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España España · Málaga
Críticas de Kaori
Críticas 2.119
Críticas ordenadas por utilidad
7
18 de abril de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me esperaba para nada que una película japonesa de 2015 sobre cómo hacer unos dulces me gustara tanto. Con el desastre que se está produciendo en el cine occidental, quizás es el momento de volver la vista hacia oriente. Oriente es distinto, eso todos lo sabemos. Distinto, pero no ajeno. Es más, «Una pastelería en Tokio» es de esas historias que cuentan algo universal a partir de los detalles más autóctonos, cotidianos, de la vida. Y eso es una arte.

El pastelero Sentaro se dedica a hacer dorayakis en un pequeño puesto en Tokio. Su vida es solitaria, desarraigada, vacía. Por su tienda pasan clientes que nada tienen que ver con él, o eso cree. Un día llega Tokue, una anciana interesada en el puesto de trabajo que ofrece a media jornada. Los cerezos están en flor y algunas jóvenes con sus uniformes de instituto forman un jaleo alegre sentadas a la barra. Wakana come callada pero atenta, tan sola como parecen estarlo todos. El aroma del anko traspasa la pantalla. La brisa del viento nos empieza a contar una historia. El sol brilla por entre las ramas de los árboles. Sentaro sonríe.

«Una pastelería en Tokio» es un drama profundamente japonés, contemplativo y espiritual en tiempo, forma y filosofía, que nos cuenta un conflicto nipón que desconocía por completo en torno a los enfermos de lepra. La realidad social de esas personas sirve como homenaje y vehículo para insuflarnos un conmovedor aliento de vida, para invitarnos a amar la existencia por sí misma, al mundo que nos rodea y que no vemos, a los seres vivos que están con nosotros y tampoco miramos. La anciana Tokue nos da una lección con su actitud luchadora, vitalista, desde la serenidad, desde la ilusión, desde la sabiduría de los años pese a todas sus desgracias. Personajes como ella a mí me emocionan especialmente.

Así, las relaciones humanas entre los tres protagonistas se perciben verdaderas: una familia improvisada, una madre sin hijo, una hija sin padre, un hijo sin madre. Te crees que se quieran, te crees que se unan, te crees que la experiencia los transforme. Comprendes que hacer unos dorayakis sea tan inspirador, porque lo que importa no es el dulce, sino el proceso, el camino, la actitud de dignidad y amor hacia lo que significa estar vivo junto a otras personas.

Realmente es preciosa y recomiendo verla con la mirada puesta a cada detalle, sin prisas. Escuchando.
Kaori
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2
10 de junio de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y perdón por la expresión, pero es que no lo digo yo, lo dice la propia película. Fue escuchar esa frase en boca de uno de los personajes y pensar justo eso: ¿qué nos estás contando, «Tormentageddon»?

Tenía un debate conmigo misma sobre si esta era peor que «Tierra marciana», y al final creo que ni una ni la otra, sino que las dos son malas. Pobrecillas. Si es que causan hasta ternura. Ahora ya no solo hay una megatormenta que puede acabar con la Tierra (¿?), sino que además hay una revolución de las máquinas, y a todo eso se une la inteligencia artificial y unas abejas robóticas asesinas, y no sé qué mas cosas, tampoco importa.

La protagonista es una periodista que recibe un vídeo de su difunto padre, que era un investigador de narices, para que ella encuentre a un tal Adán y salven así el mundo. Todo se lía bastante porque los del FBI, o quienes seas, se comportan de forma muy rara, matando gente por la ciudad sin que pase absolutamente nada. Bien por América.

La historia de Adán hay que reconocer que realmente podría dar lugar a una pedazo de película, pero por supuesto no es «Tormentageddon: Apocalipsis infernal», hasta el nombre es deslumbrante.

Esta solo sirve para reírte, aunque tampoco es que te rías mucho porque tiene muy poca vidilla, y eso no puede ser.
Kaori
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5
14 de enero de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pensaba que «La chica danesa» había recibido más nominaciones a los Oscar, fíjate por dónde, y eso que el producto lo tiene todo para triunfar.

Un drama basado en hechos reales sobre un tema trasgresor y moderno como el de la identidad de género y unos personajes que sufren mucho son ingredientes básicos para el puchero del éxito. A Tom Hooper se le infló con el «Discuros del rey» y en «La chica danesa» vuelve a demostrar que como director no destaca por encima del resto. Sí aprecio el diseño de producción, vestuario (ambos nominados merecidamente) y la fotografía de Danny Cohen, quien nos monta unos encuadres paisajísticos envidiables. A parte de eso, Redmayne no me gusta, lo siento mucho, aunque reconozco que consigue un creíble proceso de feminización, si bien algo afectado, y de hecho creo que está más guapo como mujer que como hombre. Alicia Vikander sufre un doblaje espantoso al español que mata su interpretación. Al final me la puse en versión original y la cosa mejora considerablemente.

La historia en sí tiene el interés de una posible introspección sobre el fenómeno de la transexualidad, pero no veo que vaya más allá de lo evidente. Todo lo que tiene relación con la mente humana es interesante y si a eso le añadimos el sexo, entonces la complejidad y las incógnitas se multiplican. A mí de entrada me resulta muy raro que Einer Wegener estuviera tan enamoradísimo de su esposa Gerda y que en ningún momento se le vea inquieto por su identidad sexual hasta que se pone unas medias. Esto ¿es así realmente? ¿Ocurre de esta manera, de la noche a la mañana? Luego nos explican que ya venía de antes, que un día siendo niño... Pero, entonces, ¿cómo ha sido su vida durante esos años? Eso es lo que deberíamos haber visto, no tantas miraditas tiernas y poses frente al espejo. A la película le falta maduración, recorrido, perspectiva sobre una vida tan diferente y a su manera revolucionaria como la de Lili Elbe.

De alguna manera nos hace pensar sobre qué somos y por qué, pero ni mucho menos entusiasma. Justita.
Kaori
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4
12 de agosto de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Seabiscuit» fue una de las grandes candidatas a los Oscar de 2003 y la gran perdedora, pero como todos sabemos nada de eso significa nada. Yo me temía que la película iba a ser un fiasco y lo ha sido, pero con matices.

Más allá del tostón que supone la primera hora, hay una película protagonizada por un caballo, Seabiscuit. No sé si es triste o no decir que el personaje que de verdad te interesa y te importa en «Seabicuit, más allá de la leyenda» es el caballito es cuestión. Ningún humano te emociona, ninguno tiene la suficiente amplitud como para que conectes con él. Así, ver como uno y otro, Charles y Pollard, llevan una vida más o menos amargada, hace que la película se te ponga cuesta arriba. Pero si consigues superarlo y quedarte a verla hasta el final, la cinta mejora al entrar de lleno en la competición. Aquí ya empieza la historia de nuestro caballo y todo se hace más ameno.

Bueno, ameno, ameno, en fin, ya se entiende, porque la película no es la alegría de la huerta, y no porque ocurran muchas tragedias sino porque se quiere ser grandilocuente y serio para dar mayor empaque a la simple y llana historia de un caballo de carreras que supuso un fenómeno social en los Estados Unidos de la época. Quizás el hecho no sea tan simple ni tan llano, pero Gary Ross opta por ese camino fácil que ya hemos visto muchas otras veces de superación personal y animales que ayudan a humanos. Siempre he dicho que es algo grato de ver, y es cierto, pero si solo se queda en eso, en eso se queda y más allá de la leyenda no hay nada.

Resalto el apartado interpretativo, cómo no, con Jeff Bridges, Elizabeth Banks en un papel que no requiere de grandes alardes, Chris Cooper haciendo de hombre que susurraba a los caballos y a un Toby Maguire que parece un verdadero jockey. Por cierto, ¿dónde se ha metido este chico que no se le ve en el cine?

De este género hay mejores.
Kaori
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5
18 de septiembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el niño Joselito canta como los ruiseñores es por todos sabidos, pero que en una película de 1957 y de esta temática fuéramos a encontrar un momento se sensualidad de este calibre nunca nos lo hubiéramos imaginado. O sí.

Aquí el sacerdote Jesús, que es muy bueno y muy santo pero también muy joven y desde luego nada feúcho, acogerá en su casa (¡qué escándalo!) a la madre de Joselito, que es muy santa y muy buena y por supuesto nada fea. Todo podría ser inocente si no fuese porque en la propia película empiezan a sospechar y miran con reticencias que una mujer duerma bajo el mismo techo que el cura. Qué mentes más sucias. Pensar que un chico apuesto y joven con su sotana negra pueda tentar y ser tentado por una atractiva señorita de su edad... ¡Qué escándalo! Tanto es así, que hasta yo misma empecé a pensar que aquí habría colgamiento de hábitos. No diré nada al respecto, que me acusan de hacer spoiler. Encima, nos plantan un momentazo sensual entre don Jesús y doña Fuensanta en el que acaban medio mojados los dos. ¡Qué escándalo!

En fin, que entre el curita que quiere ayudar y la madre que quiere el perdón, está Joselito, no nos olvidemos de él, que es el protagonista de la película. Este niño era un portento y además tenía humildad y simpatía, así que es un placer verle y escucharle. Cuando canta «Carita de madre buena» se te saltan las lágrimas. La pena es que el sonido no es muy bueno, así que las letras de las canciones no se entienden muy bien.

Sentimental más que otra cosa.
Kaori
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