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España España · Madrid
Críticas de Charles
Críticas 1.065
Críticas ordenadas por utilidad
6
19 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por hacer el símil fácil:
Cuando uno va a ver el nuevo monólogo de su comediante favorito, se espera que repita alguno de los chistes.
Si uno apuesta a las carreras de caballos, sabe perfectamente qué va a pasar, y ojalá alguna de los caballos tenga el suficiente poderío como para que merezca la pena la carrera.
Y si uno se pone a ver una de esas películas de los 90 aquejadas del “Ciclón Carrey” sabe lo que le espera, por mucho que lleve distinto disfraz.
Las cuentas claras.

‘Un Loco a Domicilio’ no es infame ni magnífica, simplemente es… esperable.
La historia de un instalador del cable (magnífico animal urbano antediluviano a estas alturas de siglo) que un buen día decide hacer migas con su cliente, y a Matthew Broderick le toca la papeleta de ser el payaso triste de Carrey.
Las primeras extrañezas llevarán a las primeras molestias, las primeras molestias a los primeros problemas, y estas a las primeras putadas.
El argumento es sota-caballo-rey, correctamente servido, mil veces visto.

Ahora bien, está el “Ciclón Carrey”.
Un hombre a unas muecas pegado, un tespiano que no puede salir sin torcer el gesto, un camaleón al borde de la esquizofrenia que no deja pasar tranquila una escena.
Únicamente por él y sus constantes salidas de tono la historia pasa del “meh” al “no me puedo creer que esté haciendo esto”.
Que se dice fácil, pero en la práctica no lo es tanto.

Así, en este mediocre recorrido por las incomodidades amiguiles del currito común, podrás llevarte un karaoke casi psicodélico gracias a las muecas del Ciclón, un juego de baloncesto gilipollesco a morir (con Jack Black como sufrida víctima) y una pesadilla persecutoria que casi lanza todo el conjunto al humor surrealista mejor ejecutado.
Todas estas, cosas que serían menos que nada de no ser porque detrás estaba aquel comediante, estoy seguro de que creyéndose de verdad que tenía que ser la peor persona que puedas encontrarte.

Luego dirán que no tiene talento.
Pero, como dije antes, muchas veces apuestas a un caballo y, aunque no gane, “joder, qué bonita carrera le ha quedado”.
Pues eso.
Charles
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5
5 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que pocas veces ha habido una película tan condenadamente esquizofrénica como 'El Libro Secreto de Henry'.
La clase de película que cuando se le acaba el papel usa alfombrilla, calcetines y hasta cortinas, porque nada es suficiente para taponar su caudal dramático por el cual TODOS somos personas ROTAS buscando una luz en este CRUEL mundo, ORGHS.

Pero, en serio, la historia inicial no es mala en absoluto.
La idea de un niño despierto en un mundo de adultos, dispuesto a enfrentar las crueldades que estos toleran porque no puede evitar prestarles atención, y fracasando continuamente porque todos tienen la necesidad de recordarle que sólo tiene doce años, resulta novedosa.
Jaeden Lieberher se las apaña para esquivar la posible repelencia y evita convertir la cosa en un festival de ironías a costa de los "tontos" adultos, además de tener a Santa Naomi Watts guardándole el costado (en otra de esas interpretaciones salva-muebles marca de la casa).

Más bien la situación que se vive en casa de los Carpenter es la típica colaboración familiar, sólo que de forma inusual: la madre Susan juega a videojuegos después de partirse la espalda todo el día por el bienestar de Peter y Henry, y este último la libera del papeleo bancario para el que ella no guarda tanta habilidad como él.
Todo transcurre así, con Henry sacando adelante un entorno, una vida, para la que nadie le ha preparado y teniendo éxito gracias a su particular visión de todo ello.
Los únicos alivios son su hermano, siempre pendiente de recordarle la diversión de jugar, y su vecinita Christina, ante la que su madurez mental se esfuma vergonzosamente.

Pero hete aquí que 'El Libro Secreto de Henry' tiene la necesidad de ser Dramática e Importante, cuando era mucho más agradable siendo sencilla.
Y tiene la misma sutileza que un elefante en una cacharrería a la hora de lograr sus objetivos.
No es tanto la idea como la manera de lograrla: digamos que la recta final de la película es una pesadilla de locuras, salidas de tono y poesía forzadísima que echa por tierra dos primeros actos bastante decentes, hasta el punto de que no parecen pertenecer a una misma historia.
Como si de repente hubiera necesidad de que esta historia fuera algo "más", como si se hubieran quedado cortos en emocionarte.

Hay un verdadero problema en una gran cantidad de dramas recientes sobre esto.
No por presentar un hecho irrevocable y terrible se logra más sensación de urgencia y desamparo, de la misma manera que es mejor tratar un tema durísimo desde una perspectiva inocente a dejarlo como mera excusa narrativa para tener un villano al que "combatir".
A veces el desamparo puede venir de una niñez que no encaja en ningún lado, de una medalla que simboliza cómo nunca podrás alcanzar a tu hermano, o de la lenta y bonita revelación de que Henry es la mejor parte de todos los que alguna vez le han rodeado.
Con eso, la historia ya deja su huella, no necesita pasar Naomi Watts enloquecida para re-pisarla hasta que quede irreconocible.

¿Puede una película ser "demasiado dramática"?
No, pero sí puede ser demasiado gilipollas para darse cuenta de dónde florece lo que quiere transmitir.

De fichar a la bailarina de Sia para que no mueva un músculo facial hablamos otro día (eso sí, el baile cojonudo, faltaría más, por lo menos la chica no pone más esfuerzo del que se merece).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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2
23 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los géneros están construidos de determinada manera por algo.
Se pueden mezclar, se pueden romper y hasta se les puede dar la vuelta, pero inevitablemente van a transitar lugares comunes, que dependen de su presentación y contexto para dejar de serlo.
Para que nos entendamos, nadie haría una comedia romántica en la que nadie se enamore, y tampoco se filmaría una 'road movie' en la que nadie se fuera de viaje.

'El Muñeco de Nieve' juega, bastante incomprensiblemente, a ese mismo juego: se trata de un misterio que carece de pistas jugosas o motivación por responderlas, e igualmente impide cualquier tipo de interés en la investigación que lleva a cabo su protagonista, el detective Harry Hole.
Impresionantes estampas noruegas rodean una intriga que no le importa a nadie, que si concentrara más personas desconocidas en plano sería una fotografía y no una película, de tanta contemplación y poca implicación que consigue.
Algo huele a podrido cuando en un supuesto thriller de misterio todo es incapaz de darte alguna sorpresa, o apenas provocarte un escalofrío.

La cosa es que Tomas Alfredson, quién sabe si por propia iniciativa o siguiendo una hoja de ruta de productores, prescinde de los tópicos asociados a la intriga detectivesca: el protagonista se construye en detalles de auténtico capullo (retirar las sillas de su mesa para que no se siente nadie más) sin posibilidad de empatía, el asesino pasa tan desapercibido en sus actos que nos daría igual que no hubiera ninguno, y se le podría coger hoy o la semana que viene atendiendo a la poca urgencia que muestra nadie por su omnipresencia.
Alfredson, de alguna manera, ha querido construir un thriller que no es thriller, que tiene más de plano informe policial que trepidante caza a un depredador, y seguro que detrás de la apariencia hay una intención, pero si a un suspense le quitas todo lo que te haría prestar atención... ¿qué queda?
Pues interminables vueltas a la disoluta vida de Harry Hole, con un horrendo Fassbender más aburrido que nunca, y supuesta imaginería perturbadora de muñecos de nieve que no levantaría ni un vello de nuca.

Hay detalles interesantes, claro, porque el talento nunca se filtra completamente, y se apuntan interesantes y siniestras cuestiones, relativas al nulo sentimiento de culpabilidad de una Noruega que barre sus muertos bajo la alfombra cuando toca sacar pecho políticamente, y asimismo cada víctima revela vicios inconfesables propios de quien sabe que la nieve borrará las huellas de pecados menores.
Pero son apuntes que se quedan en nada, que se pierden enseguida en un mar de aburrimiento y encima entorpecen una narración a la que le sobran pistas, supuestos impactos y personajes que no aportan nada.

Sólo queda fantasear lo que podría haber sido esta novela negra si le hubiera interesado serlo, o sí hubiese dado más relieve al conflicto de un detective que no le importa ser un desecho humano, aunque todos a su alrededor igual de podridos estén y más lo hayan ocultado.
Pero no importa eso, seguro que una cabeza cortada sobre un muñeco de nieve con el consiguiente subidón de volumen es más interesante, pensó Alfredson.

Desventajas de hacerse el "hartista" de la sutileza con un material que pedía un chapuzón helado, justo a esa maltrecha conciencia de todos los que una maldad han callado.
Charles
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8
17 de agosto de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Complicado hablar de esta película sin poner boca arriba todas sus cartas.

Digamos que 'Time Lapse' se encierra en un solo escenario, pero tiene el suficiente tino como para que dicho escenario baraje infinitas posibilidades, todas a contrarreloj y con resultados inciertos, de los que dependen otras tantas posibilidades.
La entropía originada parece no tener fin y podrías correr el riesgo de perderte en sus curiosas ramificaciones, pero afortunadamente el trío protagonista evita que suceda porque bajan el concepto a lo mundano: Callie, Finn y Jasper son tres jóvenes con los habituales problemas de pareja, dinero y estudios, que sin embargo encuentran la oportunidad de solucionar todo eso, sin grandes sacrificios ni preocupantes consecuencias, tan solo tomándose una foto cada día.
Pero joder, quién habría dicho que tomarse una foto concreta cada día podría llegar a ser tan difícil.

Como en todos los buenos cuentos morales de ciencia ficción, esta historia juega con la posibilidad de conseguir lo bueno cuando se quiere y de la manera que se quiere.
Pero, donde habitualmente la ciencia ficción opta por castigar a sus Ícaros particulares con un sacrificio extremo de última hora o un castigo ejemplar permanente, aquí no hay nada de eso... solo un tributo que cobrar periódicamente, más allá del cual hay libertad absoluta para disfrutar.
La cosa es que puedes llegar a plantearte si cumples las normas para vivir o vives para cumplir las normas... y en esa grieta de duda habita la voluble naturaleza humana, tan pendiente de sus propios triunfos o fracasos, tan cegada por la posibilidad de cambiar lo inmutable, que hasta las metas más humildes acaban convirtiéndose en descontrolados monstruos imposibles de controlar.
O con tantas variables de control que escapan a nuestro ídem.

Jasper, Finn y Callie se toparon con la posibilidad de que hubiera una posibilidad.
Y nadie puede culparles de perseguirla, aunque la serpiente que corre tras su cola se acaba devorando a si misma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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6
25 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que 'El Planeta de los Simios' entra dentro de las sagas más infravaloradas de la historia.
El principal atractivo con el que nació (espectaculares maquillajes de mono) y su condición de "simple" película de aventuras casi se comió su poderoso mensaje futurista, que ha costado tiempo y secuelas legitimar en su importancia.
A saber: el horrible planeta que dejaremos, y las no menos horribles especies que nacerán de nuestro egoísmo y falta de confianza.

'Regreso al Planeta de los Simios' no es que sea una secuela tan impactante como su predecesora, pero el espíritu crítico sigue ahí, quizás tristemente mermado porque los rocambolescos maquillajes y los decorados apocalípticos no envejecen muy bien, probablemente desde el mismo momento de su estreno.
Sin embargo, quien sea capaz de abstraerse de esas cosas se va a encontrar con una mínimamente curiosa progresión del original, que aprovecha el fantasma de la era atómica para lanzar interesantes paralelismos con el mundo en el que vivimos.

Un astronauta recién aterrizado, Brent, nos lleva de la mano por una sociedad convulsa tras la aparición de su compañero Taylor, dividida en dos facciones de simios y humanos que no están dispuestos a cederse ni un centímetro de territorio o convivencia.
El general Ursus arenga a las masas de simios como si del ejército norteamericano en vísperas de Vietnam se tratara, mientras un concilio de iguales como el Dr. Zaius teme oponerse a políticas agresivas, y una parte de la población, débil pero voluntariosa, se manifiesta con pancartas pisoteadas en aras de un progreso que pide apretar el gatillo antes de que pueda hacerlo el contrario.
Espectros del siglo pasado llaman a las puertas de esta relectura simia de eventos parecidos, y uno se pregunta si en la evolución estamos condenados a seguir siempre un mismo camino.

Claro que nadie puede culpar ya a la humanidad del ansia invasora: esta sobrevive en las catacumbas de un viejo mundo, adorando una bomba atómica que es principio y fin de todo horizonte conocido.
Tiene algo de justicia poética que en este incierto futuro hayamos acabado reducidos a autómatas más muertos que vivos, refugiados bajo el único artefacto que superó nuestra propia capacidad de destrucción.
Los letreros y famosas estructuras de sus cuevas apenas han quedado reducidos a simples decorados de una época que nadie puede (o quiere) recordar.

Ahí está la gracia, y la grandeza, de esta saga: bajo las prótesis de chimpancé, se ocultaba la amarga verdad de que nunca seremos lo bastante generosos como para compartir esta Tierra que se nos ha legado.
Y, una vez apagado el ruido de la música y las persecuciones, esa verdad se queda, aunque solo sea por la valentía de haberla esbozado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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