncipe azul y galanes con aire canallesco pero corazón noble. Una fórmula sencilla en la que reside su complejidad para hacerla verosímil e igualmente apta para cualquier público.

Joan Wilder, interpretada por una guapísima Kathleen Turner disfrutando de los mejores años de su carrera, encarna con tanta delicia como ausencia de discreción el concepto de princesa busca caballero al rescate, no de pérfidos impostores o dragones llameando fuego y sí de una recóndita pasión frustrada bajo capas de modernización y probablemente desengaños; o tal vez sea solo la persecución de un modelo idealizado que anida en su imaginación. Diríase más bien esto último. Como escritora de novelas románticas aspira, siempre a través de un álter ego implícito, a una especie de ilusión ficticia de hidalgos valerosos y doncellas en apuros, con independencia de lugar, época y circunstancias.
Y en esas, su ilustre hidalgo aparece dónde y cuándo menos lo espera. Las sorpresas que un viaje a Colombia poco apetecible con inicio más que aciago le deparan conocer a Jack Colton (Michael Douglas), el reflejo de hombre intrépido y descarado en las dosis justas que retrata en sus novelas. Naturalmente, la frustración inicial le impide reconocerlo como tal, cuestión que no tarda en voltearse llevado todo por el cauce del cinismo romántico y la aventura heroica, entre que escapan envueltos en escaramuzas con maliciosos y encuentran la codicia tras tesoros ocultos. Ahora es ella la protagonista de sus novelas en una extrapolación ansiada e insospechada. La nota de humor viene de la mano de un Danny DeVito que resulta ser un secuestrador siempre tras la pista del tesoro, con muy poquita suerte y peores resultados.

Muy entretenida cinta.
John Dunbar
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5
16 de marzo de 2022
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Lo siento, la complejidad de su guion solo me resulta equiparable a su pesadez. La simpatía por los saltos temporales es ya una obviedad en Nolan, de quien empiezo a echar de menos, tras su experiencia bélica en 'Dunkerque', su solvencia para salir de las situaciones más controvertidas. Con la revolucionaria 'Tenet' sigue en la línea continuista que le hace valedor como mezclador de estilos dentro de un mismo film saliendo bastante airoso de los juegos de espías, pero ese cruce con la ciencia ficción sale descontrolado hacia la confusión permanente. Vuelve a ser alguien que construye muy bien la acción, dejando momentos gloriosos para componer un bonito tráiler desprendido de vistosísimas escenas, pero se pierde de nuevo en enredos infranqueables si hacen falta varios visionados para entender las difusas líneas que separan la entropía del orden, lo que, en condiciones normales, habría que entender solo en uno. Hasta el dramatismo al que le quiere dar consideración, bien impulsado por un personaje despreciable hecho a la altura esperable por Kenneth Branagh, se cae como plomo a los pies de esta construcción quimérica que desbarra entre el disparate y el tedio.
Dura lección de que el idealismo y la practicidad, por su naturaleza conceptual, son elementos a menudo antagónicos.

Como innovador real solo cuando está verdaderamente inspirado, a Christopher Nolan lo tendré siempre en poco menos que los altares por haber hecho una revolución técnica, visual y emocional con la trilogía del caballero oscuro o haberme hecho creer que los viajes espaciales y en el tiempo son, desde la ficción de hoy, una posible antesala real del mañana y, ambas experiencias, la del hombre murciélago y la interestelar, haberme conmovido guardando un recuerdo imborrable en mi memoria. Lástima que nada de esto pueda decir acerca de 'Tenet'.
John Dunbar
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